




Un recuerdo
Tomé el volante con fuerza, mis nudillos perdieron el color hasta volverse pálidos, mi pulso iba a mil por hora, sin embargo, controlé mis respiraciones. No temblaba, lo que fue buena señal, tampoco vi manchas blancas o borroso, mi visión se volvió más nítida. Tragué saliva, así me aseguré que no tenía la boca seca, probé un poco el clutch en la línea de salida y recité una plegaria silenciosa para que Mateo no hiciera una tontería mientras me metía en la peor carrera de mi vida.
Alguien tocó mi vidrio y volteé. Era Mateo y al lado de él estaba Emma quien me miraba inexpresiva. Si no la conociera y fuera mi enemiga, esa chica gótica me pondría los pelos de punta. Bajé la ventanilla y junté mi fuerza de voluntad para no lanzarme hacia Mateo y pedirle que me despertara de esta pesadilla. Porque, amigos, me moría de miedo y lo único que me impedía salir corriendo era la idea de que la chica pálida se iría con los tipos raros y también yo. Y no solo eso, si no que Mateo moriría porque no dejaría que me llevaran, tendrían que pasar por su cadáver; literal.
—¿Qué hiciste? —dijo angustiado mientras casi se metía por la ventana—. No tienes idea de lo que son capaces esos enfermos. No te voy a perder.
"Sí, Mateo, es por eso que voy a cruzar primero esa línea."
—No iba a permitir que se llevaran a esa chica —Emma apartó la mirada y echó un vistazo a la chica, por el espejo retrovisor vi que se abrazaba a sí misma—. Si están tan enfermos, no merece irse con ellos.
Emma volvió su atención a mí, ahora más que nada parecía irritada, no tanto preocupada. Bueno, al menos ya no estaba carente de expresión. Suspiró audiblemente y se cruzó de brazos, pareció que masticaba el interior de su mejilla, pero no podía asegurarlo. Al final chasqueó la lengua y le murmuró a Mateo: "No debiste haberla traído." No supe si lo dijo con el objetivo de que yo también escuchara, pero logré oír lo que dijo. No supe como sentirme al respecto, pero no esperaba sentirme decepcionada. Para la otra (si es que hay otra, no vengo y no me rifo por ellos). Meramente, que se jodan.
Emma se dio la media vuelta y se alejó, se acercaba al tipo de rastas, Flavio igual se acercó y discutían sobre algo. No logré escuchar obviamente y tampoco sabía leer labios, pero desconfiaban unos de otros, se les notaba en el lenguaje corporal; parecía que Flavio estaba por estrangular al tipo. Si Haziel lo viera (dejando de lado la mierda de situación), diría que es divino, guapísimo, un dios. Estaba segura que Haz encontrará un hombre mucho más digno de ella que Flavio...y una amiga mucho más digna de ella que yo.
—No puedo creer que hicieras eso —mi atención volvió a Mateo—. Confío plenamente en ti, en tu capacidad, pero esta gente no es de fiar —su mirada era afligida, sabía que los nervios se lo estaban comiendo—. Quise tomar tu lugar, pero se negaron.
Nos miramos por un minúsculo instante, quería quedarme cerca de él, en la seguridad de sus brazos para siempre, tenía que asegurarme que si algo me pasaba a mí, él no se vería afectado. Porque si me llevaban, pero él luchaba y lo mataban, no podría seguir viviendo. En cambio, si me llevaban, pero él seguía vivo, la idea de que iría a buscarme y la esperanza de verlo de nuevo me darían la motivación suficiente para luchar por no darme por vencida.
—Tienes que prometerme algo —le dije en voz baja—. Si pierdo y me tengo que ir, no inicies un enfrentamiento a menos que podamos ganar. Porque si te pasa algo, no podré vivir.
Abrió los ojos de par en par horrorizado por mis palabras, se aleja un poco por la sorpresa, pero se acerca y me besa fuertemente. Sus labios son suaves e impacientes, devuelvo el beso con la misma magnitud de pasión, acaricio su cabello y siento la piel de su cuello. Estar tan cerca de él era de las mejores sensaciones que había tenido en mi vida. Me hacía sentir en el cielo, como si todo estuviera bien. Y mientras nuestras lenguas se entremezclaban, todo el caos a mi alrededor desapareció, la situación adquirió color y mis miedos desaparecieron. Solo por un instante.
Y entonces llegó el alegre de rastas y nos interrumpió.
—El amor, el amor —dijo mientras aplaudía—. Primero a correr, ya después se van al motel...o tal vez no.
Y soltó una carcajada.
Le lancé una mirada cargada de irritación y odio. La actitud de este tipo era amigable, cualquier chica solitaria que se lo encontrara en la calle confiaría en él. Me pregunté si alguna vez habrá engañado a alguna para irse con él y al final todo terminó en secuestro, tortura y muerte. Quisiera atropellarlo, pero solo nos metería en más problemas, así que me preparo para ganar.
Miré una vez más el rostro de Mateo, grabé en mi mente cada detalle, si alguna vez estoy lejos, perdida, a punto de darme convencida, recordaré su mirada tierna color miel, sus labios rosas, su cabello castaño y su risa que tanto me enamoraba. Porque si el amor era el motor de cada día, todo lo que haría a partir de este momento, sería en nombre del amor. Y eso era motivación suficiente. Estaba lista.
