Read with BonusRead with Bonus

El cielo mismo II

¿Habrá Aiden mandado a un tipo para atacar a Germán? Eso le daría tiempo suficiente para que me metiera en el juego y terminara. ¿Cuánto tiempo estuvimos? Quince minutos cuando mucho, una pelea puede demorar a quien sea hasta veinte minutos y da tiempo suficiente para desequilibrarme y terminar el juego. Estoy segura de que Germán me habría detenido, totalmente habría evitado mi participación en el juego, no lo dudo. Y eso no le convenía a Aiden.

La única persona que necesitaba que jugara era él. Tanto para salvarle el trasero a Elisa como para que respondiera las preguntas que me hizo. Todas ellas fueron sobre Joel, eso es lo que siempre quiso saber e incluso en la adultez es tan cobarde como para preguntar en un juego y no de frente en una tranquila mañana de escuela. Mateo no mandó a nadie, no le convenía, ese idiota ni siquiera quería que yo jugara y más cuando saqué a Catarina para meter a Haziel quien no fue una muy buena fuente de información. Al menos no para mí.

—Ahora sé que es porque te quiere, está tan lastimado que hace idioteces —Germán parece desesperado, como si apenas lograra entender qué pasa—. Cuando corriste con él, cuando amenazaron con matarnos, me golpearon sin que hiciera nada. El jefe solo dijo que lo hicieran para que él estuviera agradecido. No supe quién era él hasta que Aiden hoy confesó que le rompiste el corazón. Debiste haber visto su sonrisa cuando me vio.

Aquella vez dijeron que lo golpearon porque se resistió, pero no creo que exista alguien tan estúpido como para rebelarse cuando tienes todo en contra. Y sí, tiene sentido lo que dice Germán, tanto sentido que no entiendo como no me di cuenta antes. "Porque estás idiota, Dinaí. Te centraste en que te odiaba, no en el por qué te odiaba."

—¿Y por qué no me lo dijiste esa noche?

—Porque no sabía qué tan peligrosa era la situación, no quería meternos en más problemas. Creí que después de eso te mantendrías alejada de Aiden —se aleja de mí, parece estar herido—. Y luego yo, de idiota, te traigo a una fiesta en donde están los dos tipos contra los que corriste y aparte Aiden. ¡Y no me di cuenta! No sabía que la nueva amiga de mis amigos era amiga de gente peligrosa.

Bueno, eso yo tampoco lo sabía y quisiera decirle a Germán que en realidad habría ido a la fiesta me invitara él o no. Esta situación se iba a dar de un modo u otro y ahora solo logré hacer que la mejor persona que conozco hasta el momento se sienta culpable y aparte fuera golpeado por quien sabe quién solo porque Aiden quiso distraerlo el tiempo suficiente como para que yo jugara un estúpido juego.

—Y ahora tú estuviste en peligro y es mi culpa —se arrodilla frente a mí y no puedo hacer más que ver—. Perdóname, no tenía idea.

Se abraza a mi cadera y no puedo ni respirar. Quiero decirle que en realidad soy yo quien lo arrastró a esta maraña de secretos que se hace más grande cada vez. Necesito decirle que todo lo que ha pasado, lo bueno y lo malo ha sido por mi causa y de nadie más. Que no tiene que pedir disculpas porque soy la única culpable de este embrollo. La que necesita pedir disculpas soy yo; por ponerlo en peligro y por no pensar en lo malo que le pude causar.

Me arrodillo frente a él hasta que nuestros rostros quedan a la misma altura.

—No tienes que pedir perdón, en la primera carrera me metí sin tener auto y tú me prestaste el tuyo, en la segunda carrera yo te arrastré y tú fuiste lo suficientemente bueno como para llevarme sin preguntar. Nos amenazaron de muerte y aun así te mantuviste conmigo. Aiden mandó golpearte solo porque quería que respondiera sus preguntas y necesitaba que no te entrometieras —veo sus ojos oscuros tan mortificados, tan arrepentidos, se ve tan destruido y no puedo evitar acariciar su mejilla—. La que debe pedir disculpas soy yo. Porque por mí te han hecho daño y alguien tan bueno como tú no merece ser dañado.

Él no responde, aparta su mirada de la mía y se centra en el suelo. Quiero decirle todo, quiero confesar mi doble vida en Estrada, mi experiencia con un mafioso loco y decirle que estoy segura de que está aquí. Pero no puedo, no pienso ponerlo más en peligro. Conociéndolo, seguramente va a querer protegerme de alguien que nos mataría a los dos en cuanto pudiera. Como diría un conocido de El Círculo: "No hay mejor armadura que la ignorancia." A veces mientras menos sepas, más posibilidad tienes de sobrevivir.

