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Respuestas II

Eso sí está raro, lo único que puedo pensar es que el video fue de la primera carrera. En la que me enfrenté con Aiden. ¿Quién lo mandó? Hay muchas opciones, varias personas grabaron la competencia, incluso pudieron sacar el video de redes sociales. ¿Y por qué le mandarían un video dónde salgo yo? Y aparte la leyenda de: "No se puede confiar en nadie." Eso significa que Haziel ya estaba metida en esto desde antes, seguramente entró al mismo tiempo que yo, pero por alguna extraña razón nunca nos encontramos, es más, ella siguió con su vida normal. Yo me excluí de la vida universitaria. Solo me centré en las calificaciones.

Joder, tengo más preguntas y solo le queda un vaso. Espero que ni Mateo ni Aiden me lo ganen.

Haziel prepara su tiro, cierra los ojos y muñequea, cae justo en el vaso de Aiden. Este apenas gruñe.

—¿Qué tiene que ver tu novia con la desaparición de tres chicas?

Ajá, lo sabía. Me metió aquí para evitar que Elisa tuviera que responder. Es eso, están metidos en una mierda de la que no me quiero enterar del todo. Y llegué en el momento equivocado. No debí meterme en este juego. No me esperaba que mi ex mejor amigo y ex mejor amiga fueran malos, pero he aquí la respuesta.

—Ella entregó una dirección, nadie sabía lo que pasaría —me voltea a ver y parece querer decirme algo, pero no entiendo—. No tuvimos opción.

Mis pensamientos aterrizan en la carpeta que encontré en mi USB, la foto de Elisa, la dirección escrita con la caligrafía de Aiden, la ubicación de la casa. Tal vez tengo otra pregunta para mi ex mejor amigo. Y entonces mis ojos caen sobre lo que Aiden llamó "El depurador", aquel objeto al que se le inserta una tarjeta SD, una USB o cualquier otra cosa y permite ver archivos o borrar archivos. Tu puta madre, Mateo, tengo otra pregunta para ti.

—¿Qué día llegaste a Sores?

¿¡Es en serio!? Mateo tira y justo cae en el último vaso de Haziel. Ese hombre tiene un tino perfecto, con los ojos cerrados y formulando la pregunta, le atinó. Siento una inmensa furia porque acaba de desperdiciar un turno, ¿a quién le importa cuándo llegó Haziel? Yo quiero saber en qué momento se unió a El Círculo.

—El viernes pasado por la tarde.

Tanto Mateo como Aiden le extienden los billetes correspondientes a los vasos que Haziel atinó. Yo hago lo mismo. Solo es un billete. Ella me da dos billetes a mí (del vaso al que le metí la canica) y los demás los reparte entre Aiden y Mateo. Al final se acerca a mí y en voz baja (aunque seguro todo mundo escuchó), me dice: "Por lo que más quieras, gana esto."

—¿Desde cuándo eres policía encubierto?

A la mierda, la pregunta hecha por Aiden es más directa que una flecha al corazón. Por suerte, Flavio se encargó de mover a los chismosos de la fiesta y ahora solo somos los jugadores y acompañantes. También está Salomón y otros dos muchachos que no reconozco, de ahí en fuera, todos son conocidos.

—No lo soy

Y es que eso es verdad. No son policías, pudieran apoyar a la policía y el ejército en algunas cosas, pero no lo son y nunca lo serán. Sus medios no son exactamente legales y sus acciones están algo manchadas con sangre.

Es mi turno. Cierro los ojos, respiro y tiro. La canica cae y siento el nerviosismo recorrerme. Es momento de la verdad.

—¿Por qué borraste los archivos de mi memoria aquel día que fui a la joyería?

Mateo frunce el ceño, Aiden se cruza de brazos, Elisa se levanta y se para en el espacio que está entre Aiden y yo. Haziel arquea una ceja y mira intercaladamente a Mateo y a mí. Catarina abre la boca, pero la cierra inmediatamente. Yo espero paciente la respuesta.

—No lo hice —dice pausadamente y siento que tiemblo—. Ni siquiera sabía que fuiste a una joyería.

Y entonces una canica vuela en el aire, cae sobre la mesa, rebota y se mete al vaso de Aiden.

—El tipo de la carrera, Gustavo ¿a quién le es leal?

Recuerdo al pelón ese y a sus secuaces, recuerdo su mirada pervertida y su porte de gorila. Yo pensaba que Aiden trabajaba para él, pero ahora lo dudo un poco. Recuerdo la noche en que Gustavo llegó a mi casa por la madrugada para encontrarse con Valentina. Creo saberme la respuesta a esa pregunta, pero aquí nada es lo que parece, ya debería saberlo.

—A la justicia.

—Esa no es una respuesta.

—Sí lo es, y es más de lo que debería darte —dice Aiden mientras lanza la canica—. ¿Para quién trabajas?

