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Capítulo 4: La vida es una mierda.

Capítulo 4:

La vida es una mierda.

TIM COLTON

Estaba agotado, no solo de todo el trabajo de hoy y de los días anteriores en la empresa, si no de escuchar los clamores de Patricia; la mujer que decía ser mi esposa, o más bien; la mujer que quería que fuera mi ex esposa. Cuando recién abrí la puerta de la que fue mi casa acompañado de mi perro.

Ella se sorprendió de verme, su cabello rubio perfectamente peinado, no llevaba maquillaje y tenía un suéter muy grande puesto mientras andaba el teléfono en el mueble despreocupadamente, pero su sorpresa vino acompañado de insultos y reproches porque nunca estaba con ella o en la casa o en su vida.

Me valía mierda.

Como siempre la ignoré mientras me dirigía a una de las habitaciones y ella me seguía de cerca hablando con mi espalda, cerré la puerta en sus narices dejándola con los gritos y reclamos del otro lado, el perro obviamente entró conmigo, de seguro también queriendo huir de los gritos de Patricia.

─Perdón, Sansón ─dije cuando me senté en la cama y él se acostó a mi lado casi tan agotado como yo─. Si fuera por mí te llevara al trabajo para que no la aguantaras.

Como si el perro me entendiera alzó los ojos para mirarme y resopló, pero no había podido llegar a mi otra casa para dejarlo porque tuve que llevarlo a que le hicieran un corte de pelo, así que lo tuve que traer conmigo porque ya era tarde y realmente estaba cansado.

A Patricia no le gustaban los perros, Sansón siempre estuvo conmigo desde que yo tenía 20 años y lo encontré cuando apenas era un cachorro de caminar torpe perdido deambulando por la calle, una manada de perros lo tenía rodeado y lo hirieron, los espanté y desde ese momento me encargué del perro, lo llamé Sansón porque su pelaje era muy abundante y parecía fuerte. Ya habían pasado 8 años, y 4 de ellos se volvieron realmente una tortura cuando me casé.

No por elección propia, sino por la maldita presión de nuestras familias.

Patricia era hija de uno de los socios más importantes de mi padre, desde que éramos niños siempre pareció darse por sobreentendido que Patricia y yo estaríamos juntos, yo lo llegué a creer, en mi adolescencia fuimos juntos al instituto, ella era esa típica chica rubia bonita, porrista, no muy brillante pero sí muy popular y sexy, siempre pareció que debíamos estar juntos porque yo era el capitán del equipo de natación, tenía los mejores autos y no voy a ocultar la realidad, siempre fui el chico más atractivo del grupo de chicos atractivos hasta el día de hoy en día seguía resaltando por eso. Así que Patricia y yo fuimos novios desde que tengo memoria.

Pero todo cambió cuando fui a la universidad a estudiar Geopolítica, le dije que era mejor darnos un tiempo, aunque claro, ella siempre pensó que eso significaba que seguíamos juntos, yo por mi parte, conocí a otras personas, estuve con otras chicas… o mejor dicho; muchas chicas, y probé por mí mismo lo que era vivir, y cuando volví, sucedió lo que más temía mi familia…

Descubrí que Patricia era solo una chica superficial y hueca, ella no tenía interés en estudiar, trabajar o hacer otra cosa que fuera comprar, nunca podíamos tener una conversación adulta, profunda o interesante (o al menos para mí, que quería hablar de más cosas que no fuera moda, chismes o de ella), incluso experimentar cosas sexuales diferentes, además que Patricia era manipuladora, chillona e insoportable.

Me fastidiaba estar con ella incluso antes de casarnos, pero mi madrastra y su madre insistieron en que debíamos estar juntos y más cuando supuestamente Patricia estaba embarazada y me enviaron la prueba positiva para presionarme.

Ahí puedo decir que me casé engañado, y todo resultó ser una estafa cuando vi que de hecho su barriga no crecía y me di cuenta que ella no estaba embarazada, que todo fue un complot hecho por su madre y ella para obligarme a casarme.

Mi poco respeto y estimación que tenía hacia Patricia se fue a la mierda.

Pero hacerla firmar los papeles de divorcio era una mierda mayor, porque ella se rehusaba a dejarme. Pocas veces venía a esta casa, era mía, pero decidí dejársela y comprar otro departamento para poder estar solo y lejos de ella, donde pudiera estar en paz. Pero no había podido mudar todavía todas mis cosas, y como debía viajar en unos días, debía buscar las maletas y papeles importantes que se habían quedado aquí.

