




Capítulo 6: Un encuentro fortuito
Sienna sonrió al escuchar el rugido tan familiar del motor de su auto. El mundo a su alrededor se disolvió hasta volverse un patrón borroso, mientras centraba su atención en la pista de carreras que se extendía ante ella.
Escuchó a su jefe de equipo darle la señal y pisó el acelerador. Su cuerpo se hizo hacia atrás debido a la velocidad con la que salió disparada. Movió la palanca de cambios mientras aumentaban la velocidad. Con cada curva, cada giro, su cuerpo se inclinaba en perfecta armonía con su vehículo.
Al entrar en una curva cerrada, los neumáticos de su auto chirriaron y perdió momentáneamente el control del auto, apenas una milésima de segundo, pero eso podía costarle la victoria en la carrera. Ajustó la dirección con la precisión de un reloj suizo y continuó. Podía sentir la adrenalina correr por sus venas, su corazón latiendo a un ritmo frenético.
—Una vuelta más —le indicó su jefe.
—Por supuesto. —Sienna aceleró un poco más. Sus pies presionaron entre el acelerador y el pedal para dar un giro mientras su mano trabajaba en la caja de cambios. Hizo una mueca cuando volvió a sentir la misma falla de antes, pero no dejó que eso le hiciera perder el ritmo.
Cruzó la línea de meta a máxima velocidad y sonrió satisfecha. Pisó el freno y su auto se detuvo unos metros adelante. Soltó un suspiro y esperó a volver a la normalidad. Poco a poco, su corazón se tranquilizó y sus sentidos se hicieron conscientes de su entorno. Bajó del auto y se quitó el casco de la cabeza mientras se dirigía a su estación.
—Hay una mierd@ sucediendo con la dirección —dijo mirando a su jefe de mecánicos, Theo.
—Voy a darle un vistazo.
—Eres un encanto y ya que estás en eso revisa la presión de los neumáticos.
—¿Hay algo más que se le ofrezca a nuestra alteza?
—Un vaso de agua con hielo, por favor.
Los dos compartieron una sonrisa, antes de que Theo se alejara en dirección al auto.
—Has mejorado tu tiempo —comentó Giuseppe, su jefe de equipo, levantando la mirada del tablero en su mano—. Sin embargo, no es suficiente para entrar entre los tres primeros en tu próxima carrera. Necesitas mejorar tus maniobras al tomar las curvas, he notado una disminución demasiado considerable en la velocidad.
—También me di cuenta, lo corregiré.
—Bien dicho. Por cierto, ¿cómo te está yendo con tu nuevo entrenador?
—El tipo tiene algo en contra de mí. Creo que mi cuerpo va a colapsar en cualquier momento, no hay un solo músculo que no me duela —exageró, sonriendo.
Sienna no tenía nada en contra de un poco de entrenamiento físico, pero tampoco lo amaba locamente. Aun así, se aseguraba de dar su máximo para tener la oportunidad de alcanzar las grandes ligas. Amaba correr y no se imaginaba haciendo nada más. Lo primero que había hecho al conseguir su licencia de conducir fue salir a probar la velocidad del auto de su papá, lo había conducido antes, pero siempre bajo supervisión. Había conseguido una multa por exceso de velocidad ese mismo día. Sus papás no habían estado nada contentos, aunque lo habían visto venir. Sienna nunca había ocultado a lo que se quería dedicar. Después de ese incidente, su papá se había puesto en contacto con algunas personas y le había conseguido un equipo para que la entrenara.
—Si vas a correr, al menos necesito estar seguro de que habrá personas que se aseguren de que no te matas haciéndolo —le había dicho él.
Tenía suerte de contar con el apoyo de su familia.
—Eso quiere decir que está haciendo su trabajo —dijo Giuseppe, más que acostumbrado a sus bromas.
—Eres un sádico. No entiendo porque soy yo la que debe entrenar cuando hay otras personas en este lugar que realmente lo necesitan. ¿Has ganado peso en el último mes?
