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Capítulo 7: Pérdida momentánea de juicio

«Debe ser una jodid@ broma»

Desde la fiesta, Kassio no había podido sacar a Sienna de sus pensamientos, apareciendo en los momentos más inesperados, y ahora estaba a solo unos metros. Durante un fugaz instante, consideró que era fruto de su imaginación, pero entonces ella le dedicó una sonrisa y movió su mano en señal de saludo. Kassio no sonrió y tampoco le devolvió el saludo.

Su atención se desvió hacia el hombre que estaba sentado junto a ella cuando este se inclinó y le susurró algo al oído. Los dos parecían bastante cercanos y se preguntó cuál sería su relación. Se convenció de que no era asunto suyo y regresó su atención hacia la barra.

Al día siguiente de la fiesta, Kassio, con los pensamientos más claros, se había dado cuenta de la estupidez que había estado a punto de hacer. Besar a Sienna habría sido un grave error. No tenía idea de lo que lo había poseído, pero se alegraba de no haber cedido.

Como no confiaba en su control cerca de ella, había preferido mantener las distancias. No veía la necesidad de pasar tiempo juntos y optó por no contactarla. Tenía demasiadas cosas con las que lidiar en su vida y añadir a Sienna a la ecuación no parecía la decisión más sabia.

—Debería ir a saludarla —comentó Domenico.

Kassio giró la cabeza hacia él, sin tener idea de lo que estaba hablando. Sin embargo, no tardó en descubrirlo. Domenico estaba mirando en dirección a donde sabía que estaba sentada Sienna.

—Ni se te ocurra moverte.

Su amigo soltó una carcajada, como si su advertencia no fuera más que un chiste.

—Sería una falta de educación. ¿No crees?

Kassio bebió lo que restaba del contenido de bebida para evitar golpear a su amigo.

—Después de todo, creo que no va a ser necesario. Ella viene para acá.

No se dio la vuelta para comprobar si era cierto. Llamó al bartender para que le llenara el vaso.

—¡Domenico! —escuchó decir a Sienna sobre el ruido de la música. No necesitaba mirarla para saber que tenía una esa maldita sonrisa enorme en el rostro.

—Sienna, es un placer verte.

Por el rabillo del ojo, vio a su amigo ponerse de pie y abrazar a Sienna como si fueran viejos amigos, a pesar de haberse visto solo una vez.

—Kassio.

Se dio la vuelta al escuchar su nombre y le dio un asentimiento.

Sienna sintió su sonrisa flaquear por un instante. Antes, cuando lo saludó, pensó que Kassio no la había visto, pero ya no estaba tan segura ante su frío saludo. Creía que habían dejado atrás ese trato distante. No esperaba una sonrisa de vuelta, pero habría apreciado un poco más de entusiasmo.

No debería haberse acercado.

—Que coincidencia encontrarte aquí —dijo Domenico y ella centro su atención en él.

«Al menos él es agradable»

Se acercó un poco más a Domenico para que él pudiera escucharla bien.

—Sí, lo mismo digo. Vine con unos amigos del trabajo —señaló detrás de ella—. ¿Les gustaría unirse a nosotros?

Domenico miró a Kassio, quien nuevamente tenía su mirada en la barra como si ella no estuviera allí. Eso la enfureció. El imbécil había estado cerca de besarla y ahora actuaba como si no existiera. Bueno, no iba a rogarle por un poco de atención.

Se había acercado por cortesía y nada más. No esperaba una declaración de amor después de ese beso inexistemnte. Kassio ni siquiera era su tipo. Era demasiado gruñón y le gustaba dar órdenes. Sienna prefería a los hombres suaves y considerados.

Sí, había estado dispuesta a besarlo, pero lo más seguro es que se debiera a una pérdida momentánea de juicio, a cualquiera le podía pasar. Y había esperado ansiosa su llamada durante los días siguientes a la fiesta, pero solo porque le debía un favor y no le gustaba deberle nada; eso no le importaba más.

—Quizás en otra oportunidad —dijo Domenico, sacándola de sus pensamientos asesinos.

—Oh, claro. —Sonrió como si no le importara la actitud de Kassio—. Entonces, los dejo a solas.

