




En la cuerda floja
Mateo
Las celdas siempre son frías. Eso podría justificarse debido a que en esta construcción de mierda las celdas están en el nivel más profundo, apartadas de todo y todos, quienes vienen acá son los prisioneros y torturadores. Solo en ocasiones especiales, como esta, vienen los visitantes.
Se siente el suspiro gélido del viento paseando entre las paredes, acariciando la piel desnuda de los presos, invitando a revelar todos sus secretos. Cuando has pasado dos días seguidos sin dormir, con una luz blanca e intensa iluminando sin piedad, con la única compañía de un molesto zumbido que incrementa hasta volverse insoportable y después desaparecer por completo, es normal entrar en un estado de estrés que poco a poco te vuelve vulnerable; el dolor y la agonía son tales que dirías lo que fuera con tal de abandonar el sufrimiento.
Muchos abren la boca en dos o tres días, unos cuantos resisten hasta cinco, pero alguien que ha experimentado el arduo entrenamiento por el que cualquier miembro de la organización ha pasado, es capaz de soportar dos o tres semanas. Incluso más y lo sé porque he visto agentes que vuelven después de estar presos más de dos meses y aunque se ven desahuciados, siguen vivos y sin abrir la boca.
Siempre se necesita un poco de ayuda; para eso existen los torturadores. Esa gente tiene que atravesar un entrenamiento especializado y someterse a varias pruebas psicológicas. Porque no cualquiera puede hacer el trabajo. Algunas personas dirían que es un arte, podría ser, pero no por eso es menos desagradable. Alguien que se dedica a torturar debe cumplir ciertos requisitos, entre ellos, el más importante: Que no disfrute hacer el trabajo. Porque sí, un torturador debe ser fuerte, paciente, inteligente, ser hábil de palabra y tener estómago para infligir dolor sin que termine con un trastorno mental; pero más que eso, no debe disfrutar hacer lo que hace. Porque en tal caso todo se convertiría en un juego sádico en el que se tortura sin piedad y al final no se logran conseguir respuestas y solo se daña sin sentido.
Disfrutar dañar a los demás es tan peligroso como darle un fósforo a un psicótico en plena crisis. No se conocen límites, una vez que se empieza, ya no se puede parar. Por eso se invirtió tanto en el entrenamiento de los torturadores, pero ahora ya no es necesario, pues a nosotros llegaron las personas perfectas para el trabajo y sin tener que pasar por un arduo entrenamiento; después de todo, ellas ya tuvieron su momento para convertirse en lo que son.
Catarina y Brenda fueron halladas en distintas misiones.
A Brenda la encontraron hace más de un año en una venta clandestina de mujeres. En ese entonces no sabíamos con quién exactamente tratábamos, pues el mafioso aún no aparecía bien en el mapa y de inicio se pensó que esa red de trata no era más que otra más de las miles que había en el país. Una vez sacamos de ese asqueroso lugar a todas las chicas y las regresamos sanas y salvas a donde quiera que pertenecieran, nos dimos cuenta que Brenda no era como las demás. Su piel pálida, siempre tan fría como el hielo y sus ojos carentes de emoción denotaban que algo más tenía. Aparte de ello, la falta de recuerdos, la pérdida de memoria y la falta de habla.
No logramos dar con familiares o amigos; Brenda no sabía quién era ella antes de haber sido secuestrada. Guardaba recuerdos del tiempo que estuvo privada de su libertad, pero no dijo una sola palabra hasta que, meses después, dimos con Catarina.
Catarina fue otra chica hallada en un sótano de un bar de mala muerte. Estaba en compañía de más chicas que probablemente serían vendidas. Al igual que Brenda, Catarina tiene piel pálida, su toque es gélido y al inicio tenía la mirada vacía. Lo primero que dijo al verse liberada, fue su nombre completo y cuando no logramos contactar a sus familiares o amigos; confesó que no recordaba quién era antes de ser secuestrada. Pensamos que al verse con Brenda se reconocerían mutuamente, pero no fue así; la realidad fue que rostros y nombres estaban olvidados, lo único que conservaban eran sucesos y algunos eran vagos.
Una vez que Brenda reconoció en Catarina esa sensación de haber perdido su personalidad y estar sola en el mundo, confesó que estuvo encerrada, que gente vestida de color blanco la visitaban a diario. Relató sus días que consistían en ser despertada sin delicadeza alguna para someterla a pruebas, ponerle agujas sentir dolor mientras sentía que se perdía a sí misma. El relato de Catarina fue parecido; mil rostros cubiertos con máscaras, agujas, dolor, y un aroma a jengibre y loción. Algo que ninguna podría olvidar. Lo que más fue útil, fue el único rostro que recordaba: un chico de ojos grises y piel bronceada que muchos años atrás la olfateó. Y gracias a un video que subieron a redes sociales Catarina reconoció a Aiden y llegamos a Sores; el lugar donde todo se fue a la mierda.
