




En pánico
Mateo no es tan atractivo como Aiden, ni siquiera le gana a Flavio, pero es tan agradable, sincero y perfecto. Quiero besarlo, necesito abrazarlo. Deseo con toda mi alma que me diga que me ama y hacer el amor como antes. Y entonces vuela a mi mente la imagen de Germán, repito la escena en que Catarina y Mateo se besaban y lo bien que se ven juntos. Y más que nada, recuerdo la razón por la que fui a hacer la distracción.
—¿Nos investigan?
Suelto la bomba de improviso. Él frunce el ceño, parece consternado. Que diga que no, que me mire a los ojos y diga que estoy equivocada, que Haziel mintió y entonces volveré a ser suya.
—Dinaí, sabes que no puedo revelar información —eso es todo, acaba de romper mis ilusiones de nuevo—. No te pondría en peligro nunca, tienes que confiar en mí.
No, no debo confiar. No sé casi nada de El Círculo, ni siquiera sé gran cosa del mafioso al que buscan, no puedo confiar si no sé nada.
—No se puede confiar en algo que no se conoce —digo mientras me alejo de él—. Por favor, dime algo, cualquier dato o información. No guardes secretos.
Veo su mirada, es intensa; es de derrota. Puedo ver su rostro angustiado, pero se mantiene firme en su posición.
—Tengo prohibido hablar.
Bueno, lo entiendo, sé perfectamente que no soy parte de la organización; nunca lo fui y aunque a veces me daba una que otra pista, nunca fue algo que realmente importara mucho. Pero aún le puedo dar otra oportunidad, aún tengo esperanza de que no todo esté perdido.
—¿Mataste o alguien conocido mató al tipo de la universidad? —puedo sentir su incomodidad, sus ganas de evitar mirarme de frente—. Dime que no hay inocentes en peligro —esa supuestamente era una norma de la organización—. Que mi padre y yo no estamos en peligro, dime que no me pusiste un localizador.
Tal y como esperaba, se queda callado, aunque cuando le digo sobre el localizador se muestra levemente sorprendido. Espero no haber delatado a Haziel, no quisiera meterla en problemas. Mateo mira a los ojos y sé que no va a decir un carajo. A la mierda.
Y eso es todo. Me doy la media vuelta y lo dejo en mitad de la entrada. Cuando fui su novia me ocultaba información, lo sabía, pero es distinto ahora: Antes tenía la certeza de que me cuidaría siempre, de que no me pondría en peligro innecesario... antes no estaba Catarina. Ahora no tengo idea de lo que está ocurriendo y tengo miedo. Yo sé que el mundo no gira a mi alrededor, que no soy importante en el juego de los grandes mafiosos, empresarios y políticos. Pero siento que esto me está siguiendo y todo empezó cuando me mudé a Estrada.
Por primera vez, me arrepiento de haberme ido para allá. Por primera vez, anhelo haberme quedado en mi pueblo. Creo que el bullying era menor problema que todo lo de ahora.
Desanimada, saludo a mi padre y Valentina quienes se casan en dos días. Me siento tan derrotada que no puedo idearme una teoría de conspiración que implique a Valentina como la mala. Por dios, al verla caminar de un lado al otro con un teléfono haciendo llamadas y en el otro haciendo transacciones, olvido que siquiera pueda ser alguien peligrosa. Y mi padre la mira como enamorado, sus ojos brillan cada que la ve pasar frente a él. Repito, no es su culpa tener un hermanastro metido en cosas turbias, es la familia y ni modo.
Fingió querer matarme con tal de ayudarme y supongo que es su forma de decir que me apoya. O de querer ayudar.
Llego a mi habitación para darme un baño de inmediato. Me siento mal, sucia, derrotada. No espero que el agua caliente y el jabón me hagan sentir mejor, pero al menos tendré unos minutos de calma.
Al salir, una corriente de aire entra por la ventana, me da un escalofrío. Recuerdo haberla dejado abierta, pero no tanto. Me acerco para cerrarla y entrar en calor, vaya que refrescó en cuestión de quince minutos. Del armario saco una pijama limpia, me la pongo y después me seco el cabello. Ahora estoy más tranquila, más en calma, más ecuánime. Lo he decidido, mantenerme al margen y esta vez será en serio. Cualquier cosa sospechosa que escuche o vea la he de pasar de largo, yo centrada en lo que quiero, me iré en poco tiempo. La boda está por celebrarse, después de ello hacemos los trámites, me quedo con lo que me toca, si mi padre quiere seguir manteniéndome lo amaré por siempre, pero yo me voy de este pueblo.
