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Nunca confíes en nadie 2

Al otro día en la universidad, lo primero que noto es que Catarina llega sola y cabizbaja. La pelirroja siempre trae esa aura divertida y amigable, pero el día de hoy parece triste. No resplandece, supongo que tiene que ver con el clima, no está soleado y llovizna desde temprano. La miro fijamente, estoy tentada a hablarle, ella tiene que saber algo. No la recuerdo como miembro de El Círculo, tampoco como un aprendiz, tal vez solo es novia de Mateo; una chica a la que conoció apenas. Pero, repito, algo debe saber. Si me voltea a ver, sí le hablo. Sin embargo pasa de largo y me ignora épicamente.

Entro al edificio feo y me dirijo a mi clase. Supongo que estos días habrá oportunidad de conversar. Quisiera saber cómo es, qué de ella es lo que cautivó a Mateo.

Llego a mi salón y miro alrededor. Estoy buscando a la chica que se ganó la ira de Aiden al subir el video de la carrera a sus redes sociales. La única persona que parece no repudiarme en este pueblo es Germán, pero él ni siquiera viene a esta escuela. Así que quiero buscar una amiga. Una persona con quien pasar tiempo, alguien que me ayudase con tareas, con quien salir a fiestas y platicar.

Mi círculo social se disolvió cuando discutí con Mateo, perdí a Haziel porque estúpidamente la alejé. Aquí siempre fui humillada, por dios, ya basta. Mi vida fue una mierda, sí, pero ya estuvo bueno de vivir en el drama. Todo puede mejorar. Lo malo es que hoy no veo a la chica, ella y su amiga me invitaron de compras. Podría tomarles la oferta. Pero no están.

Tomo asiento en mi ya asignado lugar, pero esta vez no saco mi libreta. Este día no estoy de humor para tomar apuntes. Aparte, Literatura es una materia que se puede pasar sin apuntes. Prefiero idear una estrategia para sacar información. He estado pensando y lo mejor sería ir a El Arco y encontrarme con Gustavo. Se ve como un tipo malo y todo, pero si está bajo las órdenes de Valentina, entonces no se arriesgaría a hacerme daño.

Alguien llega y se sienta en el pupitre de al lado. Levanto la vista y me encuentro con el segundo gran imbécil que lleva por nombre Salomón. Estoy segura de que hago una expresión de asco, desagrado o algo parecido, pues frunce el ceño y hace ademán de estar a punto de levantarse, pero lo piensa mejor y se queda en el lugar.

—Eh... hola, ¿qué tal? —no puedo creerlo, este imbécil secundó mil veces a Aiden en su necesidad de humillarme y ahora solo dice ¿qué tal?—. Hay una fiesta el viernes en casa de la nueva, Catarina. Sé que nunca hemos sido amigos, pero creo que es hora de madurar, ya sabes. Estaría bien que fueras.

Abro los ojos en sorpresa, apenas puedo creer lo que estoy escuchando. Oficialmente he sido invitada a mi primera fiesta en Sores, no sé qué me impacta más, si haber sido invitada o que Catarina puso su casa. Si estuviera en la preparatoria, seguramente me iría dando brinquitos ridículos a mi casa y correría a buscar la ropa que usaría. Pero aquella era una ingenua Di, ahora sé muchas cosas, ahora sé que Elisa no es quien dice ser, que seguramente Aiden la apoya y que Salomón no puede estar tan limpio. Ahora me atendré a la primera regla que todos debiéramos seguir: No confiar en nadie.

—Así que debemos madurar —digo mientras asiento con la cabeza—. Me humillaste durante tres años, me hiciste sentir que no valía nada y pusiste a la preparatoria en mi contra, ¿y simplemente te debo perdonar?

—Oye, vamos, Di...

—Soy Dinaí.

—Lo siento, Dinaí —dice y se pone nervioso, lo noto porque frota sus manos—. Mira, sé que en el pasado no fui la mejor persona...

—¡Mi vida fue un infierno!

Genial, no me pude contener. Grité lo suficientemente fuerte como para que los del grupo voltearan a verme. Salomón evita mirarme, de hecho observa el piso que repentinamente se volvió interesante. Vale, actué fuera de lugar.

—Hiciste lo que hiciste por una razón desconocida —digo en voz baja—. No me interesa, quedó en el pasado. Pero no existe tal cosa como el perdón para ti. Gracias por la invitación, pero no.

Me giro para darle a entender que la charla ha concluido, sin embargo, él se queda sentado. ¿Acaso no se va a ir? Y entonces, cómo si hubiese escuchado mi pensamiento, se levanta y alisa su camisa. Veo como un trozo de papel cae del pupitre por el movimiento. Se detiene en el piso y queda boca arriba. Hay una dirección escrita: "Rejil del norte 230" Conozco ese nombre, es una calle en la zona residencial. Supongo que es la dirección de la casa de Catarina. Leo de nuevo y entonces jadeo en sorpresa.

Alzo la miraba y veo que el imbécil no se ha dado cuenta. Rápidamente tomo la nota.

