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La verdad II

Doy dos pasos hacia atrás debido a la confesión. No es que sea impactante, pero de pronto tengo una sensación desagradable y siento que debo alejarme lo más que pueda de él. El aroma me asquea.

—Ahora es mi turno de ayudarte, después de todo, seremos familia.

En un solo movimiento me toma por los hombres y me inmoviliza, su brazo rodea mi cuello y me corta levemente la respiración.

Los sonidos de sorpresa e incluso preocupación hacen eco en mis oídos. Si pudiera liberar mi brazo para tomar mi cuchillo podría herirlo y soltarme. La presión en mi cuello aumenta y entonces me asusto en serio.

Aiden abre mucho los ojos y hace ademán de acercarse, pero echa una mirada a Gustavo y se mantiene ecuánime. Elisa aparta la mirada. Flavio y Catarina están expectantes, con expresión neutra y mirada fiera. Mateo es en quien poso mi mirada, instintivamente busco ayuda en él.

Está asustado, aterrado, su cuerpo se tensa por completo y hace ademán de caminar hacia mí. Aparto la mirada, no debe parecer que se preocupa, eso es malo para el trabajo porque te nubla el juicio. Si mi momento de morir ha llegado, al menos él debe seguir adelante. Con un asesinato pueden arrestar a Gustavo y si él es el mafioso... ¡Bingo! Trabajo concluido.

—Denle lo que quiere o juro que la mato.

A juzgar por su tono, Gustavo habla en serio. De ninguna manera ellos entregarán nada solo por salvarme. Hay prioridades y yo no soy una de ellas.

—No es como que nos importe —la voz de Catarina es casi un ronroneo—. Adelante, hazlo.

Siento que Gustavo hace algún tipo de movimiento, seguro da una indicación. Inmediatamente, Aiden saca un arma y apunta directo a Mateo. Un tipo desconocido apunta a Flavio, pero Catarina es más rápida de forma que apunta a Elisa.

Haziel, mejor distracción no hay.

Esto no terminará bien de ninguna manera. No quiero que Mateo, Flavio o incluso Catarina terminen muertos porque a Mateo lo quiero, Flavio me cae bien y Catarina... Bueno, no quiero cargar con más muertes. Trago saliva mientras me mantengo lo más calmada posible.

—A tu orden, disparamos a matar.

La voz de Gustavo me causa un escalofrío. Estoy segura de que nadie más lo escucha.

—Primero lo que necesito —susurro tan bajo como puedo.

La presión en mi cuello aumenta a tal punto que no puedo respirar, me remuevo con fuerza y todo mi cuerpo lucha por escapar. Flavio se incomoda, Catarina parece analítica y Mateo está entrando en pánico. Aiden grita algo que no alcanzo a escuchar, es algo parecido a un ruego, pero no lo sé con certeza.

—¡De acuerdo! —Mateo cede—. Le daré lo que quiere, pero déjala ir.

Si alguien sospechaba que nos conocemos, ahora puede corroborarlo.

El aire vuelve a mis pulmones, aspiro una bocanada de aire tan fuerte, que duele. Pero lo agradezco.

Mis piernas flaquean, pero el fuerte agarre de Gustavo me impide caer.

—Podemos hacer esto juntos —susurra y sus palabras se pierden entre mis toses y jadeos—. Borran los archivos y después los matamos a todos.

Definitivamente no. Gracias.

—Dinaí —Mateo habla en tono grave—. Sea lo que sea que te pidió, no lo hagas. Ven conmigo, solo ven y olvidemos esto.

"Ven conmigo" Oh, eso suena tentador, sobre todo después de sentir que moría.

—Si no me apoyas —dice Gustavo en voz alta mientras me aparta—, dale las llaves del coche a Aiden porque no las necesitarás. Y ve por lo que te deben.

Miro a Aiden y noto una gota de sudor cayendo por su frente. ¿Será porque casi muero o por el coche? ¿Acaso esconde algo? No vi nada extraño en el camino hacia acá, pero tampoco lo busqué. Pero si ese coche tiene algo y lo quieren de regreso; que se lo queden. Aviento las llaves hacia mi exmejor amigo y me voy hacia Mateo. Espero que Haziel encontrara lo buscado, porque mi distracción ya terminó.

Ante la vista de todos, subo a la moto mientras Catarina me extiende el casco. La pelirroja le lanza una mirada asesina a Mateo, pero él la ignora y se pone el suyo. Una vez que estamos listos, nos largamos. Alcanzo a ver a Aiden por el espejo de la motocicleta, estrecha las manos con Gustavo y entonces nos perdemos en la noche.

Llegamos a mi casa y casi ni me sorprendo de que Mateo sepa exactamente en donde vivo. Es más que obvio que nos investigan, pero en este momento no tengo cabeza para enojarme. Una vez que la motocicleta se detiene enfrente de mi casa, dejo de abrazarme a mi exnovio y me bajo. Me deshago del casco que aún conserva el olor del perfume de Catarina y camino rápidamente hacia mi casa, sin embargo, una mano me detiene.

—Dinaí, basta de juegos y acertijos —me dice en voz baja, yo ni siquiera lo miro— ¿Qué estás haciendo? ¿En qué te metiste?

Por alguna razón desconocida quiero llorar, en este momento mis ojos se humedecen y siento como se forman las lágrimas. Se forma un nudo en mi garganta, es tan doloroso que apenas puedo tragar saliva, pero aguanto; no quiero que me vea llorar. Anteriormente él conoció mi faceta más sensible y débil.  Me veía estresada por la escuela, preocupada de que nos fueran a matar y lujuriosa cuando se daba la situación.  Pero jamás débil ni insegura.

—No me metí en nada –digo con un hilo de voz—. Te dejé para no terminar asesinada o peor, pero la mierda de la que escapé me siguió hasta acá.

—Compites en carreras, tuviste algo que ver con Aiden y Elisa, ahora resulta que nuestro principal sospechoso es hermano de tu madrastra —sí, es demasiada coincidencia, lo sé, pero no tengo nada que ver; yo solo volví por mi parte de la casa, la herencia y todo eso—. No esperes que crea que no sabes nada.

¡Es que no sé nada! Y al principio quería enterarme de todo, pero ya aprendí que lo mejor es no saber un carajo. La ignorancia es un regalo, no hay que olvidarlo.

Su mano me toma gentilmente y me acerca hacia él. Sé que debo alejarme y correr porque si lo miro volveré a caer rendida a sus pies, pero no puedo alejarme de él; no quiero separarme de él. Así que dejo que me tome de la cintura y lo miro.

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