




Debilidad II
Mierda, ahora quiero vomitar. Me centro en respirar profundo, en poner la mente en blanco o en otro color y en no pensar que algo tengo que ver con la mafia. "Tranquila, Dinaí, no más ataques de pánico, por favor."
—Mi mamá tenía un amante —suelto de improviso, vaya, de todo lo que pude haber dicho eso sale—. Tal vez se conocían desde antes de mi nacimiento, pudiera ser que yo fuera hija del otro y no de mi papá.
Eso sonó estúpido. ¿Soy hija de otro que no es mi papá? Vaya, Dinaí, ahora sí te luciste. Pero parece funcionar, pues Mateo ladea la cabeza y se endereza en su silla de madera. Ha de estar incómoda, ¿desde hace cuánto estará aquí? No creo que estuviese metido aquí durante mi sueño profundo. Obviamente no, él seguro estaba preocupadísimo por la carita bonita de Catarina. Maldita pelirroja, en cuanto su rostro aparece en mi mente, la burbuja de ira que se iba desvaneciendo, cobra fuerza.
—¿Quién era el amante?
—No soy idiota, Mateo —digo mientras adopto actitud arrogante, prefirió a su pelirroja, yo prefiero hacerme la difícil—. Me tienen aquí encerrada y estoy segura de que no es un hospital común y corriente. Me disparaste aún después de decirme "mi amor" y ahora te mandan a ti para sacarme información —claro, agárrense a la que no sabe un pito —. No sé un carajo y lo poco que sé, ni pienso soltarlo tan fácil.
De pronto, la puerta de entrada que estaba entreabierta, se abre totalmente de un portazo y por el umbral asoma el hombre más atractivo que he visto en mi jodida y miserable vida. ¿Qué chingados hace el detective Serrano aquí? Lo recuerdo de la boda, estaba parado frente a mi padre y le apuntaba con el arma. Que den gracias a mi herida, porque si no, los asesinaría a todos. Catarina es la primera de la lista.
—Eso no será problema —la voz grave e imponente del detective apenas me hace reaccionar, no le tengo miedo—. Hay varias formas de hacer hablar a alguien.
—Trébol —Mateo se levanta de un brinco y se dirige a un hombre bastante bien parecido (¿dónde hacen a estos hombres tan buenos?)—. ¿Qué significa esto? Teníamos un...
El tal Trébol alza la mano y hace callar a Mateo, vaya, jamás creí presenciar eso, aunque debí esperarlo, Mateo tiene superiores.
—Mateo Payró, eres uno de nuestros mejores agentes —la voz de Trébol casi tiene un timbre de disculpa—. Pero no puedes estar en contacto directo con la principal sospechosa —si se refieren a mí es que están imbéciles—. Retírate y repórtate con Emma, ella te informará sobre tu nueva tarea.
Mateo cierra los puños con tanta fuerza, que por un momento siento que va a golpear a Trébol. En verdad lo esperaba, pero no se atreve. Solo me lanza una última mirada antes de salir enfadado y golpear la puerta antes de desaparecer. Ahora que estoy en medio de desconocidos que me miran con atención, me siento indefensa. Ahogo el efímero anhelo de que Mateo vuelva y mejor me hundo en mi ira.
Un hombre de lentes y que porta bata se acerca al monitor que hay junto a mi cama. No hay que ser un genio para darse cuenta que es el doctor. Se posiciona tan cerca que si me muevo rápido, podría morderlo.
—Estuvo una semana sedada con benzodiacepinas, respondió bien al flumazenil —¿una semana? No me jodan, ahora sí empiezo a preocuparme por mi padre—. Tiene buen sistema inmunológico y aunque perdió sangre, la hemoglobina está normal. El electrocardiograma está normal, los estudios de laboratorio no reportan anomalías y el antibiótico ha evitado infecciones. El encefalograma lo haremos hoy.
Este pendejo, ¿qué se cree? A mí nadie me va a andar haciendo algo, tengo derechos y según entiendo, para cualquier procedimiento médico necesitan mi consentimiento.
—No he dado mi permiso.
Todo dejan de mirar al doctor y centran su atención en mí. Sí, hola de nuevo imbéciles. Gracias por no dejarme morir (aunque ya me había hecho a la idea), pero no crean que seré la abnegada y sumisa chica que cooperará.
—En cuánto su análisis de ADN arrojó coincidencia con el del criminal más buscado por nosotros, perdió sus derechos —habla Trébol que a pesar de tener sonrisa bonita, parece peligroso—. Nosotros no nos regimos por reglas políticas. La organización no existe a los ojos públicos y nuestros amigos de la policía no dirán nada —señala al detective—. Ahora trabajamos juntos y estamos dispuestos a todo con tal de acabar con el imperio criminal.
Ajá. Ya veo. Este cabrón acaba de decirme que no tengo opción, porque si no coopero, me sacarán información (que no tengo) a la mala. Y no podré hacer nada porque la misma policía está metida en esto. O sea estoy jodida.
—¿Cómo es posible que tengan el ADN del mafioso, pero no tengan la identidad? —yo no confiaría en algo así—. ¿Acaso llegó alguien y les dijo: "Hey, tomen, de regalo les traje el ADN del mafioso"?
Todos me miran casi como si se estuvieran burlando. Malditos hombres, miren que están buenísimos (menos el doctor), pero después de saber que son capaces de torturar con tal de cumplir su objetivo, prefiero matarlos antes que acostarme con ellos.
—Una agente de confianza consiguió la muestra —Trébol vuelve a sonreírme, algún día voy a borrar esa sonrisa de su cara—. No voy a discutir contigo mis métodos, pero tú sí que vas a responder preguntas.
