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Capítulo 3: Idiota, me tocaste una teta.

Capítulo 3:

Idiota, me tocaste una teta.

Ya me había dado cuenta; los alemanes hablaban entre ellos diciendo mil y un barbaridades que era preferible no traducir, además de ser algo machistas, como sabían que yo los entendía lanzaban comentarios en plan coqueteo caliente, hasta que mi muro donde los ignoré apropósito pareció hacerlos entender que no me iría a la cama con ninguno de ellos y que era bastante profesional.

Todos eran unos imbéciles.

Casi inventé una excusa para no ir al almuerzo, pero si lo pensaba mejor, sonaba bien un almuerzo gratis con el presidente de la empresa ANTÁRTICA antes que irme a mi casa conduciendo por casi dos horas y llegar muerta de hambre.

O al menos esperaba que fuera gratis porque mi sueldo mínimo en la librería era una mierda, apenas me alcanzaba para comida y pagar la renta, sin contar mis cupos de estudiante donde elementalmente me endeudaba para pagar los semestres y cuando comenzara a trabajar eso se iría pagando paulatinamente, estaba hasta el cuello de deudas.

Pero así era la vida, no todos éramos ricos de cuna.

Esperaba sentada en recepción con los alemanes, el presidente Ken tenía que buscar unas cosas en el departamento de tecnología y luego nos iríamos, mientras tanto aproveché de anotar algunos detalles en mi libreta de lo que hice en mi primer día de pasantías, esto era un reporte que tendría que entregar a la universidad después, cuando de repente mi teléfono vibró en la cartera, fruncí débilmente el ceño y metí la mano buscándolo, ¿Dónde lo había puesto?, cuando por fin lo encontré tirado al fondo, la llamada finalizo.

Maldita sea.

Giré los ojos y vi en la pantalla que era César, habían más llamada perdidas y varios mensajes, ahora recordaba que tenía todo el día sin ver el teléfono, ¿qué sería tan importante?, iba a revisar los mensajes pero me volvió a llamar, así que atendí.

─Hola amor ─dije─, ¿Qué ocurre?

─Quería saber a qué hora venías, para ver si almorzábamos juntos ─dijo─, preparé tu favorito, lasaña.

Mi favorito era la sopa de pollo con fideos, pero lo admitía, también la lasaña me gustaba mucho y que él cocinara era lo mejor, tenía la cualidad de cocinar magníficamente.

─No creo que pueda, el presidente de ANTARTICA necesita de una traductora y me invitó al almuerzo ─dije algo apenada─, llegaré directo al trabajo.

Se suponía que trabajaba de 3pm a 7pm en la librería, necesitaba el dinero.

Escuché a Cesar tomar una profunda respiración del otro lado de la línea, sabía que odiaba que le dijera que no o que lo rechazara, lo cual era irónico, cuando él lo hacía conmigo yo tenía que fingir estar bien porque no me gustaba discutir.

─Déjame comprender esto ─dijo─. ¿El presidente de ANTARTICA te invitó a almorzar?

Relamí mis labios, había sido así, pero él lo hizo sonar como si el presidente Ken me estuviera seduciendo y obviamente no era así.

─Es trabajo, son mis pasantías ─murmuré en tono bajo para que los alemanes no me escucharan─, esto es importante.

Él no podía saber lo importante que era para mí, si hacía enlaces y buenas amistades podía conseguir un excelente trabajo después de la universidad, podía quedar incluso fija trabajando para esa prestigiosa empresa.

─ ¿Entonces yo no soy importante? ─replicó─ ¿Más importante es la empresa?

No ahora, Cesar, no empieces.

Tomé una profunda respiración, aquí venía con su drama de que a veces no se sentía importante en mi vida, así se ponía también cuando yo tenía exámenes significativos y estaba muy ocupada. Me desesperaba, pero sabía que lo hacía para que le prestara atención.

─No hagas esto ahora, Cesar ─susurré─, hablamos cuando llegue.

─Claro ─dijo en tono indiferente─, genial.

Antes de que pudiera despedirme, me colgó y solo escuché el repicar del otro lado de la línea.

Maldita sea.

Ahora mi novio estaba molesto conmigo por rechazarle un almuerzo, pero él debía entenderme, esto era importante para mí y podía hacer que tuviera nuevas oportunidades de empleo.

─ ¿Estás bien? ─preguntó el traductor de los alemanes, creo que me había dicho que se llamaba Russ.

Afirmé con la cabeza, no quería seguir pensando en dramas, esto era importante, después me encargaría de recompensárselo a Cesar.

El ascensor se abrió y la voz del presidente Ken resonó por el pasillo seguido del vicepresidente Tim.

Vaya, ¿Tim Culón también iba? No me lo esperaba, pero en realidad me daba igual, después de todo también me interesaba caerle bien porque podría traerme buenos enlaces de trabajo.

