




La intrusa
Haziel siempre fue, ante mis ojos, una chica alegre, sarcástica, graciosa y bonita, aunque desaliñada. No era el tipo de chica con el que me habría gustado juntarme, pues yo siendo la chica bulleada y con autoestima baja, buscaba a alguien que llamase poco la atención y que prefiriera pasar con la nariz metida en un buen libro antes que irse de fiesta a tugurios. Pero al final fue su espontaneidad la responsable de que forjáramos una amistad durante el primer semestre de universidad. Claro, eso antes de que estuviéramos a punto de ser secuestradas y de que me pusiera en riesgo por atrapar a un criminal cuya identidad sigue siendo un misterio.
Mi ex amiga siempre tenía una mirada de estar planeando algo; una fiesta, una salida de compras, un malévolo plan para hacer trampa en los exámenes y demás, pero siempre la vi como alguien inocente incapaz de hacer daño a la gente. Así que definitivamente me paga un susto de muerte cuando me sorprende en mi habitación.
—¿Cómo carajo te metiste a mi casa? —no, corrección, eso es lo de menos—. ¿Cómo mierda sabes dónde vivo?
Haziel alza su teléfono y casi me lo pone en la cara, en la pantalla, un punto rojo parpadea intermitente justo en mi ubicación. Aún tengo el corazón latiendo a mil por hora después de que escuché su voz cuando menos lo esperaba, pero ese sentimiento de angustia por el susto fácilmente se evapora al darme cuenta de que la estúpida me encontró porque tengo un localizador encima.
—¡Quítame eso! —grito y tomo su teléfono—. ¿Un puto localizador? No tienen ningún derecho...
—Lo desactivaré —dice mientras intenta recuperar su teléfono—. Será como una ofrenda de paz. Te juro que no sé dónde está ni quien lo puso, pero lo desactivaré. Solo dame el teléfono.
Lo medito. Mi furia es tal en este momento que soy capaz de romper este teléfono y todavía irme contra Haziel, pero dice que viene en son de paz, ¿será cierto? Al desactivar el localizador queda bien conmigo, pero en cuanto se vaya puede activarlo de nuevo y entonces vuelvo a estar en su poder. Le lanzo el teléfono y corro hacia el espejo para mirarme. Busco en el cabello, en los aretes y en todo el cuerpo para ubicar el localizador, pero no lo hallo. Incluso veo en los zapatos, pero estoy limpia.
—Creo que está en la casa —Haziel interactúa con su teléfono—. Desde que me enteré de que te pusieron uno, lo busqué y no se ha movido. Está aquí.
Claro que sí. Si estuviera sobre mí, seguramente me habría dado cuenta en cuanto me lo pusieran. Soy distraída, pero no pendeja. Dejo de observar mi reflejo y me volteo hacia la intrusa. Me mira fijamente, no parece tener segundas intenciones, pero no puedo confiar en ella; no después de todo lo que ha pasado.
—Vale, lo desactivas ¿y qué?
—Y hablamos —responde como si fuera lo más obvio del mundo—. Tenemos cosas que decir, me debes muchas explicaciones.
Casi suelto una carcajada, es idiota si cree que yo le debo explicaciones. Todo lo que hice fue para protegerla porque después de tanto ahora sé que no hay mejor regalo que la ignorancia.
—No te debo nada —espeto burlonamente—. Dejé de hablarte porque creí que si mantenía contacto contigo te pondría en peligro. Lo hice por tu bien. No me salgas con que te debo, porque tú guardaste más secretos, mientras yo te dejé de hablar para evitarte riesgos, tú sola te pusiste en peligro.
—No te pedí protección —me responde con una carcajada amarga—. Te quería como amiga, pero me dejaste de lado. Eso es lo peor que le puedes hacer a alguien, ¿sabes? Decidir por ellos. Me hubieses dicho que te metiste a la organización y a partir de ahí, yo decidía si continuar siendo tu amiga o no. Es lo que yo iba a hacer contigo, pero me dejaste de hablar justo después de que casi nos llevaran.
Me quedo callada, Haziel casi acaba de confesarme que se metió a la organización a la que yo llamo El Círculo. Pero claro que yo no sabría un carajo de eso porque dejé de hablarle de un día para el otro. La alejé lo más que pude y no me enteré de que ella sí decidió entrar, de que ella sí tuvo las agallas de meterse de lleno para atrapar a los malos. No como yo que fui una cobarde. Y dejamos de ser amigas por mí, ahora que me lo dice de frente, creo que tiene razón: ella ya es adulta y puede tomar sus decisiones, no debí decidir por ella.
—¿Eres parte de la organización?
—Sí, Flavio me convenció —Haziel se sienta en mi cama—. Desperté con cruda en la residencia, él me estaba cuidando. Me contó lo que ocurrió, me aseguró que tú estabas bien y me ofreció formar parte. Al inicio dije que no, me pareció peligroso y fumado, pero una semana después, cuando dejaste en claro que no querías saber más de mí y que nuestra amistad se había ido a la mierda, acepté entrar. Y vaya que me cambió la vida —se encoge de hombros cuando ve mi expresión—. No hagas esa cara de sorpresa, sé que tú estabas metida, pero por fuera. Mientras yo completaba el entrenamiento y todos los rituales esos, tú andabas con Mateo viviendo aventuras y corriendo clandestinamente. Y al final, fuiste tú quien salió huyendo cuando viviste el verdadero peligro.