El detective avanza un par de pasos, toma la silla que usó Mateo, la acomoda y toma asiento. Ahora que está más cerca de mí, el vello de mis brazos se eriza. No tengo miedo como tal, pero no puedo decir que estoy súper cómoda y que me estoy divirtiendo a lo grande. Por dios, este hombre parece que fue creado para matar y ni su vestimenta antigua graciosa evita que un hormigueo nervioso me recorra de la cabeza a los pies.
—¿Su padre es Roberto Macías Salas?
Asiento con la cabeza. Por supuesto que lo saben, yo bien idiota le di mi nombre al detective cuando lo enfrenté en la escuela, de nada servirá negarlo.
—¿El señor Roberto Macías Salas y la señora Valentina Tovar Flores estaban comprometidos?
Asiento de nuevo, ¿a qué va todo esto?
—¿Sabía usted que Valentina planeaba matar a su padre el día de la boda?
Olovorgo, ¿qué? O sea sospechaba de Valentina, pero después llegué a creerle todo lo que dijo, y una cosa es que creyera que la perra era de la mafia, pero otra cosa es que supiera que quería matar a mi padre, ¿fue ella quien apuñaló a papá?
—¿Ella apuñaló a mi papá? —ambos hombres asienten—. Cuando llegué con mi papá, fue usted quien le apuntaba con el arma —le digo al detective—. Valentina no estaba a la vista.
—La señora Valentina fue asesinada por un enviado del criminal principal quien creemos, usted sabe la identidad —están idiotas, tienen a la persona equivocada—. Le pegaron un tiro en la cabeza en el momento justo que ella apuñaló al señor Rodolfo, a su vez, uno de los colegas de la organización disparó al tipo y finalmente otro enviado criminal disparó al colega. Valentina Tovar actuó por cuenta propia; no era de ningún bando en específico, regreso a mi pregunta, ¿usted lo sabía?
Trago saliva y niego con la cabeza. ¿Valentina actuando sola? O tenía algo contra mi papá o simplemente era psicópata. Tal vez ambas. Si ella no era la mafiosa, ¿entonces quién? No pienso creer el cuento de que se trata de mi papá o algún familiar de él.
—¿Qué sabe de Aiden Laredo y Elisa García y su nexo con los criminales?
—Nada —respondo inmediatamente, es la verdad—. Aiden fue mi amigo hace más de siete años, pero nos peleamos. Elisa tampoco es mi amiga.
Trato de sonar lo más convincente posible, por un momento medité la idea de confesarles que Aiden fue quien mató a mi mamá, pero no confío en estos tipos. No confío en nadie.
—¿Qué tipo de relación llevaba con el agente Germán Bustamante?
En cuánto escucho su nombre, una punzada atraviesa mi pecho. La imagen de su rostro vuela a mi mente y tengo que concentrarme en no dejarme caer hacia un mar de ira, odio y rencor. Aún tengo la sensación de su sangre en mis manos, aún conservo el recuerdo de su mirada vacía viendo un cielo oscuro. Mientras mi padre moría a unos cuantos metros, el hombre que seguramente terminaría amando murió antes de que llegara a él. Y yo misma morí ahí con él y con mi padre.
—¿Mi padre está vivo?
—Responda la pregunta.
—¡¿Que si mi padre está vivo?!
Los hombres se miran entre ellos y vuelven su atención a mí. Sus expresiones son frías, calculadoras, observadoras. A mí no me engañan, quieren hacerse los buenos, pero bajo el deseo de acabar con el crimen, ellos mismos cometen crímenes.
—Responda la pregunta.
Me siento tan impotente, tan inútil. No estoy amarrada, ni esposada, pero es casi lo mismo, pues no puedo ni moverme. Quiero gritar, golpear, lastimar, pero en su lugar, lágrimas inundan mis ojos. No dejo caer una sola, no frente a estos hombres.
—No éramos ni novios —y esa es una desgarradora verdad—. Lo conocí camino a El Arco a inicios de Agosto.
—¿No lo conoció de antes?
—No, la primera vez que lo vi fue camino a El Arco.
—No sé qué tanto creerle, señorita Macías. Pues el agente Germán siempre fue un buen estudiante y excepcional policía, sin embargo, su único objetivo era acercarse a Gustavo, recabar información sobre gente cercana a él e informar cualquier movimiento extraño en la Universidad privada. Pero fue por usted que él se desvió de su misión y cuando se le ordenó asesinarla como parte de una estrategia, él se negó. Ningún policía del calibre del agente Germán haría algo así, no a menos que tuvieran una relación sólida, estable y que durara años. Usted y él se conocieron antes.
No. Estoy segura de que no. O sea soy pésima recordando rostros, nombres no tanto, pero igual tengo mala memoria. Pero no tan mala como para no recordar a alguien que conociera de antes. Y por más que lo intento, no hallo en mis recuerdos algún episodio en el que él y yo hubiésemos coincidido. Lo más borroso que tengo es el verano en el que me fui a Estrada de vacaciones, poco recuerdo y más que escenas, tengo recuerdos de que pasó algo. Como si mi mente me dijera: Pasó esto y esto, pero no tienes muy buenas imágenes. Pero estoy segura de que no lo conocí.
—¿Está segura de que no hay algún recuerdo?
No. No existen recuerdos de él porque no hay. No lo conocí antes, estoy segura. Y vale, me escondió que era policía, pero ¿que lo mandaron a matarme? En este momento, le agradezco que no lo haya hecho, pero tal vez pudo haber mencionado algo en lugar de esconder todo tipo de información. Ahora sé que trabajaba para el detective Serrano y siento que debo odiarlo, pero después de todo lo que hizo por mí...Tienen razón, hizo demasiado por una persona que recién conoció. Pero él era una buena persona, tenía buen corazón, era perfecto. ¿Por qué no pueden simplemente aceptar que alguien es bueno?