




Capítulo 22: Bastante satisfactorio
—Hija, creo que eso ya está listo.
Sienna frunció el ceño con confusión al encontrarse con la mirada de su madre, antes de desviar la atención hacia la masa que estaba amasando. Por supuesto, necesitaba usar algo de fuerza extra, pero lo suyo con esa masa ya parecía algo personal.
—¿Por qué no dejas que me encargue del resto? —sugirió su madre, con una sonrisa suave.
—No me molesta continuar.
—Lo sé, pero creo que la masa me lo agradecerá. Ya has demostrado que no tiene ninguna oportunidad en contra de ti, así que ahora dale un respiro. —Su madre le dio un guiño.
—¿Hay algo más que falte hacer?
—No, tengo todo bajo control —insistió su madre—. Ahora, siéntate y cuéntame que es lo que te tiene de mal humor.
—No es nada.
—¿Estás segura? —preguntó su padre, entrando a la cocina.
—¿Tienes alguna especie de radar para el chisme? ¿O estabas escuchando a escondidas? —respondió Sienna con un tono juguetón en lugar de dar una respuesta directa.
—¿No hay algo de lo que quieras hablar? —continuó su padre, ignorando su intento de cambiar de tema—. Un pajarito me dijo que has estado actuando extraño durante la última semana.
—Debes ver a un psiquiatra.
Su padre soltó una carcajada, una risa desordenada y escandalosa que resonó por toda la cocina.
—Esa estuvo muy buena.
—Hablaba muy en serio. Eso de hablar con animales no es muy normal, podría ser el primer síntoma para demencia senil.
Su padre la miró con los ojos entrecerrados mientras su mamá hacía su mejor esfuerzo para reír.
—¿Acabas de llamarme viejo?
—Si te calza el guante…
Su padre sacudió la cabeza.
—Cría cuervos y te sacaran los ojos. Comienzo a entender porque lo dicen. —Su padre soltó un suspiro exagerado—. Como pareces no querer hablar de lo que te tiene de mal humor…
—Lo dejarás estar —interrumpió.
—No. Voy a decirlo por ti para que sea más fácil. Tengo la firme sospecha de que está relacionado con Kassio.
Miró a su padre, sorprendida. Había asumido erróneamente que él no tenía idea sobre lo suyo con Kassio, pero al parecer se había equivocado. La pregunta era cuánto sabía exactamente.
—La mirada que tienes justo ahora, lo confirma.
—¿Quién fue el soplón? No fueron mis hermanos porque no lo saben. Tampoco fue mi gemela, ella jamás me habría delatado. Así que la única opción es… Sebastian. Voy a acabar con ese estúpido. ¿Dónde está mi celular? Tengo que hablar con la tía Vanessa.
—¿Él sabía sobre ustedes dos?
—¿No fue el quien te lo dijo?
—No, ya te dije que fue un pajarito. Ahora, volviendo al tema de Kassio…
—No hay nada de que hablar —dijo a la defensiva—. Porque no existe un “nosotros”. Solo hay un “yo” y un “él”. Bueno, si algún día voy en mi auto y lo veo, puede que él deje de existir —terminó molesta.
Sus padres compartieron una mirada cargada de complicidad, y luego su papá se sentó a su lado, pasando un brazo reconfortante por encima de sus hombros.
—Supongo no funcionó.
—Ustedes no se andan con rodeos ¿verdad? No, no funciono y ya no quiero hablar más de él.
Es un idiota. Conoció a una mujer increíble y la dejó escapar. Eso no debería hacerme feliz porque no me gusta verte triste, pero si es demasiado ciego para apreciarte, entonces estoy feliz de que te libraras de él —dijo su padre, con ternura—. Así que haremos algo, mis hermanos y yo le haremos una visita y después no olvidaremos de él.
Sienna miró a su padre.
—Papá, no vas a darle una paliza a nadie. No puedes andar golpeando a la gente —comentó, con tono serio, pero no pudo evitar que sus labios se curvaran en una leve sonrisa.
—Curioso que eso venga de ti —comentó su madre, divertida.
—Nunca dije que le pegaría —continuó su padre—. No obstante, alguien más podría hacerlo.
—Eres increíble —dijo sacudiendo la cabeza.
—Lo sé, cariño.
—Ese no era un halago. Papá, ya no soy una niña, puedo hacerme cargo de mis problemas.
—De eso no sé nada, para mí siempre serás mi pequeña —dijo su padre con ternura, antes de darle un beso en la cabeza.
Sonrió.
Había sido una sabia decisión ir pasar el fin de semana con sus padres, incluso si podía ser algo entrometidos. Necesitaba de su compañía y, sobre todo, salir de su departamento.
Aunque quería fingir que todo estaba bien, no lo estaba. Durante el día, sin importar cuan ocupada se mantuviera, siempre terminaba pensando en él. Si algo le salía bien, lo primero que quería hacer era enviarle un mensaje para contárselo. Y por las noches era peor. Todavía daba vueltas en la cama por las noches tratando de quedarse dormida, mientras se preguntaba qué estaría haciendo Kassio. Al menos no había llorado otra vez.
Estaba decidida a olvidarlo, al precio que fuera. Solo necesitaba algo de tiempo.
—¿Estás preparada para la carrera? —preguntó su padre, sacándola de sus pensamientos. No le pasó desapercibido que él no se comprometió a dejar a Kassio en paz, pero estaba más que bien con dejar el tema, así que no se molestó en insistir.
—Sí, al menos eso creo. Todos son muy buenos, no será nada fácil ganarles.
—Si fuera fácil, seguro no te interesaría ni un poco.
—Siempre te han gustado los desafíos —intervino su madre—. Por cierto, ¿por qué no vamos de compras después de comer? Podemos intentar acabar la fortuna de tu padre.
—No me importa. Si eso llegara a pasar, tengo una esposa millonaria que puede mantenerme hasta el día de mi muerte. No me importa convertirme en su gigoló —bromeó su padre antes de inclinarse a besar a la madre de Sienna en los labios.
Soltó una carcajada mientras una añoranza llenaba su pecho. Esperaba algún día encontrar un amor igual de inquebrantable que el de sus padres.
—Ustedes dos van a generarme traumas de por vida —se quejó, por costumbre, cuando los dos se detuvieron.
Unos días después, Kassio se encontraba en su oficina revisando unos documentos en los que no podía concentrarse. No había ningún cambio en la investigación en contra de su madrastra y estaba cerca de perder la esperanza. Sin embargo, no era lo que ocupaba sus pensamientos la mayoría del tiempo. No importaba cuánto lo intentara, no había podido sacar a Sienna de su cabeza y eso lo estaba volviendo loco.
Había empezado a pasar menos tiempo en su departamento solo porque su recuerdo estaba allá a donde miraba. Ella riendo, ella lanzándole alguno de sus comentarios ingeniosos, ella entregada al placer. En poco tiempo, ella se había apoderado de su espacio.
No tenía ninguna lógica lo mucho que la extrañaba y deseaba escuchar su voz.
Lanzó el documento sobre el escritorio y soltó un suspiro.
—No luces muy bien. Eso es bastante satisfactorio —dijo una voz, sacando a Kassio de su ensimismamiento.
Levantó la cabeza, sorprendido. No había escuchado a nadie entrar. Se encontró con Valentino de pie, apoyado en la puerta con las manos en los bolsillos y una sonrisa en el rostro.
—¿Cómo entraste aquí?
—Le dije a tu secretaria que la contrataría si la despedías. Parecía feliz con la idea de dejarte.