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En la cuerda floja 2

—¿Cuánto tiempo has estado aquí?

—Desde que me enteré —la voz de Flavio suena extraña—. No duermo más que cuando ella lo hace. Trato de convencer a Brenda, pero es implacable. El mafioso convierte a las chicas en monstruos. Cuando se trata de alguien malo no tengo inconveniente, pero con alguien como Haziel...

La voz se le quiebra y vuelve a golpear el vidrio. Un segundo después, Brenda acciona el látigo y otro grito atraviesa el viento. Esto está mal. De repente me asalta la idea de que le hagan algo así a Dinaí y la respiración se me corta. Maldito sea Trébol, maldito sea el detective y maldita sea en lo que se ha convertido la organización. Es diferente cuando sé que es alguien malo, algún criminal, pero ¿a alguien que quieres? Ahí es cuando todo cambia.

—De verdad lo siento —dice Flavio una vez que el grito enmudece y Haziel cae al suelo—. Te moví para que Dinaí fuera herida de gravedad y no matara a Catarina, me dejé llevar, de verdad lo siento. Después de ver esto, creo las modificaciones son verdaderamente peligrosas. Y no es su culpa, es del mafioso.

Ya. Sus disculpas no me sirven de gran cosa. Ya está hecho, Dinaí me odia, seguramente me quiere matar y Catarina sigue viva para cobrar su venganza contra el dichoso mafioso. Sinceramente, cada día que pasa menos ganas tengo de seguir adelante con esto.

Creo que Haziel ha perdido el conocimiento, pues ya no se mueve aunque se nota que respira. Brenda deja el látigo a un lado, se arregla el cabello y sale de la celda. Flavio casi se avienta hacia la puerta para entrar, pero Brenda le cierra el paso.

—Nuevas órdenes —dice la chica—. Ya no puedes pasar. No me culpes a mí, viene de los grandes.

Me siento mal por Flavio, pero aún tengo resentimiento por lo del disparo. No sé cuánto tiempo me tome perdonarlo. Brenda se va y nos deja a Flavio y a mí parados como idiotas. Al final, Flavio se acerca a los barrotes y se queda ahí sentado, viendo a Haziel. Esa chica no merece esto.

—Sé que pronto cantará —dice Brenda a lo lejos—. Pronto será el turno de la mafiosa Dinaí, en poco tiempo obtendremos respuestas y el mafioso principal va a caer.

Eso activa una alarma en mi cabeza. No, a Dinaí no la van a tocar. Antes nos mato a ambos, ni loco dejo que Brenda se le acerque. Volteo a ver a Flavio, tirado, derrotado en el suelo; debatiéndose entre el deber y el amor. No es idiota, sabe que si se niega y desobedece órdenes lo podrían encarcelar; es más útil estar fuera que encerrado y por mucho que le duela no puede hacer gran cosa.

Flavio me encontró, me ayudó, es casi mi hermano, pero el día que me movió, todo entre nosotros cambió. Y hasta ahora me pide disculpas, pero el mal está hecho. Al final, la organización nos ha hecho daño a todos, fue mi hogar por mucho tiempo, hallé a grandes amigos que se convirtieron en familia, atrapé y encerré a muchos criminales; pasé mis mejores y más divertidos momentos. Sentí que hice algo para vengar a mi mamá... pero en este momento todo está torcido.

Veo a Flavio sufrir demasiado, veo a Haziel, moribunda y desnuda sobre el piso, pienso en Dinaí quien lleva días en la habitación y no la he podido ver, pienso en la guerra entre bandos que se avecina...

Y entonces tomo una decisión que jamás imaginé.

Como si no tuviéramos demasiado en lo que pensar, llega Emma de improviso, sin darnos chance a procesar todo lo que ocurre nos embiste.

—Han cremado al poli encubierto ese —dice con indiferencia, como si Haziel no estuviera inconsciente en la celda—. El detective Serrano sí que está mal. Le enviarán las cenizas a la familia y pues una carta con mentiras. Dice que es mejor eso a admitir que es un traidor.