Estoy por recostarme en la cama cuando me percato de una pila de papeles y sobre ella está un trozo de papel amarillo doblado en cuatro y un disco envuelto en una bolsa de papel. Una nota reposa sobre este: "El disco estaba en el coche en el que llegaste, lo demás lo fui recolectando. Cumplo mis promesas." Vaya, Haziel sí se lució esta vez.
Tomo la pila de documentos y los hojeo: De mi padre tienen varias cosas; documentos de la empresa, boletos de tren y avión, algunos pagos que ha hecho. Mateo mentiroso, se hace el sorprendido cuando le digo que Valentina, la hermanastra de un sospechoso, se casará con mi padre, pero tienen esta información. De mí no hay gran cosa, documentos de la escuela, desde la preparatoria hasta la universidad. Por dios, incluso tienen una copia de mi ensayo sobre la muerte. ¿Qué mierda? Joder, si consiguieron toda esta información en un mes o menos, no quiero pensar en qué recabarán con alguien a quien llevan investigando más de un año.
A menos que...no, no puede ser. No quiero pensar que desde que mi papá se comprometió nos investigan porque eso significaría que siendo novia de Mateo, él me investigaba. Y eso no puede ser posible, eso terminaría por romperme. Aparte, supuestamente ellos no prestaron atención a este pueblo hasta que vieron el video, Mateo ni siquiera sabía que yo estaba en este lugar. Oh, mierda, rezo porque mi estúpida conjetura sea mentira.
Tengo que quemar estas cosas. Haziel se deshará de las copias en digital, a mí me corresponde lo físico.
En cuanto al disco...no debo verlo, estoy segura. Si estaba en el coche viejo de Aiden, seguro ni es suyo y es de su papá. No debo meterme en donde no me llaman. Antes de poder decidir algo, escucho sonidos en el exterior; rápidamente, guardo el disco en mi bolsa y la meto bajo la cama. Corro hacia la ventana para ver qué pasa, pero alguien ya ha entrado por ahí.
Se trata de Aiden y no se ve muy contento.
Terror puro sube desde mi estómago hasta mi cerebro. Mis neuronas tardan un poco en hacer sinapsis, pero lo logran. Esto es morir o sobrevivir...salgo corriendo hacia el piso de abajo. No soy muy rápida, pero eso es en parte porque fui sorprendida y porque cerré la puerta de mi habitación así que antes de poder salir y escapar, Aiden me atrapa, me inmoviliza y me tapa la boca.
Trato de luchar, de golpear, de gritar, pero no puedo. Este cabrón me agarró y no parece querer soltarme. Trato de morderlo, pero es imposible; me va a matar y en mi propia habitación.
—No te haré daño, lo prometo—uy, sí, se ve muy creíble—. Deja de moverte y pelear, te juro que no te haré daño.
A mí me vale lo que prometa y jure. Si me hizo daño por tres años (tanto físico como emocional) solo porque me acosté con Joel, no creo que me deje salir viva y coleando ahora que ni sé por qué llegó a mi casa. Peleo con todo lo que puedo, intento cada estrategia que aprendí durante mis entrenamientos en Estrada...pero fracaso y entonces comienzo a llorar. Genial, no lloré frente a Mateo quien es en el que más confío, pero sí lloro frente a un imbécil que me odia. Ni yo me entiendo a veces.
—No, Di, no llores —agh, como odio el diminutivo—. Perdón, no quise asustarte, pero tienes que escucharme.
Pero al decir que no llore, mi llanto incrementa y no sé por qué chingados. Mis piernas pierden fuerza y caigo al suelo, por suerte, Aiden me está deteniendo y evita que la caída sea dolorosa. Tardo un poco en calmarme, pero logro dejar de sollozar y las lágrimas se detienen. Apenas me doy cuenta de que ya no estoy siendo apresada y que ya no tengo una mano sobre la boca. Podría gritar, mi padre está abajo, seguramente subiría a ver si estoy bien.
—Di, no pienso hacerte daño, lo prometo —Aiden está junto a mí en el suelo—. Vine por lo que te llevaste de mi auto viejo. Eso no te pertenece.