




Capítulo 19: Un acuerdo comercial
Kassio contempló la imponente fachada de la casa frente a él durante un breve instante antes de dirigirse a la entrada principal. Una mujer vestida con un uniforme impecable le abrió la puerta en cuanto tocó el timbre, con una rapidez que sugería que ya estaba aguardando al otro lado, lista para recibirlo, y lo guio hasta la sala.
Aunque había llegado con algunos minutos de antelación Nastia ya estaba allí junto a otras dos personas.
—Buenas noches —saludó.
—Hijo —su madrastra se levantó—. Justo estábamos hablando de ti. Ellos son Baldassare y Giada Pronti. Los padres de tu prometida.
Evaluó con la mirada a la pareja y no le tomó mucho tiempo reconocer al hombre mientras su madrastra se lo presentaba. Era un político de renombre al que había visto en algunos eventos.
—Señor Pronti —saludó, extendiendo la mano.
—Kassio, un gusto verte otra vez. —El hombre le dio una sonrisa típica de los políticos, destinada a encantar al público, pero que no alcanzaba a llegar a sus ojos.
—Señora —dijo, dirigiendo su mirada a la mujer.
—¡Oh, no! Solo Giada, por favor. Después de todo, Seremos familia en poco tiempo —insistió con amabilidad. Sin embargo, Kassio no pudo evitar notar que su sonrisa parecía igual de artificial que la de su esposo.
Alguien se aclaró la garganta y todos voltearon hacia el origen del sonido. Kassio se encontró a una mujer joven, que supuso debía ser su novia. No recordaba haber visto antes. Sin embargo, sabía que eso no significaba necesariamente que no lo hubiera hecho. Siempre que asistía a un evento, se aseguraba de mantenerse alejado de cualquier persona que no estuviera relacionada con los negocios.
—Justo a quien estábamos esperando —dijo Giada, confirmando sus sospechas—. Te ves hermosa.
—Gracias, mamá. —La mujer le dio una sonrisa recatada a su madre—. Espero no haberlos hecho esperar demasiado.
—Kassio, esta es mi hija, Débora —presentó Baldassare, tomando la mano de su hija y acercándola—. Tu futura esposa.
Débora era esbelta y alta, con cabello rubio que enmarcaba su rostro.
—Señor Volkov —saludó la mujer.
—Señorita Pronti —respondió con una leve inclinación de cabeza.
Kassio percibió un fugaz atisbo de decepción en los ojos de Débora, probablemente esperaba un saludo más efusivo.
—Pasemos al comedor principal —intervino Giada, con una sonrisa—. La cena nos espera.
—La pareja primero —indicó Nastia.
Kassio dio un paso adelante y extendió el brazo hacia Débora, quien lo tomó sin demora. Juntos caminaron en la dirección que ella indicó, mientras la escuchaba hablar emocionada sobre la boda. Aunque no tenía nada en contra de la mujer, su voz pronto comenzó a resultarle irritante, y casi soltó un suspiro de alivio en cuanto entraron al comedor. La ayudó a tomar asiento y luego se ubicó frente a ella, con la esperanza de que se olvidara de él.
La próxima hora deseó tanto estar en su departamento, acompañado de Sienna, mientras la escuchaba hablar de su día. Le quedó claro que Débora estaba completamente a favor del matrimonio. Cada vez que intervenía en cualquier asunto relacionado con la boda, solo percibió emoción en su voz, aunque le resultaba difícil discernir si era auténtica o fingida.
—¿Y tú qué opinas? —preguntó Debora—. No ha dicho demasiado, en toda la cena.
—Debes disculparlo, mi hijo no es de muchas palabras.
Baldassare se puso de pie, llamando la atención de todos.
—Si me permiten, quiero hacer un brindis por la pareja. —El hombre levantó su copa—. Por un matrimonio largo y fructífero.
—¡Salud! —dijeron todos menos él que se limitó a beber.
—Kassio, acompáñame a mi escritorio —sugirió Baldassare—. Tengo un buen whisky guardado para ocasiones como esta. Podemos hablar allí y dejar a las mujeres con el tema de la boda.
Se levantó de inmediato, pensando que cualquier cosa era mejor que quedarse en esa mesa.
—Papá, no vayas a emborrachar a mi prometido.
Prometido. Esa única palabra le puso los nervios de punta.