En nuestros autos nos dirigimos a un restaurante que quedaba a diez minutos de la empresa, nunca había ido a un restaurante así, tan elegante y sofisticado, todo lucía súper costoso y exquisito, incluso me dio algo de pena llegar con mi viejo auto a un sitio donde solo había autos de lujo. Al entrar el olor era increíble, mi estómago gruñó, joder, tenía que calmar mi hambre. Tomamos asientos, a mi lado derecho estaba el presidente Ken y a mi lado izquierdo el Alemán que se había presentado conmigo; Russ, Tim Culón estaba al otro lado de su padre pero se había levantado a hacer una llamada.

Por el momento todo iba bien, un tranquilo almuerzo y una conversación fluida porque nos encargábamos de traducir, las palabras que yo no lograba comprender Russ me ayudaba y en otras yo hacía lo mismo.

Todo iba perfecto.

Me di cuenta que no éramos realmente diferentes, los empresarios también bromeaban, no eran maquinas genera dinero y conversaciones aburridas como siempre creí, toda una novedad.

Al terminar de comer me levanté para ir al baño un momento, me retoqué el maquillaje y me acomodé la ropa, realmente ya me sentía cansada y los zapatos de tacón me estaban matando los pies, solo necesitaba quitármelos, así que lo hice, me los quité soltando un gemido de alivio, no estaba acostumbrada a andar en tacones, casi nunca los usaba porque Cesar quedaba más bajo que yo y a ninguno de los dos nos gustaba eso.

Me quedé descalza en el suelo de baño por un momento mientras revisé mi teléfono, no tenía mensajes de Cesar, me sentía mal cada vez que discutíamos y sabía que estaba molesto conmigo, me daba un cargo de conciencia horrible, pero a veces realmente se comportaba como un hijo de puta cuando no debía.

Como ahora, no debía comportarse así, era trabajo.

Pero era mi novio y simplemente tenía que soportarlo porque él era el único hombre de mi vida y siempre sería así.

Me volví a poner los tacones y salí del baño soltando un suspiro, pero me detuve abruptamente por medio segundo cuando casi choqué de frente contra Tim, ambos nos sobresaltamos y nos miramos ligeramente sorprendidos.

─Hey ─murmuró─, señorita Venus Manson.

¿Sabía mi nombre?

Bueno evidentemente debía de saberlo, después de todo, en el almuerzo el presidente Ken me llamaba por mi nombre.

Él me miró expectante, sus ojos azules grisáceos fijos en los míos casi adentrándose en mis pensamientos, me quedé pasmada por unos segundos al tenerlo de frente de esa forma inesperada y tan cerca, casi invadiendo mi espacio personal, lo suficientemente cerca para oler su embriagante fragancia, pero lo suficientemente lejos como para no tocarme y desestabilizarme por completo, sin embargo intenté actuar normal y solo respondí rápidamente con educación:

─Señor Tim Culón.

Después que las palabras salieron de mi boca fue que procesé como lo había llamado y me tapé la boca con mi mano fingiendo una feroz tos, como si no lo hubiera llamado así en mi mente toda la mañana.

¿Enserio lo acababa de llamar Tim Culón?

Joder, joder, joder.

Joder Venus, no paras de pasar pena.

─Tim Colton ─me corregí después que dejé de toser─, Timoti Colton. Como sea, yo debo irme.

Maldita sea, yo y mis palabras enredadas cuando solo quería parecer profesional.

Solo necesitaba huir rápidamente de aquí antes de meter aún más la pata con mis palabras torpes.

Él alzó una ceja pareciendo intrigado o confundido, pero yo solo quería desaparecer de ahí, así que lo esquivé para irme, en el momento que él pareció moverse o intentar impedirme el paso, pero en esa confusión no sé cómo su mano terminó tocando por medio segundo una de mis tetas y reaccioné sin pensar cuando mi lado autoritario, moralista y loco surgió empujándolo por el pecho.

─ ¿Qué te pasa, imbécil? ─dije sorprendida─, me tocaste una teta.

Oh-oh.

Maldita sea, acababa de llamar imbécil al jefe de mi jefe.

Y no solo eso, lo había empujado.

Él parecía más sorprendido que yo por mi arrebato de agresividad, y lo peor era que yo sabía que no lo había hecho apropósito.

─ ¿Disculpa? ─dijo alzando ambas cejas─, no lo hice, o al menos no fue intencional.

Sabía que había sido un accidente, no entendía por qué reaccioné así, como si los nervios se hubieran apoderado de mí y hubieran apagado mi cerebro.

─Yo… lo sé ─murmuré sintiendo mis mejillas sonrojarse─, pero por favor solo, aléjate de mí, no me gustan estos juegos.

Él me observó por más de un segundo fijamente, su mirada intensa y su rostro usualmente indiferente y burlón ahora parecía tenso y malhumorado.