Habla de Germán, desde que Catarina lo mató, se abrió un debate sobre qué hacer con él. Unos quisieron dejarlo y que los de Sores se encargaran, otros querían desaparecerlo, pero al final, creo que hicieron lo correcto: Cremarlo y enviarlo con su familia. Al menos no se quedarían con la incertidumbre. Cuando tienes a alguien en la policía o el ejército, sabes que estará en peligro y si se trata de un agente infiltrado, más aún.

Flavio apenas mira a Emma, parece más interesado en golpear suavemente su cabeza contra los barrotes. Nuestra amiga nos mira alternadamente, parece arrepentida, luce un poco avergonzada incluso. De todos, ella es quien más comprometida está con la misión.

—Sé que ahora todo parece oscuro —lo dice la chica que parece vampira gótica—. Pero estamos por terminar con esto. El mafioso va a caer. Con todo lo que hemos hecho la violencia e inseguridad decrecieron en más del setenta por ciento. Le hacemos bien a la gente inocente, aunque no nos conozcan, sé que agradecen el poder caminar sin tener que mirar sobre su hombro.

¿Será eso cierto? Desde hace más de tres años la inseguridad decreció demasiado, muchas chicas volvieron a sus casas con sus familias y aunque aún hay muchos drogadictos, son menos los jóvenes que se adentran en el mundo de las drogas. Sí, el panorama exterior es muy bello, pero cuando te hallas en la encrucijada de la guerra, todo se ve mal.

Emma parece aburrirse de nosotros, pone los ojos en blanco, da media vuelta y se va. Espero a que desaparezca de las celdas antes de condenarme con mis siguientes palabras.

—Flavio, nos vamos —digo en un susurro—. Dinaí, Haziel, tú y yo nos largamos antes de que esto se ponga peor.

Aiden

El tipo que habla con voz gangosa (creo que su nombre es Fabricio), ya me tiene hasta el pito. No sé si habla así porque está enfermo o porque así nació, pero joder, necesito que se calle porque ya no presto atención a lo que dice. La cosa es, que no solo es su voz, es él como persona. Su piel pálida, los ojos con poco brillo y el aroma a loción y jengibre.

—Según el informe del rastreador, la organización se refugia en algún edifico de esta zona —proyectan un mapa en la pared y un círculo encierra una zona—. Es un radio de dos punto siete kilómetros, pero espero que sea de uno dentro de un par de días.

Para mí un par de días no es suficiente. Podrán decirme impaciente, pero Di corre peligro y después de conocer a uno de los experimentos... que diga, a una chica que aceptó ser modificada genéticamente (la remuneración económica fue bastante buena), temo por su vida. La zona está alejada del pueblo. No exactamente al otro lado del país, pero definitivamente no me imaginaría que la guarida de la organización estuviera ahí.

Esos rastreadores se han rifado. Hasta donde sé, ninguno ha sido atrapado; si acaso los llegan a descubrir, se toman su pastilla, sufren un dolor terrible por unos instantes y luego mueren. No sé si yo tendría el valor de suicidarme, pero me impone la tortura que me espera si me llegan a atrapar. Tal vez morir sea mejor opción.

Por el contrario, los rastreadores del otro bando no han corrido con tanta suerte, pues yo mismo le disparé a uno cuando quiso escapar. Aparte de ese, hemos atrapado a otros dos; uno de ellos murió por el disparo y otro se suicidó al tomar el arma de un imbécil de los nuestros.

—Suponiendo que rescatan a Di, ¿qué sigue después?

Elisa se ha convertido en otra pieza importante en este juego del diablo. Yo siempre la vi como una persona superflua, algo tonta y muy guapa; pero desde que se metió en este desastre, ha demostrado ser leal y cumple órdenes. Y como Rosanna piensa que aún es la mejor amiga de Di, ella también asiste a todas las reuniones del consejo y demás. No me lo ha dicho, pero sé que ha estado entrenando, ella es buena, pero una vez la espié y joder, se ve mucho mejor. Creo que yo también debo entrenar. Si no voy a terminar muerto.