El tipo que nos apuntó con algo se paró frente a los automóviles y les echó un vistazo, esbozó una minúscula y cruel sonrisa. Su piel tenía un tono tan pálido, me da una sensación extraña, como si no fuera de aquí o no sé. Poco antes de que tomara una linterna y la encendiera para dar inicio a la carrera, el aroma me llegó una vez más: Loción y jengibre. Sentí náusea, pero cerré la ventana, tomé una profunda bocanada de aire, metí segunda y pisé el acelerador como si la vida se me fuera en ello.
La primera calle es de un sentido, por suerte, no hay un solo automóvil, pues íbamos en sentido contrario y nos habríamos matado. Giramos a la derecha, el contrincante giró antes que yo, pero un automóvil estacionado en doble fila le estorbó y tuvo que maniobrar para evitar colisionar. Eso me dio un segundo para ponerme a nivel de este idiota enfermo. Escuché que nos pitaron, pero no supe si a mí o al otro, pues ambos rebasamos al automóvil blanco frente a nosotros.
A partir de ahí, dejé de ver al contrincante y me centré en continuar sin matarme en el camino de vuelta al estacionamiento. Debíamos entrar a la autopista, salir en la siguiente salida, entrar por dos calles y volver al lugar; pero apenas logré meterme a la autopista y no estaba segura de lograrlo. Me metí entre dos coches, el azul de atrás me pitó cuando estuvimos a una nada de chocar, a la velocidad que iba, seguramente el pobre habría sido desviado fuertemente hacia el otro lado.
El automóvil rojo de enfrente iba bastante lento, en cuanto lo alcancé, lo rebasé por la derecha, pues hacia la izquierda otro coche estorbaba. Rebasé otros dos automóviles (en uno había un bebé adentro) antes de lanzarme sin miedo hacia la salida que llevaba de vuelta al estacionamiento. Otro coche quería salir, pero necesitaba salir primero yo, así que toqué la bocina varias veces para darle a entender que no me iba a detener, pero el cabrón no disminuyó velocidad, al contrario, aceleró.
Volví a pitar, pero me ignoró. Apreté fuertemente el volante, ni loca dejaba que pasara primero él. Al último segundo, el conductor se arrepintió y enfrenó de golpe, yo aceleré todavía más y salí rozando apenas un letrero que marcaba que el límite de velocidad era de 80 km/h. Sonó feo, solo esperaba que el rayón no fuera tan aparatoso; pues Flavio me mataría.
Al girar a la derecha en la primera calle, vi el automóvil contrario, iba sacándome ventaja, bastante, pero entonces un coche se atravesó de la nada y colisionaron. Debido a la velocidad de mi enemigo, el otro coche salió disparado hacia la derecha, chocó contra un árbol y se quedó parado. "Debes pararte, Dinaí, debes ir a ver si la persona o las personas en el interior están bien." Fue una lucha de moral que duró aproximadamente medio segundo. Porque el imbécil conductor malo también se desvió...y era el momento perfecto para ganar ventaja.
"Soy la peor persona, soy un asco, porque prefiero evitar que maten a Mateo antes que ver si un inocente se encuentra bien." Porque yo ocasioné la carrera, fue por mí que esto pasó. Quise formar parte de un juego que no entendía, me metí en el peligro sin saber la magnitud del riesgo. Y ahora tendría que vivir con eso para siempre.
Aparté la mirada del automóvil chocado y aceleré lo más que pude. Comencé a temblar, acababa de dejar atrás a alguien desconocido posiblemente herido. Mordí mi labio inferior fuertemente y cuando saboreé la sangre, una lágrima cayó por mi mejilla. Mi madre, hermosa y gentil; seguramente no habría dudado en detenerse; mi padre, ex policía, siempre estaba para ayudar a la gente...y a mí me criaron para ver por los demás. Ellos fueron buenos padres, lo sé, jamás lo deben dudar, pero yo me convertí en un monstruo. Si mamá me está viendo desde el cielo o el inframundo, seguramente está muy decepcionada de mí. "Mamá, tú hiciste un papel de madre increíble, fui yo quien se corrompió."
Al llegar a la esquina, giré de nuevo a la derecha y vi la entrada al estacionamiento a lo lejos; solo debía acelerar y no parar hasta llegar. Pero el otro coche me chocó por atrás y por poco pierdo el control. Logré estabilizar, pero para este momento ya estábamos al mismo nivel. Metí cuarta y la velocidad subió cada vez más. El motor rugía potente, las luces de la calle iluminaban nuestro camino, pero por dentro me sentía muerta, sentí oscuridad. Así que no dudé en chocarlo de lado y tomar ventaja de eso (perdón Flavio, es por nuestro bien). El acelerador estaba hasta el fondo, las llantas estaban por llegar a las 7000 revoluciones por minuto y ya iba adelante.
Efectivamente, llegué de primera al estacionamiento, esperaba que nos dejaran ir, que el de rastas aplaudiera de nuevo y con esa sonrisa de imbécil dijera que éramos libres. Así que me sorprendí cuando vi a cinco de ellos apuntando con armas a mis tres "amigos" y a mi novio. Crucé la línea, enfrené y salí del automóvil.