




Nunca confíes en nadie
Por la noche no puedo dormir debido al insomnio. El misterio de los archivos desaparecidos me da vueltas en la cabeza, ¿cómo es que se borraron? ¿Habrá sido por un error informático? Sé que hay gente dedicada a meterse a las computadoras desde lugares remotos, pero vamos, la USB estaba en mi mochila, no estaba en ningún aparato electrónico.
Un recuerdo me viene a la mente, fue hace más de medio año, poco antes del fin de semestre en la universidad. Apenas me acoplaba a la doble vida que tenía de estudiante e intento de agente especial como Mateo.
—¿Cómo es posible que tengas ese tipo de aparato? —le pregunté a Mateo una noche mientras él revisaba una tarjeta SD que robó de un tipo que conoció en el bar—. Debe ser como exclusivo de la policía o de la milicia.
Él miraba atentamente el aparato rectangular en sus manos. Era como una pantalla del tamaño de un teléfono móvil, excepto que este tenía tres botones: Arriba, abajo y una figura de bote de basura. Mateo se veía tan guapo cuando estaba concentrado; su cabello castaño ondulado caía sobre su frente mientras una arruga surcaba la piel entre las cejas. Apretaba la mandíbula, cuánta tensión debía haber en él.
Ignoró mi pregunta por casi un minuto. Estuve a punto de levantarme de la cama y dejarlo en la soledad, cuando su voz grave que tanto amo, me detuvo.
— Tenemos incluso mejor tecnología que ellos —dijo sin alzar la mirada—. La verdad esto es primitivo, pero funcional. Puedes ver los archivos y borrar alguno. Sencillo, pero eficaz. Más que nada portátil.
Me mostró lo que se veía en pantalla: Mucho porno, de entrada. Aparte de todo ello, una carpeta que bien se podría haber perdido entre los demás documentos, tenía como nombre: "Vacaciones". Bingo, lo encontramos. Los camellos se encargan de hacer llegar la droga a los consumidores; son más que nada peones. Participantes en un juego que no conocen y del cual, en cualquier momento, pueden ser eliminados. Sin embargo, los distribuidores suben varios peldaños en cuanto a jerarquía; estos deciden a quien le confían su producto, el precio de este y cómo se llevan a cabo las entregas. Dentro de esa jerarquía están los cocineros; vitales, pero fácilmente reemplazables, aparte su trabajo no es de campo.
Hasta arriba están los cabecillas, los más peligrosos porque se esconden tras una máscara de amabilidad, de gente honrada. Podría ser cualquiera: tu vecino, tu profesor, el gran empresario que se esconde tras donaciones a albergues y demás. Esos no son tan fáciles de agarrar, se esconden bien, se camuflan a la perfección. Para eso se necesita buscar a los distribuidores, gracias a ellos es que se contacta a los grandes de la mafia.
Y dudaba mucho que ese tipo del que Mateo se "hizo amigo" fuera más que un camello. Tal vez era uno de los de confianza del distribuidor, un amigo allegado o algo. Y el muy imbécil se dejó cegar por el alcohol, se confió tanto que olvidó la regla principal de cualquier gran capo y subordinados: "Nunca confíes en nadie."
En la universidad había un imbécil que vendía metanfetamina y cocaína. Se creía el muy misterioso, pero en realidad era indiscreto. Incluso yo, antes de ser novia de Mateo, me di cuenta. Flavio era relativamente cercano a él, se hacía el idiota y fingía que no se daba cuenta, pero un día logró sacarle la identidad de un tipo que podría ayudarnos a encontrar a un distribuidor.
Para ese tipo de negocios se necesita tener cerebro, una mente rápida. Hay que ser sumamente cuidadoso y no soltar información sin querer. Por eso luego atrapaban a los tipos, por gente como mi compañero que no se fija en sus palabras. Por suerte para la gente honrada que se gana su sueldo haciendo trabajo legal, la policía y demás se encargaban de encontrar participantes idiotas y hacer caer a los tipos malos.
—Ahora, este tipo fue lo suficientemente idiota como para llevar encima su tarjeta, pero gracias a ello sabemos la identidad de quien nos puede llevar con el cabecilla —Mateo me mostró un archivo parecido a agenda que contenía dos direcciones y un nombre sobre cada una—. Acordaron una cita, ahora iremos de invitados y veremos qué planean.
Apagó el aparato, sacó la tarjeta y tocaron a la puerta. Mateo se encaminó hacia allá y abrió. Yo apenas me moví, seguramente se trataba de Flavio u otro chico. El tipo del bar estaba inconsciente en el automóvil, lo llevarían a un lugar que no fuera tan sospechoso, lo dejarían tirado y la tarjeta en su poder. Sin sospechas, sin cabos sueltos. Nosotros hicimos nuestra parte, era su turno de concluir el trabajo.
Mateo volvió y se quedó parado en el marco de la puerta. Estaba despeinado, sonrojado debido al calor y una minúscula gota de sudor caía por su sien. Se veía tan bien, que medité el desnudarme ahí mismo y decirle que me tomara duro. Pero se veía cansado, agobiado tal vez. Últimamente estaba muy preocupado.
—¿Todo bien?
—Sí, de hecho sí—su lengua probó su labio inferior y por poco me derrito—. Vamos avanzando, el plan va funcionando. Es cuestión de tiempo, ha costado trabajo, pero vamos bien.