—No sé —le respondo en voz muy baja—. Aún no me dicen nada.

No es que no me hayan dicho nada, es que no he preguntado porque sinceramente, no me importaba. Pero Elisa tiene razón: ¿Qué sigue después? Buena pregunta. La organización esa no se va a detener hasta que todos nosotros caigamos, pero Sandro me ha dejado en claro que no se va a dejar vencer, entonces ¿lo que se busca es hacer caer a la organización? Veo más viable que ambas organizaciones se destruyan mutuamente.

La verdad es que mi padre no se nota muy a gusto aquí. Hemos tratado de ocultarle los detalles oscuros como la realización, distribución y venta de innumerables drogas o peor aún, lo de las personas con las que experimentaron. Cuando me enteré de los experimentos casi me salgo de aquí, me sentí tan asqueado que por poco le reclamo a Sandro, pero luego me sentí jodidamente hipócrita. Yo mismo participé hace tiempo, tuve que olfatear a una chica y decir si tenía un aroma peculiar. Por supuesto que eso no fue algo normal, no me imaginé que fuera un experimento, pero definitivamente no era algo inocente. Así que no huí estúpidamente (pues seguro nos habrían encontrado y nos habrían matado), de hecho solo fui a hablar con Sandro y me explicó todo. De hecho me presentó a uno de sus experimentos.

—No tengo que darte explicaciones sobre los experimentos —me dijo con voz severa y mirada dura—. Lo que hice ya no se puede reparar, pero no me arrepiento. Cada chica y chico reclutado firmó su consentimiento, se les prometió una suma jugosa de dinero y aunque no la pasaron muy bien, fueron recompensados. Aparte, hicimos bien, una vez que su tiempo en el laboratorio terminó, los devolvimos a sus lugares de origen. Para disimular, liberamos a otras chicas de diversas redes de prostitución, metimos a nuestros experimentos con ellas y listo; de regreso a su casa.

Eso no era del todo cierto. O sea sí, liberaron a chicas que fueron secuestradas por tratantes, pero las metieron en otras redes de trata, pero esta pertenecía a la mafia de Sandro. Se quiso justificar diciendo que dejó pistas para que las autoridades cayeran sobre ellos y pareciera un rescate "real". Y digo, sí, las chicas volvieron a sus casas, pero no siempre fue la policía quien llegó al rescate, ¿cierto?

—No me mires con reproche —Sandro siempre se veía despreocupado—. Las liberaron y ahora están bien y mejor aún, otras chicas con las que nada tuve que ver volvieron a sus hogares. Mira, no soy un santo, pero traté de enmendar mis errores. Ahora yo controlo cualquier negocio ilegal en el país y yo me encargo de que ningún inocente salga herido.

Fue después de eso que me presentó a uno de los experimentos. Se trataba de una chica alta, de tez pálida y ojos negros. Se veía contenta, de hecho, le mandó el dinero a su familia y gracias a eso pagó el tratamiento de su abuelita. Cuando me tocó, su piel gélida me provocó un escalofrío, algo en ella no estaba bien del todo. Lo pude sentir en mis huesos; inmediatamente me vino a la cabeza Catarina y Valentina.

—Algunas se te escaparon —solté de improviso cuando el experimento se fue—. No me mientas, hace tiempo me pidieron olfatear a una chica: olía a jengibre y loción, el mismo aroma en Gustavo.

—Hubo imprevistos —dijo restándole importancia con un ademán—. Para regresar a todos a sus casas necesitábamos quitar el aroma de las sustancias, en mujeres lo logramos, pero en hombres no pudimos.

Y entonces algo hizo clic en mi cabeza. Gustavo fue un experimento, fue parte de esta mierda.

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