—Mocosa malcriada.
Sienna soltó una carcajada.
—Yo también te quiero.
—Saca tu culo de aquí antes de que decida llamar a tu entrenador y programar una sesión extra. No debes estar demasiado cansada sin aun puedes usar esa boca.
—Veo que Sienna te está dando problemas otra vez —dijo Theo, parándose junto a ella—. Ya solucioné el problema de la dirección. Si sigues teniendo problemas, será culpa tuya.
—Idiota —dijo golpeándolo con el codo y él sonrió.
Aparte de ser un excelente mecánico, Theo era un buen amigo. En el pasado, ambos habían intentado algo más, pero no había funcionado. Él era atractivo y su acento francés resultaba demasiado sexy, sin embargo, no había química entre ellos.
—Algunos de los chicos iremos a beber algo esta noche, ¿quieres venir con nosotros?
—No lo sé. Se supone que no debo beber y mi jefe tiene soplones por todos lados.
—Siempre puedes beber algo sin alcohol.
—Está bien. ¿Nos vemos en el club de siempre?
—Eso es para gente demasiado elegante como tú.
—¿Estás hablando en serio? ¿Debería ir a preguntarle al resto de muchachos si quieren hacer cola en algún lugar que probablemente resulte siendo una jodida mierd@, como la última vez que seguimos tu consejo de explorar nuevos horizontes?
—Te tiene allí. Diviértanse muchachos, pero no demasiado —Giuseppe se alejó revisando unos papeles en su tablero.
—Olvida que dije algo —dijo Theo.
—Eso creí. Hasta luego —se alejó sacudiendo la mano.
Sienna llegó a su departamento alrededor de las cinco de la tarde. Estaba agotada así que luego de darse una ducha se tiró sobre la cama a tomar un descanso. No paso mucho antes de que su gato, Duque, se acercara maullado y se acomodara a su lado.
Había encontrado a Duque abandonado en las calles hacía un par de años y lo había llevado a vivir con ella. Lo había nombrado así porque él parecía creerse el que daba órdenes en casa... y quizás ella había dejado que se lo creyera. En su defensa, el maldito gato se ponía especialmente malhumorado cuando no conseguía lo que quería.
La vez que lo regañó por rasgar las cortinas, Duque se había recluido en un rincón y no se había movido ni para comer. Sienna podía jurar que incluso había evitado mirarla. El pobre ya había pasado por mucho, así que no quería estresarlo por algo sin sentido. Tal vez era demasiado blanda, pero no quería tener la muerte de su gato en su conciencia.
—¿Qué hiciste hoy? —preguntó.
El gato abrió los ojos un poco y luego volvió a cerrarlos.
—Supongo que nada interesante.
Sienna cerró los ojos y se quedó dormida. Despertó un par de horas más tarde debido al sonido insistente de su alarma.
Se levantó y se dirigió a la cocina para prepararse algo ligero. Mientras tanto, aprovechó para llenar el plato de su gato con agua fresca y comida. Después de una cena rápida, se alistó para salir. En el pasado habría invitado a su hermana gemela, pero desde que ella se había casado, no la veía tan a menudo como antes.
Sus amigos estaban dentro del club cuando ella llegó. Se habían acomodado en una de las mesas del rincón y ya habían ordenado sus bebidas.
—Te pedimos tu favorita, sin alcohol —dijo Gaia.
—Gracias.
Sienna se sentó en el espacio vacío y dejó que su mirada vagara por el lugar. El club era bastante grande y estaba a mitad de su capacidad. Algunas personas estaban en la pista de baile, mientras que otros, como ellos, ocupaban las mesas o se encontraban en la barra. Las luces eran algo tenues y la música no sonaba demasiado alto.
Su exploración se detuvo cuando creyó distinguir a Kassio, aunque el hombre estaba de espaldas y podía estar equivocada. Estaba a punto de descartar esa idea cuando él se dio la vuelta, confirmando que realmente se trataba de Kassio.