─ ¿Estos juegos? ─repitió ofendido─ ¿Qué me aleje de ti? En primer lugar jamás me acerqué a ti, no sé qué clase de fantasía hayas creado en tu mente pero aquí ─nos señaló a ambos con su dedo─, no hay, ni habrá nada.

Me quedé sin respiración.

Su ceño fruncido, su rostro tenso, como si se hubiera colocado una máscara frívola, maldita sea, y todo por mi culpa.

Sentí que el sonrojo cubrió ahora toda mi cara y parte de mi cuerpo, mis orejas ardían de lo caliente que se encontraban.

Vergüenza. Esto era vergüenza pura.

¿Pero qué estaba pensando al decirle tal cosa? Él no había hecho nada, solo bromear con lo que pasó en el aeropuerto y se amable, yo era la loca que creyó que él siendo tan jodidamente inalcanzable estaba coqueteando conmigo y que de alguna forma quería sobrepasarse.

Además estaba casado, joder, él no estaba buscando nada.

─Lo lamento… no quise…

Pero él me interrumpió diciendo:

─En primera, no vuelvas a tocarme, en segunda, jamás se me pasaría por la mente querer tocarte de manera sexual ─me miró de arriba abajo despectivamente─, no tienes nada que me atraiga, y en tercero, no vuelvas a tutearme, soy el jefe, tú ni siquiera una empleada, y puedo echarte si me da la maldita gana de la empresa por faltarme el respeto.

Mierda.

MIERDA.

Creo que mi sonrojo se había disipado y estaba tan blanca como un fantasma del miedo, me había quedado sin habla, si decía algo iba a quebrarme en llanto, literal me pulverizó,

¿Por qué tuve que decir algo tan estúpido?

¿Por qué tuve que reaccionar así?

El profesionalismo me lo había metido por el culo.

Joder, quería desaparecer.

─No volverá a pasar ─me forcé a decir en un hilo de voz, él no dijo nada, solo me rodeó y entró al baño de hombres sin ni siquiera mirarme o volver a dirigirme la palabra.

Cerré los ojos con fuerza, la había cagado hasta el fondo y más allá.

Chica loca del aeropuerto.

Así me sentía, maldita sea, hoy había coronado en mi nivel de torpeza.

Me despedí rápidamente de los empresarios excusándome con que tenía cosas que hacer, pero en realidad quería irme antes de que Tim volviera, no podía volver a verle la cara nunca, primero le enseñé las tetas, luego lo empujé y le grité acusándolo de acoso laboral.

¿Pero qué pasa contigo, Venus?

Estúpida, eres una estúpida.

Este día no podía empeorar o al menos eso creí.

Al regresar a mi casa, me cambié de ropa y por fin me saqué los tacones por unos cómodos deportivos, solo necesitaba que este día acabara. Fui a la librería a trabajar, me sentía agotada, solo quería dormir, pero era una adulta con responsabilidades.

Una torpe adulta, con responsabilidades.

─Hola ─dijo César cuando entré a la tienda─, llegas diez minutos tarde.

Ese tono de voz y esa mirada frívola demostraba que seguía enojado conmigo.

Maldita sea, lo que faltaba.

─Fui a cambiarme de ropa, amor ─me justifiqué acercándome a él para darle un beso en los labios, sin embargo él giró el rostro alejándose de mí apropósito.

Auch.

─Claro ─dijo en sarcasmo y molestia─, ¿Cómo te fue en tu importante almuerzo?

Estaba molesta, con ganas de llorar y apunto de gritar de frustración, lo último que me apetecía era aguantarlo a él.

─No te importa ─dije ya harta sintiendo mis ojos cristalizarse casi gritando─, no estoy de humor.

Realmente me sentía como una mierda por lo que pasó con el vicepresidente y estaba agotada, todo mi cuerpo quería derrumbarse debajo de una roca y nunca más salir.

Ahora solo quería estar sola y callada sin que nadie me molestara.

Comencé a arreglar los folletos de publicidad, necesitaba un momento de paz, leer siempre me relajaba, pero me gustaba leer cuando Cesar no andaba cerca, siempre era místico con que tocáramos y usáramos la mercancía, así fuera para ojear un poco o leer.

Habían pasado tal vez diez minutos cuando Cesar decidió acercarse por detrás y darme un abrazo.

─Perdón, amor ─murmuró dándome un beso en el cuello─, no sé cómo estuvo tu día ─sus labios subieron por mi mejilla hasta rozar mis labios─, perdón.

Obviamente él no sabía el día de mierda que tuve, pero esto era lo que más me gustaba de él, siempre estaba dispuesto a consentirme y podía ser el ser más amoroso y comprensible del mundo, siempre le gustaba hacerme sentir bien.

