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La revelación II

El olor es vital, el aroma nos guió, sé que Gustavo estaba cerca del mafioso y por eso usamos a Aiden (de quien no sabemos casi nada útil) y las carreras de excusa para infiltrarnos.

Sin embargo, el padre de Dinaí está limpio, fuera de la muerte de su esposa, no hay algo fuera de lugar en su expediente. Aunque ni siquiera terminamos de revisarlo, pues alguien robó los documentos de Dinaí y su padre antes de poder completar la investigación. Dejé de sospechar y entonces dieron el pitazo del mafioso en la boda.

Al final, ya no importa, mi instinto me dicta que Dinaí es inocente, que verdaderamente no tenía idea de nada. Porque efectivamente ella nació y vivió aquí, es su casa, su pueblo y acá pertenece.

—Será sospechosa, pero no evitará que la cuide.

—La amas —Catarina me mira irritada y enojada—. Admítelo y date paz. Nunca la superaste. Entiendo que nunca tuvimos nada serio y que el show de la pareja fue más para guardar apariencias; pero debiste haberlo mencionado.

Y aquí vamos otra vez. La noche de la fiesta cuando jugamos beer-pong me confrontó y no tuve más remedio que confesar que Dinaí fue mi novia, que la amé como a nadie y que me rompió el corazón. Pero sí, olvidé mencionar que no he dejado de amarla.

—Ya hablamos de esto.

—Y jamás lo hablaremos más —Catarina aparta la mirada—.Te agradezco la visita y que me hayas salvado la vida. No hay más.

Quiero decir algo, me carcome la necesidad de externar alguna palabra o algún sonido, pero no sé qué decir. Catarina no me mira, pero se nota incómoda, lo mejor es que me vaya.

Aún tengo algo que hacer antes de volver con Dinaí. Traté de postergar lo más posible mi confrontación con los grandes, más bien uno de los grandes: Trébol Falcón. No es exactamente un señor grande, pero tiene experiencia y definitivamente no es la persona que se querría tener como enemigo.

Me ordenaron tomar sangre de Dinaí para procesarla, no es la primera vez que tomamos muestras de ADN para comparar con la muestra que tenemos del mafioso. Esa muestra es preciada, es nuestro pase para descubrir la verdadera identidad del criminal. Mil y un intentos, mil y un sospechoso, pero nunca concordó una sola muestra. Este será otro intento fallido, pues cuando sospechamos de Dinaí y su padre, le pedimos ayuda a la policía: nos brindaron la secuencia de ADN de la madre y la comparamos con la del mafioso. No hubo la más mínima coincidencia. Así que todos piensan que es de parte del padre...bueno, lo dudo mucho; el señor está limpio. Pero ya veremos.

Recorro el edificio hasta llegar al piso seis; estamos a una distancia considerable de Sores, lo suficientemente lejos para no ser descubiertos, pero lo suficientemente cerca para llegar a tiempo en caso de que se presente una emergencia. El elevador se abre y me encuentro de frente con Flavio, mi amigo de hace años apenas me saluda, creo que sigue un poco apenado. Insiste que me movió porque mi trayectoria no era correcta, que fallaría el tiro y demás. "Si fallabas, Catarina, una de las nuestras y de mayor importancia, moriría. Alguien debía hacer algo." Ajá, tenía un buen punto, pero no por eso estaba menos enfadado. Me llegó por detrás, ni siquiera me lo esperé; pero al fin y al cabo, fui yo quien disparó.

Toco la puerta tres veces, pongo mi huella digital en el lector y entro a la Sala de juntas; una habitación amplia, con un gran ventanal cubierto por una cortina color crema y una mesa capaz de reunir a más de veinte personas. Cuando se trata de discutir el siguiente movimiento o un nuevo plan de acción, esto está lleno de jóvenes entrenados, nosotros, los grandes estrategas y los fundadores. Ahora no, solo está uno de los fundadores, Trébol; mi amiga Emma, el detective Serrano, un idiota policía que casi mata a Germán antes de que Catarina lo hiciera, el doctor que estabilizó a Dinaí y yo.

No soy de los que se ponen nerviosos, pero ahora un hormigueo extraño sube por mi estómago. Estoy incómodo.

—Disculpen la demora —de verdad, no quiero estar aquí—. Hice lo que pidieron, me faltó el reporte del día de la boda. Estoy en eso.

