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Despierta II

—El asunto es que jamás me llevé bien con mi familia —comienza Rosanna, no logro asimilarla como la mamá de Di, ayuda—. La familia Quijano siempre fue vista en el vecindario como una familia ejemplar, con integrantes amables y el matrimonio perfecto. Pero era pura habladuría, pues bajo la fachada de perfección aguardaba un secreto oscuro: Los padres eran traficantes de cocaína. Y tenían su pequeña "empresa" con la cual sacaban lo suficiente y no se metían con los grandes, pero como siempre, surgió la ambición y empezaron a crecer. Mi solución fue largarme, fui a la universidad y después me mudé a Sores; era mi pueblo ideal. Sin problemas y sin tener que ver sobre mi hombro. Conocí a mi marido quien casi me obligó a invitar a mis padres a la boda porque quería conocerlos. Ese fue el primer gran error. Mis padres y mi hermano —señala a Sandro—, asistieron a la boda. Se mantuvieron apartados y con bajo perfil, pues para entonces ya estaban inmiscuidos en las grandes ligas. Casi ni hablaron con mi marido así que no entendí tanta presión. Al final todo salió bien, no hubo inconvenientes y descansé cuando mis padres dejaron el pueblo.

"Años después, mis padres y hermano se metieron en problemas gordos, el negocio crecía, pero los problemas y riesgos también. Para las entregas pequeñas contrataban gente común y corriente, les encargaban tareas como cambiar de lado bolsas, entregar mensajes, paquetes entre otras cosas. Todo sencillo, aunque había riesgos, por supuesto. El punto es que la competencia prefiere meterse con los pobres diablos que solo siguen órdenes; ya sabes, los más bajos en la jerarquía son los que más sufren. Llegaron a asesinar a más de cincuenta mensajeros, camellos y demás. Fue horrible. Llegó un momento en que mis padres mismos salieron a dar la cara por su gente. Y ahí empezaron los problemas.

Por culpa de que los invité a la boda, conocían mi ubicación. Primero mandaron cartas, luego enviaron mensajeros y finalmente enviaron a mi hermano. Sandro estaba cambiado, se veía más rudo, fuerte, se tiñó de blanco el cabello y estaba loco. Pero estuvo a punto de convencerme, estuve cerca de ceder y aceptar entrar al negocio familiar. Más no lo hice por amor a mi familia. Nos reunimos como cinco veces, tal vez un poco más. Al final logré que se largara con mi negativa y volví de vuelta a mi vida normal. Excepto que mi marido sospechó de mí, consiguió fotografías en donde yo verdaderamente parecía estar engañándolo y todo se cayó a pedazos.

No sabía cómo decirle que el de las fotos era mi hermano quien era un sicario mafioso y que de hecho toda mi familia lo era. Conociendo a Rodolfo, seguro me acusaría de incesto. Quise conservar a mi familia, negué lo del engaño e incluso inventé una excusa, pero nada funcionó. Rodolfo me pidió el divorcio y no pude hacer más que aceptar. Como si mi vida no estuviera tan de la chingada, me llega un mensaje de mi hermano diciendo que mis padres fueron torturados y asesinados durante su ausencia. Fue una masacre porque no fueron solo ellos si no más socios y gente allegada. Y todo por un socio enfadado que los entregó.

Cuando pasa algo de tal magnitud, no puedes evitar pensar que a fin de cuentas ellos se lo buscaron, pero debajo de todo, queda el deseo de venganza y la vergüenza por no estar ahí cuando tu familia más te necesitó. Repito, ellos se metieron en eso, sellaron su destino; pero no por eso el dolor fue menor. Al final, no importa si son cercanos, lejanos o cuántos kilómetros los separen, la familia es la familia y es lo más importante.