─Amor ─escuché del otro lado de la puerta, la voz de Patricia parecía ya agotada─. ¿Al menos vas a dejarme dormir contigo?

Terminé de quitarme el pantalón y los zapatos para entrar a la ducha e ignorarla, desde hace 3 años no la tocaba ni un pelo, desde hace 3 años me parecía repulsiva, y desde hace 3 años me negaba a verla de otra manera que no fuera odio porque lo único que quería era que se divorciara de mí y dejara de joderme la vida.

Una vez que alguien traicionaba mi confianza, no había nada que me hiciera cambiar de opinión.

VENUS MANSON

Qué fin de semana de mierda.

Desde el sábado en la noche donde el hospital me llamó para informarme que mi novio Cesar había tenido un accidente en auto todo fue un completo estrés, tener que correr con los medicamentos, los papeles del seguro, los familiares, porque al parecer yo fui la primera en enterarse porque tenían el número de referencia de la tienda en su carnet de comercio, así que me tocó avisarles a todos e intentar actuar lo menos alterada posible.

Cesar estuvo muy cerca de la muerte, su corazón se detuvo por dos minutos y entonces en el último electrochoque obtuvieron ritmo cardiaco, lo que me contaron los policías fue que un auto se pasó el semáforo rojo porque iba en una persecución policial y se llevó el auto de Cesar por el medio quien iba ajeno a lo que ocurría, al menos ese accidente logró hacer que los malandros también quedaran accidentados y la policía logró atraparlos. Pero Cesar ahora estaba con un yeso cubriendo su cabeza, y muchos moretones en la piel, sin contar la pierna rota que con terapia podría disimular la cojera que según los doctores sería permanente.

No sé qué me dolía más, que le hubiera sucedido esto a Cesar o que yo fuera la que tuviera que cuidarlo. No me malinterpreten, amaba a Cesar y estaba dispuesta hasta a limpiarle el culo porque sabía que lo amaba en las buenas y en las malas, lo decía era porque Cesar no quería que yo lo ayudara, y andaba molesto con todo el mundo por lo que le pasó.

Lo entendía, es decir, nadie quiere estar infortunadamente en medio de una persecución policial y quedar mal herido por cosas de la vida, pero tampoco tenía que portarse como todo un cretino, gritaba si yo o los enfermeros no éramos lo suficientemente delicados al momento de cambiarlo de ropa o bañarlo, siempre estaba de mal humor como para hablar de algo que no fuera trabajo o encargos de la librería, no quería comer así que lanzaba la comida.

Muchas veces los platos de porcelana se estrellaban contra mí y no recibía una disculpa.

Había sido un completo infierno, ni yo o su madre lo hacíamos reaccionar para calmarlo, los doctores dijeron que era perfectamente normal su reacción luego de un trauma así, pero realmente era agotador.

Ya había pasado una semana, Cesar estaba guardando reposo en su casa, estuve todos los días pasados pendiente de él, literalmente no había dormido nada y estaba muerta de cansancio. Su madre; la señora Elena, era algo anciana, y siempre estaba pendiente de su esposo, el señor Roberth por todo el tema del alzheimer, y ahora con Cesar en ese estado era otro dolor de culo, por eso estaba pendiente de ayudar en casi todo.

Contratamos a una enfermera que pudiera hacerle la cura de las heridas a Cesar, la terapia, los medicamentos, yo también ayudaba hasta donde podía, pero ahora tenía que estar muy pendiente del negocio de la librería junto con la señora Elena, sin contar que seguía haciendo mis pasantías en ANTÁRTICA, todo se había vuelto más complejo. Lo único que lo hacía más llevadero era que el vicepresidente Tim Culón había estado de viaje por lo que aliviaba mi ansiedad de la vergüenza que pasé al acusarlo de acoso.

Maldición, todavía pensaba en eso y me sentía muy estúpida.

También mi madre se quedó unos días más ayudándome y lo agradecía, pero el sábado cuando llegué a la casa muy tarde en la noche completamente agotada, la vi con una maleta cerca de la puerta y lista para salir.

─Tengo que irme ─dijo─, tu papá al parecer se metió en otra pelea en un bar y está en la cárcel.

Esa no era una noticia rara. Mi padre había estado en la cárcel tres veces en lo que iba del año por diferentes cargos como: Conducir ebrio, peleas en un bar y por agredir a un policía.

