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El amor es así

—Hola, Di —saluda mi padre mientras cuelga su saco, se ve feliz—. Hoy fuimos a ver un par de salones para la boda, queremos que sea algo sencillo, pero vendrá gente de muchas partes, mis socios y clientes. Puedes invitar amigos, si quieres.

¿Es neta, papá? No tengo un jodido amigo. Aparte, una boda en Sores es aburrida, podría bien casarse en París, Cancún, Cartagena, Londres, no sé. Sospecho que esto tiene que ver con la estúpida de Valentina.

—Ya, espero que sea verdaderamente sencillo, en este pueblo siempre es fácil llamar la atención.

—Tranquila, hija —oh, por dios, acaba de decirme hija, hace mucho no escucho eso—. Serán doscientos cincuenta invitados cuando mucho.

En la torre, yo imaginaba que serían menos de cien.

—¿Qué le ha pasado al anillo, Di? —pregunta Valentina—. ¿Lo perdiste?

—No, está en mi escritorio —digo con una sonrisa—. Lo que pasa es que me empezó a apretar, creo que me hinché un poco. O tal vez estoy subiendo de peso.

—Oh, vaya, puedo llevarlo a que lo arreglen, si quieres.

—Estaría bien —seguro eso es lo que quiere la perra—. Me siento acompañada por mi mamá cuando lo uso.

Después de eso cenamos en familia, lo que se reduce a que Valentina hable de vestidos que quiere usar, o del mejor peinado para la boda. Habla también de la oficina, vaya, la primera vez que escucho que hace algo "productivo". Resulta que es agente de viajes, le organiza viajes a la gente, qué bien. Algún día iré a la tal oficina. Una de dos: O verdaderamente organiza viajes y a gente rara que viene a buscarla a la casa o eso es solo una fachada.

Al otro día me despierta una voz chillona y madrugadora. Valentina discute con alguien a través del teléfono, lo digo porque no creo que esté hablando con papá. Le echo un vistazo a mi móvil y veo que son las seis de la mañana. La mujer madrugadora no para de decir que retengan al cliente, que ella ya está por salir hacia allá.

Algo me dice que el cliente no es un cliente que planeó un viaje. ¿Quién a las seis de la mañana se va a quejar de un servicio? Yo digo que nadie, pero escucho como mi futura madrastra se despide de mi papá y este le dice que se vaya con cuidado y que la quiere. Bueno, mínimo no dijo que la ama.

Pienso en seguirla para ver si realmente va a encontrarse con un cliente, pero ella ya está arrancando el automóvil y yo ni siquiera estoy vestida. Me asomo por la ventana y veo cómo el coche se aleja a máxima velocidad. Tres segundos después, una camioneta estacionada en la acera de enfrente se enciende y sale detrás de mi madrastra. ¿Qué chingados? No logro verle la cara al conductor, pero veo que en el brazo izquierdo tiene un tatuaje grande en forma de luna. Algo me dice que se trata de la misma persona que vino a buscar a Valentina la vez pasada. Maldigo en voz baja a mi papá. De todas las mujeres que hay en el mundo, ¿por qué meterse con la sospechosa? Tal vez la estúpida le hizo un amarre o algo.

Lo dejo pasar, hoy por la noche me enteraré de más cosas y una vez que tenga información, veré qué medidas tomar.

Llego a la escuela justo a tiempo. Como siempre, echo un vistazo al salón. Me sorprendo al ver que no está Catarina ni Aiden. Las clases pasan, pero no se presentan a ninguna. Busco a Elisa durante los descansos, pero tampoco la veo, a quien me encuentro es a Salomón, supuestamente está en mi grupo, pero al tipo no lo vi en las clases, sin embargo, lo veo en el estacionamiento. Está recargado en su coche y hay dos chicas a su lado, parecen estar riéndose lo que él dice.

Me debato entre ir a preguntarle por el paradero de su amigo, no creo que me diga gran cosa, pero nunca estaré segura a menos que lo intente.

—Lo he pensado mejor —digo sin saludar—. Y creo que sí iré a esa fiesta.

Se me queda viendo por un instante, no sé interpretar su mirada, está repleta de confusión, pero más que nada de sorpresa.

—Yo... eh, bueno, me alegro. Solo di que me conoces y podrás pasar sin problema.

—Claro, ¿irán tus amigos? —pregunto como si no fuera la gran cosa—. Hoy no vinieron, no los vi, así que supongo que no están en el pueblo.

Un segundo de silencio. Las chicas que rodean a Salomón me miran casi con desagrado. Casi me dan ganas de decirles que no pienso quitárselo.

—Creo que Catarina está ocupada con lo de la fiesta, Aiden me dijo que su papá necesitaba ayuda con las piezas de un coche. Da igual, no creo que te incumba.

Pero sí me incumbe y más de lo que me gustaría.

Me doy media vuelta y me dirijo al final del estacionamiento. Germán dijo que me recogería ahí para llevarme a casa y arreglarme para la fiesta, después iríamos a su casa y entonces a la fiesta. Solo espero no encontrarme con Mateo, Elisa o Aiden. Ya estoy harta de vivir entre interrogantes, pero tampoco quiero fallarle a mi estabilidad emocional. Que de por sí ya flaquea.

Veo a Germán quien me saluda alegremente, llego, brinco hacia él y lo beso con fuerza. Necesito estabilidad, me repito, necesito alguien que me ancle a la realidad.

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