Esa respuesta sí me la sé. No sé cómo se llama la organización, yo la llamo El Círculo, pero al fin y al cabo es lo mismo.

—Para la justicia.

Qué estupidez. Pongo los ojos en blanco como señal de irritación. Me divertí más con Haziel que con estos dos juntos. Y entonces es mi turno, tanto Aiden como Mateo tienen un vaso. ¡Uno! Eso es todo, imbéciles, voy a ganar. Todo por querer atacarse entre ellos... o porque yo no soy interesante.

—¿Qué haces aquí? —pregunto cuando mi canica cae en el vaso de Mateo—. Quiero una buena respuesta.

—Ya lo sabes —dice y Catarina lo voltea a ver con sorpresa y confusión, parece enojada—. Aquello que te dije tiempo atrás, sabes que no me detendré hasta terminar con esta mafia.

El mafioso está aquí, el tipo cuyos secuaces casi nos matan están aquí. Y de nuevo vuelan mis pensamientos hacia Valentina. Ella sabe algo, lo presiento, está inmiscuida. Y pensar que estuvo aquí hace veinte minutos. La pudieron atrapar, aunque claro, necesitan pruebas y eso es lo que buscan con Aiden y Elisa que no son más que peones, seguramente. Creen que ellos pueden delatar a Valentina y entonces así caer. Todo por una testigo que reconoció a Elisa, todo por una chica salvada aquella vez en el bar y que fue lo suficientemente valiente como para hablar.

—¿Dónde los conociste? —la canica cae en uno de mis vasos y me saca de mis pensamientos, Aiden me mira casi con desesperación—. No me vayas a mentir, sé que los conoces.

—En Estrada —respondo en voz baja—. Y desearía no haberlos conocido.

Tiro de nuevo y por pura mal suerte no le atino. No puedo evitar soltar una maldición. Ahora Aiden tiene oportunidad de preguntarme de nuevo. Lo bueno de todo esto, es que Germán se acerca casi corriendo hacia acá en compañía de su amigo Fer. Siento como un peso se desvanece de mi pecho, al fin me siento acompañada. ¿En dónde estaba?

—¿Por qué volviste?

—Porque no tuve elección.

Esta vez no puedo fallar, tengo un par de preguntas para Aiden, pero solo queda un vaso y debo irme por la incógnita que no me deja dormir desde hace mucho tiempo. La canica chapotea y entonces sé que ha entrado al vaso. Justo, Germán llega a mi lado y se queda mirando la escena. Trata de hablar, pero se lo piensa mejor y se queda callado.

—¿Por qué me hiciste sufrir tanto emocionalmente en la preparatoria?

Segundos de silencio. Elisa se da media vuelta y se va a sentar a un sillón, Salomón la acompaña y le acomoda el cabello ¿wtf?, Mateo solo mira a Aiden con mucho desagrado y enojo y yo... yo tomo la mano de Germán y finjo estar tranquila.

—Porque me rompiste el corazón, porque preferiste estar con él antes que conmigo, porque aprovechaste el momento que estuvimos separados para traicionarme. Te fui a buscar —dice con la voz entrecortada—. Le rogué a mi padre que me dejara ir a Estrada para verte. Definitivamente no esperaba encontrarme con tu noviazgo de verano y tampoco esperaba sentirme así de destrozado.

A la mierda. Su puta madre. Esa no me la esperaba, ¿yo qué iba a saber que Aiden iba a ir a buscarme? Ahora todo tiene sentido, aun así, siento que fue muy exagerada su reacción, digo, el dejar de hablarme lo puedo entender, ¿pero humillarme de esa forma? Está mal de la cabeza y agradezco haberme dado cuenta de que no es buen partido.

—Háganse trizas entre ustedes si quieren, mátense si así lo desean —tomo mis billetes y mi botella—. A mí no me metan. Por mí, no los vería nunca más en mi vida.

Lo pienso mejor y les aviento el dinero en la cara, parezco la princesa mafiosa aventando dinero sin miedo, pero es que estoy enojada. Lo siento. Abro la botella mientras la música cobra volumen, le doy un trago, luego dos y tres. Hasta que la garganta me arde y no logro tragar más. Volteo a ver a Germán y me está viendo con los ojos abiertos de par en par.

A mí qué me importan los asuntos de gente que quiere matarse entre ellos. Yo necesito mi estabilidad y la persona que me la puede dar está justo frente a mí.

—¿Estás bien? —dice Germán—. Te busqué, pero...

No lo dejo terminar la frase, porque lo tomo fuertemente de la camisa y lo atraigo hacia mí. Mis labios saborean los suyos, siento su calor irradiar hacia mí. Su cabello suave se enreda entre mis dedos mientras yo solo pienso en dejarme llevar por este aleteo feroz.

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