Genial, acaba de decirme a la cara que soy una jodida cobarde; lo cual no es mentira, pero no se siente padre que te lo digan. No digo nada, no tengo nada por decir. Ahora no me queda duda de que ella sí se metió de lleno, que ella sí hizo su juramento o lo que fuera y que también está aquí para atrapar al mafioso loco.
—¿Estás aquí por lo mismo que Mateo?
Haziel pone los ojos en blanco y parece estar irritada.
—No, yo vine porque se corrió el rumor de que la ex de Mateo estaba en el pueblo sospechoso, no quise creerlo, pero al ver que él corrió hacia acá después de ver un video... Bueno, quise corroborar.
—¿Mateo vino hacia acá por mí?
Haziel suelta una carcajada y comienza a reír. Es tal su ataque de risa que me siento avergonzada, acabo de decir una pendejada.
—Obvio no —hace un gesto con una mano—. Vieron el video, corrieron hacia acá tres agentes, entre ellos Mateo. Fue entonces que se corrió el rumor. Supongo que le dijo a Flavio, él a otra persona y de ahí se esparció. Cuando llegó a mis oídos enfrenté a Flavio, llevábamos como un mes de relación, pero no me quiso decir. Así que pedí unas "vacaciones" y vine hacia acá. Te fui a buscar a las carreras y te vi. Ahí me di cuenta de que escondías algo.
Lo que me dice suena coherente. No veo fallos en su historia y aunque tuviera fallos, no me afecta en nada. No escondo secretos, no busco información, lo único que quiero es terminar el semestre e irme a otro lugar. Observo a mi ex amiga: se ve cansada, incómoda, incluso asustada, como si no estuviera segura de cuál será mi reacción. Me llegan a la mente muchos recuerdos; las clases de álgebra, las fiestas alocadas, nuestras noches de desvelo por parciales y tareas, ella dándome ánimos, nuestros chismes sobre gente que conocíamos. Oh, vaya, tuve una buena amistad y por idiota no la supe conservar.
Ahora, con lo que Haziel dice, todo cobra sentido: Mateo y Catarina vinieron después de ver el video que una idiota subió. En el video se ve Aiden, ese imbécil está conectado a Elisa pues es su novia y Elisa es sospechosa de secuestro. Supongo que creen que Elisa puede llevarlos al mafioso principal. Por eso llegaron, por eso están aquí. Y todo por un video idiota. Si aquella noche no hubiese sacado valor para enfrentar a Gustavo, el video nunca se habría grabado y Sores seguiría siendo un pueblo olvidado. Y todo por mis ganas de poner en su lugar al matón calvo hermanastro de mi madrastra.
—¿Qué quieres? —digo después de un suspiro—. Honestamente, ¿qué haces aquí?
Momento de silencio, abajo, escucho como mi padre hace llamadas y vocifera al teléfono. Detalles de la boda, seguramente. La celebración ya casi es y el pueblo se está haciendo mierda.
—Necesito respuestas —dice mientras aparta su mirada de la mía—. La organización recluta novatos, pero nunca nos dicen nada. Mandan a los grandes como Mateo y Flavio, pero incluso Flavio que es mi novio me esconde información —sí, bueno, Mateo hacía lo mismo conmigo y yo ni era de El Círculo—. Aparte, sus métodos no son muy éticos. Sé cómo conseguir lo que necesito. Tu parte es correr como solo tú sabes hacerlo —oh, no, ya sé para dónde va esto—. Será la distracción mientras consigo información. Sé que nos beneficiará a ambas.
No. Eso solo la beneficiará a ella, pues mientras yo sirvo como distracción, ella se entera del chisme completo. Tal vez antes quisiera enterarme de todo, pero ahora me tiene sin cuidado lo que haga esa gente con su mafioso. En estos momentos yo busco paz y seguridad para mí y mi padre.
Parece que se da cuenta de mi titubeo, pues inmediatamente busca la forma perfecta para hacerme aceptar.
—Compartiré todo lo que encuentre contigo —dice animada, parece niña pequeña—. Te prometo que buscaré cada archivo escondido para ver qué es lo que esconde la prometida de tu padre.
Ajá. Justo eso. Dio en mi punto débil. Y aunque Valentina ha dicho que no es mala y ha dado explicaciones de todo lo que le he planteado, una parte de mí sigue queriendo encontrar una sola razón para evitar el matrimonio que se llevará a cabo pronto. No debo caer en el juego, no puedo permitirlo... pero caigo como gorda en tobogán.
—¿Cómo sabes que esconde algo? ¿Y cómo sabes que es la prometida de mi papá?
—Sabes que la organización investiga a todos —dice sin mucho ánimo—. Vamos tras Elisa, la novia de Aiden quien trabaja con Gustavo que es el hermanastro de una tal Valentina que está prometida con un hombre de negocios llamado Roberto Macías. Todo se sabe al final. No estoy segura de si esconde algo, pero la investigan igual que a tu padre... o a ti.