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Despierta

Aiden

Es imposible, no hay mejor forma de describir el hecho de que la persona encapuchada y con una voz fantasmagórica acaba de agradecerme por salvar a su "esposo" y que espera ver de nuevo a su "hija". La única persona a la que he salvado en mi vida ha sido al padre de Di y eso fue hace dos días. Y ni siquiera lo contaría como salvación pues el señor Macías aún está delicado. Despertó y todo, pero eso no significa que su cuerpo esté en perfectas condiciones; todavía le falta regenerar, evitar las infecciones, cicatrizar y recuperar fuerza. Con que no se muera puedo darme por servido.

Y aparte, la mujer habló de una hija. Marido-hija, es fácil sacar conclusiones. Pero cuando doy media vuelta y volteo hacia la mujer, lo único que puedo asegurar es que definitivamente la hermosa mujer de piel tan blanca como la nieve, ojos claros almendrados y cabello negro rizado; no es la madre de Dinaí. Pudiera tener un ligero y casi imperceptible parecido (sobre todo por la edad), pero no es. Cualquiera que la haya conocido puede decirlo. Recuerdo que la mamá de Di era bonita, no exactamente Miss Universo, pero seguramente en su época universitaria fue solicitada; en cambio, la persona que tengo frente a mí a pesar de notarse la edad, es preciosa. Sin embargo se le nota artificial, no solo el aspecto, si no el aura que la rodea.

—Creo que se confunde de persona.

Apenas puedo soltar algunas palabras; esto me entra de a poco en la cabeza y no puedo darme el lujo de soltar cualquier sandez que se me venga a la mente (y de verdad se me han ocurrido puras tonterías).

La mujer se acerca e intento no retroceder. Es lo que digo, se ve divina, pero tiene algo que me hace repelerla. En cuanto coloca su mano sobre mi brazo desnudo, un frío recorrió mi médula espinal y provoca un escalofrío. Se me hela la sangre a tal punto de ponerme lo más tieso posible para no empezar a temblar frente a esa gente que no es de mi total confianza.

—Aiden —pronuncia mi nombre y casi siento que me he vendido al jodido diablo—. Sé que ha sido difícil recorrer este camino. Pero todo está por terminar. Y en agradecimiento por el apoyo prestado a la causa; tendrás un incentivo a la altura.

Yo no diría el apoyo como tal. Vamos, fui yo quien estúpidamente me metí al desmadre por una apuesta que pendejamente acepté. A partir de ahí hice un pacto del demonio para pagar la deuda, sí, fue mi culpa. Todo lo que hice a partir de ahí fue debido a un chantaje. Así que no lo consideraría apoyo, pero bueno, algo he de agradecer; si ya estoy bien metido en la mierda, embarrarme un poco más no me afecta en absoluto.

—Gracias...eh...¿Rosanna?

El hombre de cabello blanco sonríe enigmáticamente, siento que soy solo un entretenimiento para él. La esposa del señor, quien es la única persona que no me hace temblar o querer hacerme bolita, me mira con empatía. En cambio, la mujer de cabello rizado parece tan satisfecha y me mira como si fuera parte de su banquete.

—Rosanna Quijano Lobera —la mujer se aleja y suelto lentamente la respiración que contenía—. Aunque no lo parezca; soy yo. Hay tanto que explicar, mereces todas las respuestas.

—Me utilizaron.

Digo de improviso y con tanta seguridad. Por primera vez me atrevo a decir en voz alta lo que me carcome desde hace años. Fui utilizado, fui una marioneta que se movía al antojo de estas personas. Porque no estoy tan seguro de que la mujer que se hizo llamar Rosanna verdaderamente sea la mamá de Di; no solo por el inexistente parecido si no porque la mujer que conocí hace años jamás se atrevería a fingir su muerte, hacer sufrir a su esposo e hija y reaparecer años después como si nada. Y no solo eso, en el intermedio entre su "muerte" y "resucitación", estuvo trabajando con gente no muy confiable, de moral dudosa y utilizándome mediante amenazas y chantajes para sus fines poco éticos (no sé ni cuáles son esos fines).

—Sí —vaya, qué mujer tan directa, necesito una de esas—. No era mi intención meterte en los negocios turbios, pero la noche en que te encontré haciendo una ronda con gente poco deseable, me di cuenta que ya estabas metido. Y no con el bando adecuado. Y antes de enjaretarte la tarea más difícil, comprometida e indeseable; debía asegurarme de que eras de confianza y no estabas cerca de mi hija.

Sí, de eso me encargué sin problemas. Cada palabra, cada insulto, cada ofensa fue una patada helada en el estómago, si el ver a Di con otro chico fue de lo más doloroso que alguna vez sufrí, el hacerle creer que la odiaba y hacerle vivir un infierno fue mil veces peor. Pero al final lo hice y estoy seguro que me gané su odio eterno con creces.

–A ver, en este medio no hay reclamos a menos que seas el socio o la familia –Sandro adopta actitud sarcástica–. De los primeros hace tiempo no tenemos y por lo que sé; aún no formas parte de la segunda.

No fue reclamo como tal, aunque si me gustaría reclamar. No puedo negar que recibí buen dinero de parte de esta gente, pero todo por amenazas. Si por mi hubiese sido, habría pagado mi deuda y luego para fuera. La actitud del hombre de blanco no me agrada, pero siento que su forma de ser es lo que lo llevó a armar este imperio o lo que sea.

–Yuso, no seas grosero –su esposa lo mira con reproche–. No sabemos la situación actual del chico.

Como buen hombre poderoso berrinchudo, se cruza de brazos y replica. ¿En serio le dijo Yuso? Cabrón, parecen pareja de adolescentes.

–Todavía que le ofrezco ir por su padre, que le hago un lugar y con buena posición y que a su amiga la aceptamos con los brazos abiertos, me reclama que lo utilizamos.

La que supuestamente es Rosanna, suspira y voltea los ojos.

—Compórtate —la mujer parece la madre ahora—. Que no es del todo mentira. Y la chica también es amiga de Di.

Bueno, eso último no es del todo cierto porque me cogí a Elisa y después inicié una relación con ella nada más para joder a Di y enviarla lo más lejos posible. ¿Qué iba saber yo que al final ella estaría involucrada aún sin saberlo? Y sé que no lo sabe porque si el señor Macías no tenía ni puta idea, Di menos aún.

Ahora los tres me miran de nuevo. ¿Y ahora? ¿Digo algo? Sigo sin entender nada, la verdad.

—¿Por qué está viva? —me siento estafado. El día de su funeral le dije a Di algo horrible cuando me pidió de vuelta su broche de cabello. Y al final, todo por nada—. Si es que en verdad es Rosanna.

Tanto Sandro como Rosanna adoptan una expresión extraña; como si fuesen vampiros que analizan a su víctima antes de devorarla. Sale pues, he visto demasiadas películas. Aun así, es tan tenso el ambiente que mis hombros duelen.

—Es ella.

—Soy yo.

Mierda. Responden al unísono y parece una escena creepy sacada de película de terror. De verdad, siento que esto no es jodidamente real. Tal vez me mataron en la boda y este es mi versión de infierno porque todos sabemos que lo merezco.

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