Sus labios tocaron los míos y yo abrí la boca para que su lengua jugara con la mía profundizando el beso que se volvía cada vez más profundo y apasionado, esto era lo que necesitaba, relajarme y perderme en él me encantaba.

Esto era lo que necesitaba, amor, comprensión y ternura.

Me voltee para envolver con mis brazos su cuello y acercarlo más a mí, sus manos viajaron por la silueta de mi cintura hasta envolver mi trasero y apretujarlo contra él restregando su erección contra mi pierna para que sintiera que ya estaba duro y listo para mí.

Teníamos demasiados días guardando castidad, sentía que estaba demasiado sensible.

Solté un gemido cuando comenzó a besar mi cuello y yo comencé a desabotonar su camisa, él se separó por un momento, sus ojos paseando por la tienda observando que no había nadie y me empujó hacia uno de los cuartos de depósito.

Definitivamente, era lo que necesitaba.

Él se dejó caer en una silla y a su vez me jaló para que me sentara sobre él, le hice caso subiéndome la falda a la cadera y coloqué una pierna a cada lado de él, sus labios volvieron a tocar los míos en un beso más dulce pero lleno de necesidad, sus manos en mi trasero obligándome a que me moviera sobre él mientras sus gemidos se hacían cada vez más profundos y su respiración se aceleraba, me encantaba que se volviera loco de deseo por mí. Cuando de repente lo sentí apretar con más fuerza mis piernas y sus dientes mordieron mi cuello antes de que soltara un profundo gruñido.

No puede ser.

Solo sentí su entrepierna caliente, ni siquiera se había sacado su miembro.

─Mierda, me vine ─murmuró somnoliento.

Ya me había dado cuenta.

Estaba choqueada, no podía creer que me hubiera dejado con las ganas.

Otra vez.

─Es que teníamos más de dos semanas sin estar juntos ─se justificó─, no pude aguantar.

Tomé una profunda respiración, este día iba del mal en peor, ahora estaba frustrada sexualmente, físicamente y mentalmente.

─No importa, amor ─murmuré ¿qué más le podía decir? ─, pero no me dejes así…

Me acerqué para besar su cuello mientras comencé a moverme sobre su cremallera nuevamente para intentar retomarlo, sin embargo, él negó con la cabeza y agarró mis muñecas para que dejara de tocarlo por debajo de la camisa.

─No amor, debemos trabajar ─me dio un ligero beso en los labios─, te lo recompensaré después.

La decepción me golpeó como un tren, probablemente porque yo era muy impaciente y sabía que ese “después” era muchísimo después.

Muchísimo después significaba estar con mi vibrador más días.

─Está bien, amor ─fingí una sonrisa levantándome de sus piernas y arreglando mi falda para salir del depósito.

Maldita sea.

Como siempre, fingir estar bien era mi mejor arma porque de alguna manera terminaba engañándome a mí misma de estar bien.

Pero lo amaba, habíamos hablado de casarnos pronto, aunque claro nunca hubo una propuesta o un anillo, sin embargo tenía la certeza de que sería pronto, lo nuestro era para siempre. En ese momento creía que en el amor se debía aguantar todo, resistir y sobrellevar las inconformidades para no andar infelices y lograr que funcionara la relación.

Solo que no sabía que una relación funcionaba por ambas partes, que dieran lo mismo, pero a veces sentía que yo daba el 100% de mí en esta relación, y Cesar no daba ni el 20%.

De igual forma, él era el chico con el que soñaba casarme, él era estable en mi vida, y sabía que siempre sería así.

Seguí atendiendo la librería el resto de la tarde, Cesar salió a hacer unas diligencias de la librería, habían pedido un nuevo cargamento de libros, por lo que sabía después llevaría a su padre a la consulta con el doctor por el alzheimer.

Amaba a Cesar, se suponía que mi destino era junto a él, pero algunas veces realmente me entristecía que no hubiera intensidad en nuestra relación como de esas apasionadas que se leen en los libros, que el deseo fuera tanto que la intensidad y la pasión explotara en miles de llamas... Simples fantasías, pero, al menos mi fantasía de casarme con él y tener muchos hijos seguía intacta y era la única que veía real.

Futura señora de Cesar Montesco, o señora Venus de Montesco, siempre me sonó bien.

Hasta ese momento.

Fue exactamente a las 9 de la noche cuando recibí esa llamada, lo recuerdo porque estaba a punto de cerrar la librería cuando el teléfono local sonó, lo atendí débilmente confundida, usualmente los proveedores eran los que llamaban ahí, pero no al momento de cerrar.

Para mi sorpresa, no era un proveedor.

Llamaban del hospital, creí que era por el padre de Cesar, el señor Roberth y su condición de alzhéimer, pero no llamaban por él…

Llamaban para informarme que Cesar había tenido un grave accidente en el auto y estaba en terapia intensiva.

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