Brenda aceptó su nueva faceta después de abrirse. Trébol y los demás le propusieron trabajar con nosotros y ella aceptó. Es fría emotivamente hablando, mentalmente es estable, no necesita descansar tanto y aprende rápido. Siente empatía, pero no se deja engañar, es todo lo que un agente entrenado, pero sin todo lo invertido en el entrenamiento. Lo malo es que siente un pavor incontrolable al sentirse cerca del mafioso; hace tiempo fuimos a una misión, fue la primera vez que tuvimos contacto con gente cercana al mafioso. En cuanto llegamos al estacionamiento, Brenda se volvió una chica vulnerable; de una u otra forma los tipos se dieron cuenta que ella era una modificada y cuándo exigieron llevársela, la pobre Brenda se puso aún más pálida. Y fue gracias a Dinaí que no se la llevaron.
Dinaí, tan bondadosa y empática como siempre, salió en ayuda de una chica que jamás en su vida había visto y se puso en riesgo con tal de evitar que se la llevaran. Si alguien hace eso por ti, le agradeces, quedas en deuda o qué sé yo. Pero Brenda no, jamás agradeció, al contrario, cuando se enteró que Dinaí tenía compatibilidad con el mafioso y todos concluyeron que estaba inmiscuida en el asunto; Brenda se ofreció a "hacerla cantar".
Catarina, en cambio, no se siente a gusto con ella misma; no puede aceptar que fue modificada de alguna forma y se aferra a lo que perdió. Sin recuerdos, sin carisma, con un deseo de dañar a cualquiera que no piense como ella...al contrario que Brenda, la pelirroja estuvo en contacto directo con el mafioso; de alguna forma está segura de ello y fue gracias a su sospecha que nos entregó una prueba de ADN del tipo.
Un trozo de tela con semen. Seguimos sin saber cómo fue que lo consiguió, ella misma lo desconoce, pero lo guardó bien y es lo que nos permitió avanzar en el caso.
Un aullido agudo de dolor me saca de mis pensamientos; el grito denota tanta agonía y sufrimiento que siento un escalofrío recorrerme de cabeza a pies.
Las celdas están una frente a otra, en medio está el pasillo por el que se camina para llegar a cualquier celda. Hay bancas para quien quiera ver el espectáculo y no por gusto, si no para escuchar la información que salga de los labios moribundos de un prisionero que ya no aguanta más.
Otro grito atraviesa el viento, esta vez no siento escalofríos, pero un sentimiento de incomodidad se deposita en mi estómago. Frente a la celda más alejada, una figura se halla en el suelo. Con sus manos toma los barrotes como si tratara de romperlos; por un momento golpea el vidrio que cubre la parte de enfrente, pero no tiene sentido, el vidrio resiste casi todo.
Trago saliva, ya van varios días de tortura hacia Haziel, todo este tiempo intenté evadir el problema, pues siendo sincero; la amiga de Dinaí me agradaba cuando no estaba dentro de la organización, pero una vez que entró, no me cayó nada bien. Sobre todo porque tenía que ocultarle la información a Dinaí; no podía llegar y decirle que su amiga con la que ya ni hablaba estaba entrenando para ser parte de la organización. Pero aparte de eso, me desagradaba porque hizo que Flavio cortara con su ex novia (quien era una muy buena amiga mía) para que ambos fueran novios. Y se volvió engreída; mucho. Pero obviamente no le desearía a un conocido que no haya hecho algo verdaderamente malo ser torturado de tal manera. El robar unos documentos no me parece justificación para infligir tanto sufrimiento en una persona.
Me paro al lado de Flavio y no hago más que quedarme en silencio. Frente a mí veo a Haziel, la chica se ve terrible. Tiene el rostro ensangrentado, se halla desnuda y está empapada de la cabeza a los pies. Por respeto a su dignidad, aparto la vista y mejor me centro en Brenda. Camina en círculos alrededor de Haziel, mueve los labios, pero habla tan bajo que no escucho lo que dice; en su mano derecha sostiene un látigo y este escurre sangre. Vuelvo a tragar saliva, se me ha hecho un nudo en la garganta.
—Ha dicho que no tenía idea de que Dinaí estaba metida en la mafia —Flavio habla en voz baja, mira al piso, estoy seguro de que ha llorado—. Ella le dio los documentos que teníamos de ella y su padre, pero solo como parte de un trato que hicieron. Dinaí distraía mientras ella robaba los documentos. Se enteró de todo, ¿sabes? De las torturas, de nuestros métodos. Creo que no estuvo de acuerdo y ahora la tienen aquí.
Bueno, pero robar documentos es un riesgo y más si se trata de una organización como esta en la que no hay ley que nos rija y podemos usar métodos poco éticos. Entiendo que Trébol esté paranoico, ahora cree que Haziel y Dinaí tenían una relación y busca enterarse de la verdad, pero, ¿qué tal que esa es la verdad? Si Haziel después de tanta tortura insiste en que no tenía idea de que Dinaí era parte de la mafia y que los documentos solo fueron parte de un intercambio... le creo.