Sí, mi padre era un desastre, aunque no siempre fue así, de hecho era un padre ejemplar, nos quería mucho, siempre parecía estar feliz y era amoroso, pero se convirtió en un adicto al alcohol cuando lo despidieron de la empresa donde trabajaba por reducción de personal, también ese mismo año mí abuelo ─su padre─ murió de un infarto, y eso hizo que mi padre cambiara, no volvió a jugar conmigo o a aconsejar a mi hermana mayor como solía hacerlo, se volvió malhumorado, agresivo, e incluso lloraba mucho, pareció caer en una rara depresión, aunque en ese tiempo todavía yo era muy pequeña como para comprenderlo. Mi madre tomó cartas en el asunto y lo llevó a terapia, pero no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado.

A medida que crecimos, nos dimos cuenta que mi padre prefería no salir de ese hoyo en el que se había metido, por más que lo intentamos ayudar, así que simplemente lo dejamos en paz, él prefería trabajar en un taller mecánico cerca de la casa y gastar todo su dinero en alcohol, mi madre intentó dejarlo muchas veces, pero él siempre amenazaba con suicidarse.

Así que ahí estaba mi madre, atada a él porque seguía amándolo y temía que se suicidara, ella no podría lidiar con ese cargo de conciencia o al menos eso decía ella misma.

─Pero dile a Zoe que lo saque de la cárcel ─refuté indignada.

Zoe era mi hermana mayor, ella se casó cuando salió del instituto con el profesor Stewart, su profesor de deporte, ese fue todo un escándalo en el pueblo, nadie sabía de su romance prohibido hasta que salió embarazada y mis padres le dieron el permiso de casarse porque después de todo era menor de edad.

Toda una pedófila historia de amor a mi parecer, porque él tenía 26 años y ella solo 17 años para el entonces. Ahora criaban a dos bebes, mis sobrinos Hansel y Rummy, aunque claro, ella no trabajaba, y él no le pagaban lo suficiente en el instituto, ellos vivían arrimados en la casa de mis padres y muchas veces era mi madre que debía ayudarlos económicamente. Por eso a mi madre le encantaba visitarme, aquí no tenía preocupaciones, era como estar de vacaciones y aprovechaba de emborracharse con la gente que conocía.

Mi hermana Zoe y yo nunca nos llevamos bien, ella siempre vivió la vida a su manera haciendo lo que quería porque fue cuando mi padre comenzó también a descontrolarse queriéndose emborrachar a cada rato y con un humor terrible, ella se escapaba de fiesta, no le interesaba estudiar, solo pasarla bien, en cambio yo como era cinco años menor que Zoe, siempre me controlaron todo, las horas de llegada, de salida, no me dejaban ir a fiestas, aún más para que no cometiera los mismos errores que mi hermana cuando sucedió lo del embarazo con su profesor, y mis padres decidieron amarrarme y apretarme de restricciones.

Sí, era algo que me molestaba, a mí me controlaron en exceso, a ella no, aunque ahora entendía que era porque me amaban y ahora me iba relativamente bien.

─ ¿Con qué dinero lo va a sacar tu hermana de la cárcel? ─replicó mi madre con cierta burla─, Zoe y el vagabundo que tiene como esposo no tienen ni para caerse muertos.

Hice una mueca, al menos me hacía sentir bien que yo era la niña buena y Zoe la oveja sucia que se descarrió. Aunque realmente a veces me sentía mal de que estuvieran siempre dependiendo del dinero de mis padres, teniendo dos niños que alimentar.

Pero cada uno decide el camino que tomará su vida y traza su propio camino.

Llevé a mi madre al aeropuerto y esperé hasta que el avión despegó y por fin se fue, yo estaba muerta de sueño y ahora sería más fuerte mi día a día porque mi madre me había ayudado preparándome la comida, ahora tendría que hacerlo yo misma, me la pasaba todo el día por fuera en la empresa, el trabajo y cuidando a Cesar, pero ahora tendría que ingeniármelas para no morir de hambre con todo el agite del día.

Solo necesitaba dormir.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo mientras caminaba hacia la salida del aeropuerto, era Alomi, me parecía extraño, ella casi no me llamaba a menos que fuera algo sumamente importante, después de todo, vivíamos juntas.

─Hey ─dije al atender─, ¿Qué pasó?

─ ¿Ya dejaste a la señora Delicias en el aeropuerto?

─Si ya se fue ¿por qué? ─murmuré.

