Read with BonusRead with Bonus

La verdad

Llego a El Arco y me encuentro con que Haziel tenía razón: Hay gente, muy poca, pero hay. Presentes están cinco automóviles contando el que conduzco para llegar y siento muchas miradas clavadas en mí cuando llego hasta la línea de salida. Si no estuviera tan enfadada por los documentos que tienen de mi padre y míos, sentiría vergüenza por llegar así nada más.

Ya hay dos coches ahí, el gris de Aiden es uno, por supuesto, pero no parece que vaya a competir; simplemente está estacionado en diagonal, no está cerca él, pero sí está Elisa recargada sobre el capó y junto a ella está Salomón. El otro coche está en la misma posición que el de Aiden, pero del otro lado. Parece estar descansando, por fuera, no se ve nadie y el interior se esconde por el vidrio polarizado.

Traigo mi bolsa conmigo, es pequeña y discreta, dentro tengo mi cuchillo por si hay una emergencia y mis pastillas. Llegó totalmente a la línea de salida y enfreno. Dejo el coche estacionado justo entre ambos autos y me bajo. Me concentro en no parecer nerviosa y en evitar un posible ataque de pánico. Estoy tomando la medicación, pero no quiero que mis emociones y mi biología me traicionen; este momento es decisivo. Aspiro una gran bocanada de aire y lo exhalo lentamente, es momento de apostar y ganar.

Elisa parece sorprendida, pero no dice una sola palabra. Me dirijo a ambos para preguntar por el dueño del otro automóvil, pero apenas balbuceo un intento de palabra y una voz me interrumpe. Se trata de Flavio; si lo ves de cerca, te das cuenta de que no es tan atractivo. Tiene buen cuerpo, los tatuajes en los brazos y el cuello le dan un tinte peligroso y los ojos claros son su fuerte, pero no es tan tentador.

—Es mi auto —dice y le lanzo una mirada aburrida—. No te molestes en preguntar.

—Genial, vamos al grano—digo mientras acomodo mi cabello—. Quiero cada archivo que guarden de mi padre y mío también —mi voz tiene un tono seguro—. No tenemos nada que ver con su mierda y no permitiré que sigan investigando.

Flavio apenas parpadea, su cabello brilla con la luz de una motocicleta que recién llega. No volteo a ver, pero apuesto a que se trata de Mateo. No me arriesgo a verlo, seguramente perdería el valor que tengo ahora.

—No sé de qué archivos hablas.

Me acerco a él en dos zancadas y lo miro fijamente a los ojos, él apenas se mueve. Está tan tieso como un gato.

—No te hagas pendejo —digo con una pequeña sonrisa y un siseo—. Sé que tienen información nuestra. Y quiero cada maldito documento, me largué para alejarme de esa mierda, su mierda —parpadea, pero sigue inexpresivo—. Ya basta. Los ayudé mil veces, me arriesgué y maté por la causa.  Te salvé la vida, imbécil malagradecido; darme los documentos es lo mínimo que me debes.

Aparta la vista justo cuando le reprocho que me debe la vida, pero se mantiene en su lugar. Tengo tantas ganas de golpearlo que, si no se mueve en los próximos tres segundos, le voy a clavar mi cuchillo. Entonces llega el tipo al que menos necesito ver en este momento, pero el que seguramente me va a poder ayudar más que los demás.

—Di, ¿qué carajo? —lanza una mirada al coche de su padre y su expresión se nota angustiada—. Eso no es tuyo, ¿cómo lo conseguiste? Di, eso me pertenece.

—Aiden, este idiota tengo algo que me pertenece y lo quiero de vuelta.

Jamás creí necesitar la ayuda de él, pero creo que es más importante salvarnos a mi padre y a mí de ser más investigados. No quiero invasión a nuestra privacidad. No tienen el derecho y menos aún sabiendo que ninguno de los dos oculta algo. Aiden, aún con cierta angustia dibujada en el rostro, me mira y luego a Flavio. Frunce el ceño y voltea a ver en dirección a la moto. No me queda de otra que hacer lo mismo. Y sí, está Mateo y detrás de él, quitándose el casco, está Catarina.

—¿Qué le quitaron?

El tono de Aiden es autoritario, imponente, si no estuviera de mi lado, tal vez me asustaría.

Mateo mira a Flavio, después a mí y finalmente se encoge de hombros dando a entender que no sabe. Siento la furia crecer en mi interior; estos cabrones se están pasando, aún siento algo por Mateo, lo sé, el simple hecho de verlo hace que quiera abrazarlo, pero en este momento concentro toda mi atención en la ira.

—Nos levanta falsos —a lo lejos, por el automóvil más alejado de nosotros, veo una figura moverse con gracia, es Haziel, supongo. Mierda, ahora me estoy poniendo nerviosa, mientras Flavio habla, trato de verlo solo a él, así nadie se entera de que Haz está aquí—. Dijo que la estamos investigando, como si su vida fuera interesante.

—Sé que lo hacen —volteo a ver a Mateo, luego a Flavio de nuevo—. O me dan lo que tengan en físico y eliminan documentos de cualquier base de datos por las buenas o será por las malas.

Para terminarla de joder, el hermano de mi futura madrastra hace acto de presencia. Gustavo parece encantado con la escena. Suelta una carcajada y pregunta qué está pasando. Vaya, esto totalmente es un desastre, Haziel no puede pedir más distracción que esta.

—Gustavo, futuro tío —digo con una sonrisa—. Ahora sé cómo te enteraste de que mi padre fue policía: Valentina te lo dijo. Son hermanos, seremos familia cuando la boda se celebre —Aiden abre los ojos en sorpresa y voltea a ver a Gustavo como si lo viera por primera vez, Flavio alza las cejas y cruza los brazos; parece interesado—. Tío, necesito tu ayuda —señalo a Mateo, Flavio y Catarina—. Ellos tienen algo y lo necesito de vuelta. Por el bien de todos.

Por un momento nos quedamos en silencio. Gustavo se alza imponente, los brazos los tiene cruzados y sus ojos brillan. El ambiente se tensa, siento que en cualquier momento alguien va a sacar un arma y entonces empezará el tiroteo. Pero no, gracias al cielo todo se mantiene en orden, pues Gustavo tose y hace una seña para que me acerque a él. Estoy segura de que es mala idea, bien podría agarrarme y romperme el cuello antes de que cualquier presente pueda hacer algo para evitar mi muerte; pero vamos, va a ser mi tío o algo así, no creo que se atreva a asesinarme, ¿no?

—Mi hermanastra no tiene idea de que corres y te juntas con gente poco deseable —dice cuando sus labios tocan mi oído—. Aquella vez que te obligué a correr ya sabía que serías la hijastra, pero necesitaba ganar y tú eres mejor que Elisa.

Previous ChapterNext Chapter