Soy el maldito centro de atención. Cada mirada está clavada en mí, ¿qué esperan? ¿Qué me ponga a hacer malabares? Por una jodida, ¡que hablen!

—Al menos este sí cumple lo que le ordenan —el agente novato idiota habla como si tuviera mayor rango que yo—. Germán, el traidor, no pudo ni dar una muestra de ADN, menos aún cumplió cuando se le dijo que la eliminara. Al menos consiguió los archivos.

¿Mandaron matar a Dinaí? Joder, estos cabrones llegaron incluso más lejos que nosotros.

—Noé —la voz del detective Serrano es grave—. Cierra la boca.

Bueno, hasta que alguien se lo dice al niñeto este.

—Mateo, has sido un miembro ejemplar de la Organización —dice Trébol, parece tranquilo—. Aceptamos que tu novia te acompañara todo el tiempo, incluso aceptamos tu petición de aceptarla como miembro porque confiamos en ti. Y no malinterpretes, sigo confiando en ti, pero creo que a ti te han visto la cara.

Ya. Trébol siempre ha sido el "compasivo", el sujeto agradable y de sonrisa fácil. Mil novatas de entrenamiento se caen por él, pero yo, que lo conozco bien, sé que solo es la fachada. Quedar bien y evitar problemas.

—¿De qué archivos habló este tipo? —siseo mientras contengo la rabia—. ¿Y quién mandó matar a Dinaí?

Todos se quedan callados, estoy perdiendo la paciencia. Si seguimos así, en cualquier momento empezaré a gritar.

—Flavio...quiso hacer las cosas a su manera —dice Emma—. Para convencer a Dinaí, metió documentos confidenciales en su USB, el muy imbécil creyó que con eso aceptaría entrar a la Organización. Pero no fue así, la chica escapó y los documentos se fueron. Le pidieron al agente traidor que los recuperara y eso fue lo único que aceptó hacer. La policía mandó matar a Dinaí, el detective más bien...

Bien, perfecto, eso es todo. Se han ganado mi odio.

—¿Por qué no fui informado de esto hasta hoy? —Trébol parece apenado, pero el doctor me ve y verdaderamente se nota aterrado—. De haber sabido no dejo a Dinaí sola, les dije que la policía no es de fiar; siempre lo he dicho. ¿Matar a Dinaí? No, el código de este lugar es que nunca se daña a inocentes. ¡Maldita sea!

Doy un golpe a la mesa que resuena por toda la habitación. Los nudillos me arden, veo que la sangre comienza a correr, pero no siento dolor, la furia anestesia cualquier sensación. Flavio me va a oír, ¿en qué cabeza cabe meter documentos en la USB de alguien que ni siquiera tiene idea de nada? Esto está de la mierda.

—Investiguen lo que quieran, hagan lo que quieran, pero a Dinaí no la toquen.

Doy la media vuelta y me dispongo a largarme de vuelta a la habitación, pero la voz del médico (aún temblorosa y titubeante), me detiene en seco.

—En realidad, no es tan inocente —dice, lo veo y acomoda sus lentes—. Su ADN coincidió en un 30% con el del criminal. Lo que sabemos es que no es por parte de su mamá, o eso dicen las pruebas, así que tiene que ser por parte del padre. No podemos negar que es demasiada coincidencia.

No. Es imposible, Dinaí no puede tener nexos con el criminal, es un mafioso; un loco, un enfermo que trafica drogas, personas y aparte experimenta con mujeres y hombres.

—Tal vez nos engañó todo el tiempo y el conocerte no fue accidental —Emma trata de consolarme, pero no puedo ni procesar lo que oigo—. No te sientas mal, no eres el único al que engañó.

Tiene que ser una maldita broma. No hay forma alguna que todo lo que pasamos Dinaí y yo fuera mentira. Aunque eso explicaría lo del compromiso, tal vez ellos dos se amaban desde antes, tal vez Germán y ella son los malos, decidieron infiltrarse cada uno en diferente lugar y después volver a Sores para informar de todo al gran mafioso. No puedo creerlo, no quiero creerlo.

—El doctor dice que estará bien —Trébol me mira fijamente—. Le quitaremos la sedación y tendremos que sacarle información. Es lo que hay que hacer, Mateo. Debemos acabar con el reinado del mafioso, ya.

"Debemos acabar con el reinado." Sí, ¿pero a qué costo?

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