─Estamos en el bar Deleste, ¿quieres venir?

Iba a responder que no, porque estaba muy cansada, pero de repente una puerta trasparente apareció de la nada, y me noqueó fuertemente en la cabeza, alguien había abierto la puerta de un local hacia afuera sin interesarse en ver si alguien iba pasando. Solté un gemido de dolor cuando caí de espaldas al suelo completamente; atontada y lela en las nubes.

Maldita sea, lo que faltaba.

─Perdón, ¿Estás bien?

Escuché una voz lejana, un poco familiar… demasiado familiar.

Un sujeto entró en mi campo de visión, cabello castaño ligeramente crecido, barba de unos días, noté como su mirada brilló en reconocimiento probablemente al mismo tiempo que la mía.

─¿Venus? ─murmuró Tim sin ocultar una mueca preocupada y a la vez burlesca, extendiéndome una mano e inclinándose para ayudarme a levantar del suelo, la acepté aun un poco adolorida recogiendo el teléfono que se me había caído.

─Joder, me dolió ─susurré aun aturdida gimiendo cuando me senté en el suelo tocándome la frente, me pulsaba, además que estaba demasiado agotada, sentía que podía desmayarme en cualquier momento.

─Perdón, no te vi ─murmuró empleando fuerza para que yo lograra levantarme, pero cuando lo hice, me desestabilicé por un momento cuando quedamos demasiado cerca, casi choqué contra su pecho.

Nuestra discusión vino a mi cabeza haciéndome sonrojar de vergüenza cuando recordé acusarlo de acoso laboral.

Maldita sea, mal momento para acordarme de eso, o mejor dicho, mal momento para encontrármelo, era la última persona que quería ver ahora.

Sus ojos grises examinaron mi rostro, era exactamente esa mirada, cuando sus ojos se centraban en los míos y esa sonrisa ladeada invadía su rostro, algo se revolvía en mi estómago, el ambiente a nuestro alrededor cambió de repente, sentía que el aire se reducía y se escapaba de mis pulmones, tenía el impulso de acércame más a él.

Contrólate.

Por Dios, ya estaba pensando que era yo la que tenía el acoso laboral.

─Está bien ─me solté de su agarre dando un paso atrás─, solo hagamos como si no pasó.

Solo necesitaba huir de aquí y dejar de verlo.

─Te veo más cansada que la última vez, tienes muchas ojeras ─comentó─. Y créeme, sé de eso, acabo de llegar de viaje.

Ahí estaba él tuteándome, hablándome con familiaridad sin nada de respeto cuando antes había dicho que no lo tratara así, ¿Quién entendía la mente de Tim?

Yo no, seguramente.

Ya sabía que se había ido de viaje de negocios a México, fue un alivio no verlo toda la semana.

─Sí ─me limité a decir─, fue un gusto verlo señor Colton, adiós.

Sí, ahí estaba yo marcando la línea de respeto, señor Culón… digo Colton, ahora era señor Timoti Colton.

Después de lo que pasó ese día del almuerzo, prefería guardar la distancia, una persona tan influyente como él era preferible mantenerla de lejos porque solo tenías dos opciones, ser su amigo o ser su enemigo, no había término medio.

No esperé su respuesta, solo comencé a caminar lejos de él sintiéndome victoriosa y controlada, realmente solo necesitaba dormir, sentía un fuerte ardor en los ojos y un raro frio en la quijada que me hacía temblar débilmente.

Fui a mi auto y pasé la llave para prenderlo, pero como todo iba de mal en peor, no encendió, ni siquiera reaccionó. Fruncí el ceño esperé un momento rogando que encendiera y cuando volví a pasar la llave no lo hizo, ni siquiera hizo algún ruido, como si estuviera muerto.

─¡Maldita sea! ─grité con todas mis fuerzas, golpee el volante con mis manos, y comencé a moverme completamente frustrada en mi asiento, mordí mi labio inferior dejando caer la cabeza sobre el volante, la bocina comenzando a sonar en un tono fastidiosamente sostenido y agudo, pero realmente no me importaba.

Quería mandar todo a la mierda.

Estaba harta de mi mala suerte o de la presión de estos días donde no podía ni descansar, solo quería llorar y gritar hasta perderme en la miseria.

De repente escuché un golpeteo en el vidrio de mi auto, me sobresalté y voltee completamente asustada, un rostro se asomó al vidrio mirándome con cierta preocupación.

Tim.

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