Sabiendo que seguramente mi hija me odiaría, que mi esposo ya me odiaba y que no tenía gran cosa por delante porque los juicios son sumamente pesados; decidí apoyar a mi hermano, no pensaba quedarme, pero quería sentirme útil y tener alguien que me apoyara porque cuando más solo te sientes, la vida te trata peor. Y debía ser fuerte para afrontar el divorcio.

Salí en camino hacia la capital del país, y me atacaron. No fue un ataque grave, la gente de mi hermano quien heredó lo poco que dejaron mis padres llegó antes de que fuera demasiado tarde. No me asesinaron, pero sí reconocieron mi rostro. Y con eso bastaba para dañar a quien fuera cercano a mí.

La solución, la única viable, fue fingir mi muerte. Y no solo eso, si no renunciar a mi cuerpo porque si no, nada sería creíble. El plan lo ideó el estratega estrella en menos de una hora, fui yo quien tardó un poco en aceptar que no habría vuelta atrás. Pues una vez que mi consciencia fuera transferida al nuevo cuerpo, Rosanna Quijano de Macías moría.

Así que sí, te elegí como el hombre que montaría la escena y déjame decirte que lo hiciste con éxito.

No pensaba volver a ver a mi marido ni a mi hija, con el tiempo me resigné a ser solo un fantasma. Fue duro, pero era por su bien, pues cuando se dio cuenta nuestra principal competencia que yo había "muerto" y mi hermano había quedado" loco" en un psiquiátrico, bajaron la guardia. Y eso fue lo que los hundió en la ruina."

Esto es un juego mental o algo, porque todo lo que escuché es coherente y tiene lógica; los sucesos cuadran. Pero aún tengo dudas y todavía resuena en mi cabeza la frase: "Mi consciencia fuera transferida al nuevo cuerpo." Mi mirada viaja de Rosanna hacia Sandro y viceversa. Al final miro a Alenna, siento que tal vez ella sea quien comience a reír y me diga que me relaje, pues esto es el infierno y todo es mame. Pero no, nadie se ríe, ni siquiera yo.

—Si no pensaba volver a ver a Di y a su marido, ¿por qué volvió? —qué pregunta tan tonta, debí preguntar sobre la consciencia—. Y justo en la boda de este con su prometida.

Joder, por eso el mensaje fue que extrajéramos al novio, Rosanna lo pidió porque se trataba de su marido o ex marido o no sé qué. ¿De verdad fue todo por celos enfermizos? Por dios, llevaba años sin verlo. Pero qué bueno porque su prometida también estaba loca. Vaya, el señor Macías sí que está salado; primero una heredera de la mafia y luego una loca.

—Hey, joven curioso —Sandro calla a Rosanna, quien está a punto de responder, con un gesto—. Agradecemos tus acciones, pero vete tranquilo.

No sé por qué, pero cada vez que Sandro habla me dan ganas de golpearlo en esa sonrisa floja que esboza. Siento la necesidad de romperle la cara, necesito hacerle tanto daño como por su culpa yo le hice a Di.

—Al menos contéstame por qué fuiste a aquel burdel en el que hacía guardia. Siento que ahí empezó todo.

—Fui a entregar un mensaje, fue cuando mis padres me contactaron por vez primera. Y ya que te vi metido, decidí que no podías acercarte a mi hija.

Ya. Buen punto. Pero no por eso dejo de pensar que la mujer está medio mal de la cabeza. ¿Será de familia? Espero que Di no termine así y si lo hace, bueno, espero estar aquí para evitar que haga idioteces.

—Suficiente de charla —Sandro casi me empuja hacia adelante—. Hay que ir por tu padre y después hallar la forma de rescatar a Dinaí de los fanáticos esos.

Verga. ¿Fanáticos? ¡Son la policía! Es normal que busquen atrapar a los criminales y vale, se ven tranquilos y normales, pero estoy seguro de que ellos son los responsables de la trata de mujeres, del narcotráfico y de otras cosas de las que no quiero enterarme, pero que tienen que ver con la palabra "consciencia".

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