




Capítulo 23: Un buen amigo
Kassio se recuperó rápidamente de la sorpresa inicial y, poniéndose de pie, señaló el asiento frente a él.
—Por favor, tome asiento.
Esperó a que Valentino tomara asiento antes de retomar su lugar. Mantuvo su rostro imperturbable, aunque lo único en lo que era capaz de pensar era en los motivos que habían llevado al padre Sienna hasta su oficina. Aunque algunas sospechas cruzaban su mente, decidió fingir ignorancia. Prefería no correr el riesgo de revelar algo por accidente.
—¿En qué puedo ayudarle?
—En realidad, pasaba cerca de aquí y creí que sería buena idea venir a saludar. No te he visto desde la fiesta de Vincenzo, aunque si me he mantenido informado.
Kassio todavía se mantuvo imperturbable.
—Me mando a investigar —afirmó.
—Una vieja costumbre que aprendí de un amigo bastante desconfiado, y debo admitir que ha probado ser útil en más de una ocasión —Valentino sonrió. Aunque se veía en muy buena forma para su edad, bastaba con mirar en sus ojos para percibir la sabiduría y las experiencias acumuladas a lo largo de los años. Valentino miró su oficina y luego volvió a posar la mirada en Kassio—. Extraño estar en una oficina, pero prefiero pasar el día con mi esposa. Recuerdas a mi esposa, ¿verdad?
El cambio de tema tomó a Kassio por sorpresa, especialmente porque aún estaba procesando la idea de que Valentino estuviera metiendo la nariz en sus asuntos.
—Por supuesto.
—Bianca es encantadora, bastante dulce, pero también puede ser un tanto aterradora cuando la haces renegar. —Valentino soltó una carcajada—. Las personas suelen decir que mis hijos se parecen a mi cuando están molestos… Si supieran la realidad… —Cualquier rastro de sonrisa desapareció del rostro de Valentino—. Cuando uno de mis hijos está molesto, lo sabes, en especial cuando se trata de mis gemelas. Una rueda pinchada, la pintura de tu auto dañada, papeles perdidos. ¿Algo de eso te ha sucedido recientemente?
—No.
—¡Felicidades! —exclamó Valentino con ironía—. Ella no está molesta lo cual quiere decir que está decepcionada… eso peor. Debes haber hecho algo realmente estúpido para decepcionarla.
Kassio sintió como esas palabras resonaban con una verdad incómoda y una opresión en el pecho lo dejó sin aliento por un instante.
—Voy a decírtelo una sola vez y espero que me escuches. No sé qué sucedió entre ustedes, pero si no la quieres, lo que es más que obvio, será mejor que te quedes lejos de ella. Terminará superándote y conociendo a alguien más. Es hermosa, intrépida e inteligente, hay muchos hombres que se considerarían afortunados por tenerla. No necesita a alguien que solo le hará perder el tiempo. Puedes continuar divirtiéndote, pero no con mi hija.
La mera idea de Sienna con alguien más hizo que Kassio viera todo de color rojo. Una mezcla de furia y celos lo invadió, nublando su mente con pensamientos oscuros.
Valentino palmeó sus piernas con un gesto decidido antes de levantarse de su asiento. Luego, metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Es hora de que me vaya —anunció él—. Espero que hayas entendido el mensaje. Si te veo cerca de mi hija otra vez, entonces seré menos comprensivo. —El padre de Sienna se dio la vuelta y empezó a alejarse.
—No debería presumir de algo que desconoces —dijo Kassio con firmeza antes de que Valentino alcanzara la puerta. El hombre giró para mirarlo, sin ninguna expresión en el rostro—. Usted cree saber lo que siento o no por su hija, pero no sabe ni una mierd@.
Una sonrisa ladina se deslizó por el rostro de Valentino.
—Así que no eres tan estúpido...
—Aún no me has dicho que haces aquí.
Sienna miró a su hermano por un instante antes de volver a clavar la mirada en el techo. Había llegado unos minutos atrás y, tras de saludar a su hermano, se había recostado en el sofá largo sin dar ninguna explicación.
En realidad, estaba allí porque estaba esperando a Samantha para hacerse cargo de la pequeña Bianca mientras los padres de su sobrina disfrutaban en una cena romántica. No podía contárselo a su hermano porque era una sorpresa.
El plan original no implicaba que fuera a la constructora, pero cuando había terminado su entrenamiento, ya era demasiado tarde y no le daba tiempo de ir al departamento por su sobrina. Por eso, llamó a su cuñada para decirle que la esperaría allí… Así podría pasar un poco de tiempo de calidad con su hermano. Samantha había reído cuando le había dicho esto último.
—Es como si no me quisieras aquí. Es increíble. Después de que me tome el tiempo de visitarte, a ti, que eres mi hermano favorito.
—¿Le dices lo mismo a Vincenzo cuando vas a acosarlo?