De repente le daba por hablar así. Diciendo todo, pero nada a la vez. ¿Ahora a quién buscaban? A otro criminal, así de simple. Iban de uno en uno hasta terminar con todos. No se detendrían hasta terminar con tanta gente mala que se aprovechaba de los demás, lo que no sabían, era que siempre habría alguien más. Siempre surgiría uno, este era un trabajo que no terminaría.
A mí nunca me decían gran cosa. Mateo me informaba de algunas cosas. Que iríamos a no sé qué bar, que debíamos asistir a tal carrera, que habría una fiesta, que fuéramos a tal hotel. Yo decía que sí a todo y apoyaba en lo que podía; aunado a ello, los lunes, miércoles y viernes iba a una bodega con fachada abandonada en la que entrenaba con otras personas. Me enseñaban a pelear, a defenderme, a dar golpes mortales que esperaba nunca utilizar... pero era todo. Aún no era miembro del círculo formal y no me confiaban información valiosa.
—Eres hermosa —dijo de improviso, sus ojos me miraban fijamente—. Eres tan inteligente, tan bella que agradezco a la vida el darme la oportunidad de conocerte... de tenerte.
No supe cómo responder a eso, pero no hubo mayor problema, pues se acercó en tres zancadas y llenó mis labios con los suyos. Un aleteo nació en mi pecho, era la misma reacción de siempre: un cosquilleo agradable que me recorría de la cabeza a los pies. Una felicidad inmensa que me hacía sonreír. Era una explosión en mi cerebro que me hacía sentir de todo a la vez.
Pero no tengo por qué distraerme con sentimientos, sino con hechos. Sacudo la cabeza y bajo hacia la cocina por un vaso de agua.
Ese aparato lo tenía Mateo hace un tiempo, la única respuesta coherente que se me ocurre es que fue él quien tomó mi memoria y borró los archivos o alguien más cuenta con ese aparato y el conocimiento de que yo poseía archivos valiosos (cosa que yo misma ignoraba).
El misterio más grande es saber quién guardó ahí los documentos. La única vez que me separé de la USB fuera de casa, fue en Estrada cuando la dejé olvidada en un café internet y volví por ella dos semanas después cuando Flavio vagamente me sugirió que podría haberla olvidado. En ese intervalo alguien pudo meter esos documentos. Ese alguien debió hacerlo con un propósito en específico. Los archivos que vi conectaban la red de trata de chicas que se desmanteló cuando casi me llevan a mí, con el mafioso que Mateo busca.
"Ellos no volverán a hacerte daño, arrestamos a todos, esa red ha caído." Excepto que no había caído, ¿verdad Mateo? Seguía fuerte y plena. Y con los archivos me di cuenta de que tenían sospechosos y una de ellas era Elisa. Y todo cuadraba. La foto de Elisa fue del anuario de segundo semestre, yo perdí mi USB meses después de que esa foto se tomara, pudieron enseñársela a la informante anónima, ella reconocerla y agregarla a los archivos. Al final de segundo semestre fue cuando las cosas entre Mateo y yo se empezaron a poner tensas...
La respuesta era tan sencilla: Él se enteró de alguna forma que mi USB estaba en el internet, él se encargó de meter los archivos ahí con la esperanza de que yo la encontrara. Seguramente le pidió a Flavio que me sugiriera irla a buscar al internet y entonces así no habría posibilidad de que se perdiera o alguien más la tomara. ¿Suena muy arriesgado? Confirmo y además no le veo la lógica ¿Para qué me daría los archivos? ¿Quería que viera a todas las chicas que salvamos y convencerme de entrar a El Círculo? ¿No quería tener esa información porque era más probable que se la robaran a él y no a mí? ¿O me investigó y se dio cuenta de mi pasado con Elisa? Tal vez quería que lo viera y le dijera todo lo que sé de ella.
Mierda. Joder. El muy maldito lo sabía, se enteró de que Elisa y yo fuimos amigas. Y ahora que me alejé, que le dije que no quería saber más de él y que cortamos, presintió que era peligroso que tuviera esa información y buscó la forma de eliminarla. Y se la puse fácil al encontrarme en el mismo lugar que él. Sin embargo, no me explico en qué momento pasó. En ningún momento me separé de la mochila excepto en la joyería.
¿Qué chingados? Claro, Mateo es todo un crack, no dudo que se las arreglara. Varias veces lo vi robar cosas a personas que se veían inteligentes y observadoras. Yo soy observadora y fui un poco entrenada, pero él podría engañarme sin problemas.
Quisiera enfrentarlo, pero me da miedo. ¿Qué tal si cometo un error y me meto en problemas? Él está aquí por Elisa, es una sospechosa y es lo único que se me ocurre; es razón suficiente. No tengo idea de lo que quieren de ella, pero no estoy dispuesta a entrometerme. Junto a Elisa está Aiden, aunado a ellos está Gustavo y el calvo ese está conectado de alguna forma con Valentina.
No quiero problemas con mi padre ni conmigo. Primero debo averiguar qué es lo que realmente está pasando y después decidir qué hago. Los archivos los he perdido, pero siempre hay formas de sacar información. No es la primera vez que lo hago, ahora solo espero no haber perdido el toque.