




Si vas a apostar es para ganar 2
No quiero jugar beer-pong, peor aún, no quiero jugar beer-pong de cuatro, joder, Flavio ahora está poniendo más vasos. Cuatro juegos de seis vasos en total. Catarina, Aiden, suponiendo que yo... ¿y quién más? Vale, esto es un juego de poder, ver quien tiene mejor tino y ver quien aguanta más el alcohol, pero quién es mejor sacando información.
—Con los ojos cerrados tiras —dice Aiden—. Cada vaso tiene debajo un billete de doscientos, cada que metas la canica en un vaso, te llevas el dinero y tienes derecho a hacer una pregunta. El dueño del vaso está obligado a contestar con la verdad.
Las cosas siempre me salen jodidamente mal, voy subiendo una cuesta cuando de pronto tropiezo y caigo en picada. Y uno debería reconocer cuando algo está por irse a la mierda y lo mejor es apartarse, pero esto, amigos, esto es una oportunidad de oro. Nadie me garantiza que verdaderamente respondan con la verdad, pero un dato siempre te conduce a otro y puedes llegar hasta la verdad. Flavio se hace el idiota viendo para cualquier lado en donde no esté yo, Elisa se tapa la boca y niega con la cabeza, golpea a Aiden en el brazo y se da la vuelta. Mateo me mira expectante, su expresión es neutra, pero su mirada parece arder. No quiere que juegue y se nota a kilómetros que no está de acuerdo. Catarina me mira con una sonrisa y una expresión de total inocencia. Haziel llega de improviso y se agarra al brazo de Flavio.
¿Así o más presión?
—¿Quiénes juegan? —digo como si me pareciera lo más aburrido del mundo—. Y qué hago si no traigo tanto dinero.
—¿En serio no lo traes? —dice Flavio y sé que se refiere al dinero, él sabe perfecto que a cualquier lado llevo una gran suma de dinero por si se llegase a necesitar... ya saben, apuestas—. Juega el joven de ahí —señala a Aiden—, mi amiga Catarina y mi amigo Mateo. Íbamos a meter a la rubia, pero creo que has tomado su lugar.
Medito las opciones. Estoy segura de que Aiden me eligió a mí para que Elisa no se arriesgue, después de todo, si se trata de preguntas, ella tiene mucho que perder al ser sospechosa de una investigación. Y yo... bueno, siendo sincera, no tengo gran cosa que perder, tanto Mateo como Aiden saben muchas de mí, no hay mucho que preguntar. Y entonces se me ocurre una fenomenal idea, de esas que sabes que te arrepentirás.
—Solo si ella juega.
Señalo a Haziel y esta me mira con la ceja derecha arqueada. Ella siempre ha sido linda, pero su maquillaje no siempre le favorecía, ahora ha cambiado de técnica y sé que es ella porque la conozco, pero se ve mucho mejor. La miro con atención, me fijo en sus ojos, en la forma de su nariz... me la imagino con maquillaje más elaborado y una capucha sobre su cabeza.
Para ejercer presión y quebrar este silencio exasperante, saco de mi bolsa los billetes. Cuando estuve en Estrada metiéndome a carreras y fiestas, siempre llevé efectivo, mucho. Mateo me dijo que siempre hay que estar preparado porque oportunidades llegan cuando uno menos lo espera y tener efectivo es lo más inteligente que uno puede hacer. Acomodo los billetes bajo los vasos. Ignoro las miradas interrogantes que me lanzan tanto Aiden como Elisa y me pongo a contar las respiraciones que tomo. No más ataques de pánico, Dinaí, ahorita no.
—¿En lugar de quién? —pregunta Catarina—. Faltó agregar que como apuesta final, cada quién te puede pedir algo y si pierdes ante esa persona, tendrás que entregarlo.
—En lugar de ti.
Escucho una carcajada, no tengo idea de quien fue, estoy concentrada en acomodar mis vasos. Ignoro lo último que Catarina dijo, que me pidan lo que quieran, no tengo nada que perder.
—Bien —dice la pelirroja mientras me mira con cara de pocos amigos—. Que Haziel tome mi lugar.
Haziel toma el lugar de Catarina y Mateo se posiciona en el suyo. Aiden le lanza algo a Salomón (a quien ni había visto) y le dice algo a Elisa en el oído. De pronto me invade el anhelo de tener a Germán aquí, conmigo. ¿Dónde estará? Echo un vistazo rápido, pero no lo veo.
—De Dinaí quiero los aretes, de Mateo quiero la motocicleta y de Aiden, el coche.
A ver, qué carajo. Esto es muy intenso, no creí que fuera posible pedir algo de tal magnitud. Mis aretes son de oro blanco. Joder, no. Aunque claro, esto está descontrolándose, ¿qué esperaba? Retos como bailar en tanga o la pelusa supongo que no están permitidos.
Tanto Aiden como Mateo lanzan sus respectivas llaves al centro de la mesa en donde descansa una botella de vodka con hojuelas de oro. Solo una vez en mi vida probé eso y juro que ha sido la mejor fiesta de mi vida.
—De Haziel quiero la USB que guarda en su caja fuerte —dice Mateo y el rostro de Haziel pasa de sorpresa a incredulidad y luego odio hacia Catarina—, de Aiden quiero el automóvil y de Dinaí... su anillo de compromiso.
Podría reír, carajo, me soltaría a las carcajadas aquí mismo de no ser porque el estómago se me ha revuelto. Levanto ambas manos dándole a entender que no lo traigo conmigo.
—No me lo debes dar a fuerza hoy.
Comienzo a preguntarme qué tan bueno será continuar en el juego, digo, el anillo que tengo es falso y tiene un localizador instalado en el interior. No es buena idea darle a Valentina la ubicación exacta de Mateo, ya con la mía tiene. Y no hay posibilidad alguna de que le entregue el anillo real. Si quiero continuar con esto, lo que tengo que hacer es simple: ganar.
—Lo único que quiero, es la botella. Fuera de eso, sus apuestas me la pelan.
—Yo sí quiero algo de ustedes —dice Aiden quien adopta esa mirada gris feroz que anteriormente me provocaba miedo—. De Hazel quiero la misma USB que tiene en la caja fuerte, de Mateo quiero los archivos que tiene en el depurador —señala hacia Catarina quien tiene el aparato con el que vi que Mateo sacaba información de una tarjeta SD—. De Dinaí quiero el broche de cabello.
—Me llamo Haziel.
No otra vez, quiero gritar, por dios. ¿Qué tanto me debe lastimar para dejarme en paz? Fue un regalo de mi mamá, no pienso darle un carajo. Espero que si, alguien gana, sea Haziel. Como sea, de los aretes de oro puedo prescindir.
Y se preguntarán por qué no exigí la motocicleta o el automóvil o la USB misteriosa que está en una caja fuerte. La realidad es que no quiero nada de eso, no podría vender las cosas a menos que fuera de manera ilegal. Y no me interesa meterme con el tal mafioso, eso puede terminar muy mal y no quiero morir, gracias. Estoy aquí para sacar información y a cualquier atisbo de peligro, escapar con mi papá y no volver jamás.
Que empiece el juego, estoy lista.