Que la mataran si iba a seguir allí tratando de hablar con ese idiota. Regresó junto con sus amigos con la frente en alto. Se acomodó junto a Theo y bebió su coctel.

—¿Todo bien? —le preguntó su amigo.

—Mejor que bien.

—¡Hora de bailar! —dijo Gaia, levantándose de un salto—. Necesito mover el cuerpo.

Sienna soltó una carcajada. No iba a permitir que el imbécil arruinara su buen humor. Decidió olvidarse de él y disfrutar de la noche. Junto a sus amigos se trasladaron hasta la pista de baile y empezaron a moverse al ritmo de la música. Era una canción alegre y dejó que el ritmo la envolviera.

Bailó hasta que los pies comenzaron a dolerle. En más de una ocasión sintió un cosquilleo en la nuca, pero lo ignoró.

—Creo que regresaré a casa —le dijo a Theo al oído.

—Déjame despedirme para acompañarte.

—Descuida, traje mi auto. —Él y el resto la estaba pasando bien y no quería molestarlos.

—Envíame un mensaje cuando llegues.

Asintió y avanzó a través de la pista de baile luchando para abrirse camino entre las personas, lo cual fue un poco complicado. En algún momento la pista de baile se había llenado por completo. No había recorrido ni la mitad de distancia hasta su mesa cuando un hombre se paró delante de ella y la sujetó de la cintura sin previo aviso.

—¡Hola, preciosa! —El tipo arrastró un poco las palabras al hablar.

—¡Estaba pasando! —Su paciencia no siempre era la mejor, en especial cuando tenía que lidiar con idiotas. Si él no la soltaba en los próximos segundos iba a desear no haberse acercado a ella.

Criarse con hombres también tenía sus ventajas. Gio y Vincenzo le habían enseñado a dar algunos buenos golpes desde que era una niña.

El hombre la ignoró y empezó a moverse mientras se acercaba más a ella. Estaba alistándose para darle un golpe cuando alguien se paró a su lado y pasó una mano por su cintura.

—¡Largo!

Sienna reconoció esa voz gravey amenazante de inmediato. El tipo tuvo el sentido retroceder antes de perderse en la multitud.

—Deberías tener cuidado —dijo Kassio en su oído.

Ignoró la descarga de electricidad que recorrió su cuerpo y levantó la mirada. Era difícil lucir intimidante cuando, incluso con tacones, no le llegara más allá del pecho.

—Puedo cuidarme sola, pero gracias por eso. —Intentó alejarse de él, pero Kassio no la soltó y la acompañó hasta su mesa.

—Tus amigos parecen ocupados, te llevaré a casa —ordenó.

Sienna rio.

—¿Así que ahora si me ves? —Sacudió la cabeza. Su actitud le haría perder los estribos pronto—. No es necesario, traje mi auto y no he bebido nada.

Sienna tomó su chaqueta y se dirigió hacia la salida. Fue consciente de que él la estaba siguiendo, pero decidió ignorarlo. Cruzó la pista y caminó hacia el estacionamiento.

—Pareces un acosador —dijo, incapaz de seguir en silencio—. Debería llamar a la policía.

—Solo te estoy acompañando hasta tu auto.

—Aunque yo no te lo pedí ¿verdad? —Se detuvo al ver su vehículo y se giró para confrontarlo—. Listo, ya estoy aquí. Puedes irte. —Se dio la vuelta y sacudió la mano para que se fuera.

—No deberías conducir después de beber.

—Es muy considerado de tu parte preocuparte por mí —dijo poniendo los ojos en blanco—, pero no bebí nada de alcohol. Adiós, Kassio. —Estaba por darse la vuelta, pero recordó algo más—. Por cierto, el tiempo para que reclamaras tu pago por ir a la fiesta de mi hermano ya venció. —Espero no nos volvamos a cruzar. Eso último se lo guardó para sí misma.

Se dio la vuelta dispuesta a abrir la puerta de su auto cuando Kassio apoyó una mano a un lado de ella. Podía sentirlo casi rozando su cuerpo intensificando el maldit0 hormigueo que no había parado desde que él la sujetó de la cintura.

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