Es todo, lo he decidido. Hablaré con mi padre de Valentina, le diré que la fue a buscar Gustavo, que la vi hoy en la fiesta y que esconde un secreto que no sé en qué consiste. Soy su hija, debe escucharme y debe saber que estamos en peligro, que ni él ni yo tenemos idea de lo que está pasando, pero que lo mejor es largarnos y fingir que jamás escuchamos hablar de este pueblo. No sé si Germán quiera ir conmigo lejos de aquí, pero puedo convencerlo, después de todo, él vive solo aquí también.

Podemos irnos del país; su hermana está en París, nunca he ido, pero estoy abierta a conocer nuevos lugares.

Lo abrazo fuertemente y lo obligo a mirarme, si voy a decir algo, quiero que me vea a los ojos.

—Eres por mucho la mejor persona que conozco —digo en un susurro—. Y estoy tan feliz de haberte conocido. Es lo único que agradezco de haber sido obligada a regresar.

Y entonces me besa, sus movimientos son tan rápidos que apenas y logro reaccionar. Me carga y me pone sobre el cofre del Audi, sus labios son suaves, pero desesperados. Su lengua juega con la mía haciendo círculos. Sus brazos fuertes me sostienen en un abrazo y yo lo tomo fuertemente del cuello.

Necesito más de él, necesito sentirme querida y sentir que quiero.

Saben, por mí ahí mismo me desnudaba y dejaba que me hiciera lo que quisiera, pero él tiene más sentido común que yo y logra separarse de mí. Digo, vamos, tendríamos público seguramente y pensándolo bien, no me sentiría a gusto teniendo como espectadores a Mateo o Aiden.

Lo bueno de su casa es que está cerca y no nos demoramos en llegar. Sé que el viento es frío, pero el calor que siento es excesivo, estoy casi sudando, por dios. Mis dos meses de abstinencia me están pasando la factura.

Tengo un punto a favor al lograr llegar a la habitación. También sé controlar mis instintos, no soy un animal, creo.

Me subo sobre él y desabrocho su camisa lo más rápido que puedo. Mis labios se alejan de los suyos y pasean por su cuello el cual acaricio con la punta de mi lengua. Bajo hasta su pecho el cual acaricio con la yema de mis dedos; voy trazando suaves espirales mientras escucho un gruñido por parte de Germán. Me recorre una sensación de triunfo al escuchar un sonido de placer.

Llego hasta su pantalón y desabrocho el cinturón con la boca, mientras, mis manos están en su abdomen.

—Por dios, Dinaí —dice grave y bajo—. Vas a matarme.

Quito el cinturón y entonces puedo ver lo que me espera. A la mierda, no tengo idea de cuánto mide eso y menos con la luz apagada, pero estoy segura de que sí está grande. Y de que lo quiero dentro de mí, ya.

—No tan rápido.

Y entonces soy yo la que termina abajo. Siento los labios de Germán rozar la piel de mi cuello, me hace cosquillas, pero provoca un hormigueo que me recorre de arriba abajo. Su lengua saborea mi boca de nuevo y no puedo evitar gemir de placer. Siento como sus manos acarician la piel desnuda de mi abdomen y mi pecho. Sin saber bien cómo, de repente ya no tengo blusa.

Mi pecho sube y baja con cada respiración, mi pulso se acelera y siento el calor invadir mi cabeza. Va bajando cada vez más, siento como tiemblo ante sus caricias y vuelvo a gemir. Lentamente, desabrocha mi pantalón y me lo quita. Siento su mano acariciarme una y otra vez y solo logro suspirar. Siento una corriente eléctrica agradable subir y bajar, recorrerme y hacer que mi respiración se acelere. Su lengua llega a mi clítoris y gimo al sentir como lo acaricia en círculos. Acaricio su cabeza a cada momento, mis gemidos cobran fuerza con cada caricia. Sus manos juguetean en mis muslos. Joder, este hombre sabe lo que hace.

La corriente de placer me inunda totalmente, me remuevo cuando siento que es demasiado, pero Germán es gentil y acaricia mi piel desnuda. Su lengua acaricia una vez más y entonces exploto. No puedo parar de gemir, mis piernas se sacuden con espasmos mientras yo me dejo llevar por esta sensación de estar en el cielo.

Cuando me calmo, Germán me besa y solo puedo pensar que este lugar es en el que quiero estar. Aquí me quiero quedar.

Previous ChapterNext Chapter