Salomón se aleja distraídamente hasta su lugar, dos segundos después entra Aiden por la puerta. Alto, guapo, con esa mirada que te penetra y es capaz de hacerte sentir única, especial... o la peor persona. Detrás de ese rostro se esconde otra parte, se esconde la faceta del monstruo.

Y es que la letra la reconocí en cuanto leí la nota por segunda vez. Se trata de la misma caligrafía que la de la foto de la servilleta que estaba junto a la foto de Elisa en los archivos misteriosos. Él escribió la nota, él puso la dirección en la servilleta. Él también tuvo que ver con el secuestro de las chicas.

Me levanto de un salto de mi banco, por un momento una estúpida idea pasa por mi cabeza. Tal vez Elisa no actuó por cuenta propia, tal vez fue víctima de chantaje, tal vez Aiden la obligó y ahora a ella no le queda otra más que seguirle el juego. Sí, eso explicaría muchas cosas.

Tal vez por eso dejó de hablarme, tal vez en esa fiesta Aiden la besó, ella no pudo resistirse (no la culpo... del todo) y después se metió en algo que no debía y ahora tiene que afrontar las consecuencias. Sí, seguramente me dejó de hablar por eso, digo, nuestra amistad era buena, o eso creía yo. Vale, no es como que la vaya a perdonar, pues al fin y al cabo ella tomó la decisión, pero si mi teoría es real, entonces creo que puedo entenderlo.

Salgo casi volando del salón. Necesito encontrar a Elisa, tengo que hablar con ella. Debemos aclarar este asunto y si resulta que no es lo que pensaba, sirve que consigo algunas respuestas... o más preguntas.

La busco en los sanitarios; no está. La busco en varios salones, pero las clases están por comenzar y no la veo. Los laboratorios están vacíos, el estacionamiento se ve concurrido, pero ni rastros de una rubia. El último lugar al que voy es la biblioteca; sinceramente, no me imagino a Elisa ahí, sin embargo, es dónde la encuentro.

Está sentada frente a una computadora apagada. La mira sin ver, parece que está ida. Escucho que tararea por lo bajo una canción. Al parecer no se percata de mi llegada pues ni siquiera se inmuta.

—Hola —digo con voz algo chillona—. ¿Todo bien?

¿En serio, Dinaí? ¿No se te ocurrió algo mejor?

—¿Qué haces aquí? —me lanza una mirada y vuelve a centrarse en la computadora apagada—. Creí haberte dicho que te alejaras de mí.

Suspiro, vaya, con esta actitud me es difícil sostener la teoría de que ella no es mala.

—Te buscaba —suelto sin más, alza la cabeza y me mira—. Sabes, hay veces en que uno no quiere hacer algo, pero por una decisión errónea, se mete en problemas. Sé que nuestra amistad tal vez no era lo mejor, pero creo que en la separación hay un trasfondo. Si alguna vez alguien te obligó a hacer algo o te convenció, puedo entenderlo. Incluso si eso significara que tuviste que cortarme por lo sano.

Elisa me mira algo confusa. Parece estar procesando todo lo que le dije. Por un momento hay un atisbo de sonrisa en su rostro, o eso creo, pero desaparece y en su lugar aparece una mueca como de lástima.

— A mí nadie me obligó a dejarte de hablar, fue mi decisión —dice con naturalidad—. No tienes idea de lo difícil que era ser tu amiga, ser rechazada aunque no tanto como tú, tener que perderme fiestas por serte leal, tener que defenderte cuando se pasaban contigo. El día que te fuiste me sentí libre y decidí que no quería estar atada a ti nunca más. Nadie me convenció, ni siquiera Aiden. Dejar de ser tu amiga fue decisión propia.

Sí, bueno... no le creo. La forma en que lo dice me hace dudar. Tan ensayado.

—De verdad, no importa si no lo quieres decir, pero si Aiden te obligó a llevarte a esas chicas y te dio la dirección en esa servilleta...

En la torre. La acabo de joder. La mirada de sorpresa de Elisa lo dice todo, el poco color que tiene en las mejillas desaparece y veo que empieza a respirar más rápido. Vale, quería ser directa, pero fue mala idea.

—¿De qué carajo estás hablando?

Sí, como casi nunca pasa, metí la pata.

—Yo...

—No tienes idea de lo que pasa, Di, no tienes idea de lo que estoy pasando. Si te digo que te alejes de mi vida y de los que me rodean, es porque no te quiero —dice en un siseo, las aletas de su nariz se mueven bruscamente; está enojada—. Tú y yo no somos amigas, ojalá nunca nos hubiésemos conocido. Deja de molestarme, no sabes nada.

Se levanta del asiento y se va. Se ve enojada, casi va echando humo por la boca y los oídos. Al final, concluyo que fue una buena plática, ahora sé que Elisa sí esconde algo, que tal vez verdaderamente me odia y que Aiden tiene algo que ver con esto. Pero también tiene razón en algo... no sé nada. Y aunque la curiosidad me carcome, mi interior me grita que no busque.

He decidido que hoy no entraré a clases, necesito ver a Germán, necesito anclarme a alguien que no esté metido en asuntos turbios y que me ayude a mantener la cordura. Él es generoso, gracioso y es justo la persona que necesito en mi vida.

Tiene lo que he deseado y no he tenido: Estabilidad.

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