—Quizás —dijo sonriendo—. Pero tú eres el verdadero favorito.
—Déjate de halagos y ya dime lo que quieres.
—Eso me ofende… aunque vi ese auto que se hace lanzó poco, puede alcanzar los…
—No.
Soltó un suspiro, pero antes de poder seguir molestando a su hermano, un mensaje llegó a su celular. Sonrió al ver que era de su cuñada.
—Bueno —dijo poniéndose de un salto—. Es hora de irme, me gusto pasar tiempo contigo, aunque no tienes una conversación muy divertida. —Tomó su bolso y se apresuró a la puerta.
—Puedo llevarte a casa, ya casi terminó con esto.
—No gracias, es más cómodo viajar en taxi que viendo tu cara por media hora. —Fingió un escalofrío.
—Mocosa malcriada.
Escuchó a su hermano murmurar algo sobre una revisión psicológica justo antes de que ella cerrara la puerta. Se dirigió hasta el vestíbulo y vio a su cuñada sentada en la sala de espera.
—Mi cuñada favorita.
Samantha rio y ambas se abrazaron.
—¿Samantha?
Sienna miró sobre el hombro y vio a Gio observándolas.
—¿Es en serio? No podías quedarte en tu oficina.
—Me preocupaba que estuvieras planeando alguna locura. —Gio se acercó a su esposa y le dio un beso, luego se inclinó para besar a la pequeña Bianca en la frente. La bebé chilló emocionada al ver a su papá y estiró los brazos. Por supuesto, Gio lo tomó de inmediato—. ¿Qué hacen las dos aquí?
—Siempre tienes que saberlo todo —dijo —. Dámela —extendió las manos—. Ella es mía por esta noche.
Su hermano le entregó a la pequeña Bianca con recelo.
—No le vayas a enseñar nada malo.
Sienna le dio su mejor sonrisa.
—Gracias por cuidarla —dijo Samantha.
—Estás bromeando, me encanta cuidarla. Diviértanse y no hagan nada que yo no haría —movió sus cejas de arriba hacia abajo sugerentemente.
Gio le dio un besó a su hija y Samantha también antes de que desaparecieran rumbo a la oficina de su hermano.
—¿Vamos a supervisar las instalaciones? —preguntó, colocando a su sobrina de regreso en su coche—. Tú solo tienes que fruncir el ceño como tu padre.
—No deberías meterle ideas en la cabeza desde tan pequeña —comentó Horatio detrás de ella. No lo había escuchado acercarse—. Es suficiente con un viejo cascarrabias en este lugar.
Sienna soltó una carcajada y se giró hacia su primo.
—Te dará una paliza, si te escucha —respondió acercándose a abrazarlo.
—Podría intentarlo, pero no creo que la artrosis le deje.
Los dos rieron como niños traviesos. Sienna miró al hombre que acompañaba a su primo y se sorprendió al ver a Andrea.
—Andrea —saludó emocionada y el hombre se acercó a darle un beso en la mejilla.
—Sienna, un gusto verte. Te ves espléndida como siempre.
Andrea era el ingeniero a cargo de una de las sucursales de la constructora. Se habían conocido algunos años atrás en la fiesta de Navidad que organizaban cada año y se habían vuelto buenos amigos. Andrea era un hombre agradable y amable. También, era bastante atractivo, no tanto como… cortó esa línea de pensamientos.
—Ha pasado un tiempo. ¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Los dejo a solas. Tengo que ir a ver a mi esposa —dijo Horatio, despidiéndose de ambos y luego besó a su sobrina antes de marcharse.
—¿Estás esperando a alguien? —preguntó Andrea.
—No, no ya iba para la salida.
Sujetó el coche de su sobrina y ambos se dirigieron hacia el ascensor.
—Tenía una reunión con los jefes —respondió Andrea a su pregunta anterior, mientras entraban al ascensor—. Después estuve con Horatio hablando sobre uno de sus proyectos. ¿Y qué es de ti? ¿cómo van las carreras?
—Bien. El fin de semana tengo una carrera.
—Eso es increíble. Espero que te vaya bien.
—Yo también. Estoy algo nerviosa, ya sabes lo normal cada vez que tengo que correr.
—Eres buena, lo he visto.
—Gracias.
—¿Te gustaría salir a comer?
La pregunta de Andrea no le resultó extraña. Las veces que él había venido a la ciudad y tenía algo de tiempo, siempre salían juntos a comer a algún lugar. Era algo así como una tradición. Andrea no conocía muy bien el lugar y a ella no le molestaba ser su guía por algunas horas.
—¿Hasta cuándo te quedarás?
—Un par de días más.
—Entonces, ¿qué te parece si salimos mañana por la tarde? Encontré un nuevo lugar que estoy segura te encantará.
—Confío en tu palabra. Nunca te has equivocado —respondió Andrea con una sonrisa—. Nos vemos mañana.