—Conocía a tu padre —dijo Baldassare, entregándole un vaso con whisky—. Fue lamentable lo de su muerte.
—Lo fue.
—No pareces muy emocionado con este compromiso.
—Los dos sabemos que este es un acuerdo comercial. —No estaba seguro de que así era, pero era seguro y esperaba que Baldassare tuviera la amabilidad de decirle cuales eran las partes de ese acuerdo— ¿Qué importa si estoy emocionado?
—No mucho mientras ustedes cumplan con vuestra parte del trato. Necesitaré financiamiento para las próximas elecciones y como nuevo miembro de la familia deberás prestarnos tu apoyo. Por supuesto esto nos beneficiara a ambos. Conozco a muchas personas que estarían interesadas en trabajar con tu empresa y desde mi posición movería algunas influencias para que consigan ofertas que de otra manera no podrían.
—Los dos salimos ganando —dijo, antes de darle un sorbo de su bebida. En realidad, Secure Line Insurance no necesitaba del apoyo de Baldassare, sería útil, pero no era imprescindible. Aunque Nastia, al parecer, pensaba lo contrario.
—Así es —asintió Baldassare con una sonrisa antes de cambiar de tema. Le habló sobre sus planes para postularse como senador en las próximas elecciones mientras le revelaba más sobre el papel que Kassio tendría en todo eso.
Cuando creyó que ya se había quedado suficiente, se levantó decidido a irse.
—Me temo que tengo que marcharme. Tengo un vuelo mañana a primera hora.
—Por supuesto, los negocios nunca paran.
Regresaron a la sala donde las mujeres conversaban amenamente.
—Espero que mi padre no te haya aburrido —comentó Debora, mirándolo—. Suele ponerse especialmente apasionado cuando habla de su trabajo.
—Me tengo que ir —anunció, sin molestarse en darle una respuesta a Debora.
La sonrisa de la mujer vaciló. Sienna habría tenido algo que decir sobre su carácter, pero, por supuesto, ella no era Sienna.
—Tan temprano, me habría gustado tener oportunidad de pasar algo de tiempo contigo. —Debora le dio una sonrisa seductora—. En fin, será en otra ocasión.
—Estoy seguro que mi hijo puede pasar un tiempo contigo el fin de semana —intervino Nastia.
—¡Oh, eso es genial! Me encantaría.
—Señores —hizo un gesto con la cabeza, luego se dirigió a Débora—. Señorita. —Sin decir más, se dio la vuelta y se alejó. Casi había llegado a la puerta cuando escuchó pasos detrás de él.
Los dos se detuvieron en la entrada a esperar sus respectivos coches.
—Tienes que conseguir un anillo para tu prometida —ordenó Nastia.
—Le pediré a mi asistente que se ponga en contacto con una joyería. ¿Algo más?
—Debes intentar ser más amable —reprochó Nastia mientras salían al exterior.
—Estoy aquí, considéralo una victoria.
—Estás actuando como un niño pequeño.
Kassio giró el rostro y le dio una mirada de advertencia.
—Te estoy siguiendo el juego, pero eso podría cambiar en cualquier momento. No creo que a Pronti le guste mucho si cancelo el matrimonio repentinamente ¿verdad? Parece bastante entusiasmado con el financiamiento que le prometiste. Probablemente intentaría vengarse y sabotear la empresa… o como te encanta recordarme “tú” empresa. —Sonrió mordaz—. Y yo no movería un solo dedo para salvarla.
Estaba arriesgándose demasiado al provocarla tan directamente, pero no toleraba muy bien las manipulaciones.
Nunca actuaba sin un plan de respaldo y lo tenía tan pronto su madrastra le informó que estaba en busca de una prometida. Nastia no iba a hacer nada mientras tuviera algo que perder y como bien había averiguado con Baldassare, lo hacía. A nadie le gustaba recibir promesas que no se iban a cumplir. Su amenaza mantendría a Nastia tranquila hasta la boda y entonces volvería al ataque. Esperaba encontrar sus pruebas antes de eso porque no había una maldit@ forma de que se fuera a casar.
Su madrastra dio unos pasos hacia él, amenazante.
—¿Sabes que puedo sacarte cuando quiera?
—Hazlo —metió las manos en el bolsillo de su pantalón—. Y no me casaré. —Se alejó rumbo a su auto, la miró sobre el hombro justo antes de subir—. Buenas noches… mamá.