




Capítulo 18: Un día largo
—Señor, la señora Volkova está en su oficina —informó Susan acercándose a él en cuanto pasó por su escritorio—. Le dije que no estaba, pero ella insistió en esperarlo.
La pobre mujer se veía algo tensa, probablemente su madrastra la había llevado a ese estado.
—Gracias, me haré cargo.
Su secretaria dejó escapar un suspiro y se quedó atrás mientras él continuaba en dirección a su oficina. Al abrir la puerta, encontró a Nastia ocupando su silla, revisando uno documento, que dejó sobre el escritorio en cuanto él entró.
—¿Es este mi aviso de despido? —preguntó, sin emoción, tomando asiento frente a Nastia.
—Kassio, que bueno que ya estás aquí. Llevo un tiempo esperándote. —El reproche en su voz no le pasó desapercibido—. ¿Qué te hace pensar eso?
—Si hubieras coordinado una cita, no habrías tenido que esperar. La próxima vez, sería conveniente que llames primero. —Kassio vio que Nastia quería decir algo, pero continuó—. Y lo mencionaba porque estás ocupando mi lugar. Tu hijo y tú parecen tener cierto apego por esa silla, tal vez deberían llevársela a casa. No me importa pedir otra —terminó con una sonrisa mordaz.
—Siempre tan bromista —replicó Nastia lanzándole dagas por los ojos.
—Si no estás aquí para despedirme, ¿a qué debo el honor de tu visita? Tengo cosas que hacer.
—Encontré a una mujer perfecta para ti. Te aseguro que la adorarás. Es hija de un político y tiene unos modales encantadores.
Kassio contuvo un suspiro de exasperación, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros. Se había olvidado del maldito compromiso, pero, por supuesto, su madrastra no lo había hecho.
—Su nombre es Debora Pronti y lo más probable es que la hayas conocido antes en algún evento de la empresa. Es alguien que apoya activamente a la caridad y tiene una buena relación con personas del medio político. Será buena para tu imagen.
Como si habría alguna oportunidad de creer que algo de lo que Nastia hacía era por su bien.
—¿Es todo?
—La conocerás esta noche. Cenaremos en casa de su familia a las siete de la noche.
—Tengo compromisos más importantes.
—Cancélalos.
Kassio asintió, sabiendo que era inútil discutir con Nastia en ese momento. No le quedaba más que continuar jugando su juego.
—Envíame la dirección al celular.
—Estupendo, nos vemos en la noche —dijo Nastia antes de levantarse y dejarlo a solas.
Era una joda mierda. No tenía ganas de asistir a una cena con su madrastra y algunos otros extraños, que no debían ser diferentes a ella.
De repente recordó que tenía que ver a Sienna en la noche y soltó una maldición por lo bajo. Se supone que iba a pasar la noche con ella. Tenía que salir de viaje al día siguiente y estaría fuera por algunos días, por eso había querido verla antes de irse. Eso no iba a ser posible, aunque ese era el menor de los problemas.
Ni él ni Sienna le habían puesto una etiqueta a lo suyo, pero tenía la certeza de que a ella no le iba a hacer mucha gracia enterarse de que estaba comprometido. A él le molestaría mucho si fuera al revés.
Sienna estuvo a punto de hacer un puchero al ver el mensaje de Kassio. Su reacción le dijo que quizás era lo mejor. Le preocupaba volverse demasiado dependiente de él y terminar hecha pedazos cuando lo suyo llegara a su fin. Quizás pasar unos días lejos de Kassio le devolvería algo de control sobre sí misma.
—Deja de hacer esas caras, comienzas a asustarme —comentó Theo, sonriendo.
—Tengo verte todos los días de entrenamiento, eso es mucho peor —replicó, intentando actuar como si todo estuviera bien.
—Basta, niños —ordenó Giuseppe y la miró—. ¿Estás lista?
Sienna miró su auto de carreras y asintió. Puso su mente en blanco. No podía permitirse ninguna distracción cuando conducía. No solo podía costarle tiempo, sino también su seguridad. A menos de dos semanas una de las carreras más importantes, debía tener todo su enfoque en correr.
Eran las cinco de la tarde cuando terminó su entrenamiento. Se despidió de su equipo y, mientras se dirigía hacia la salida, marcó a su gemela.
—Hola Sisi, ¿qué sucede?
—¡Ugh! No otra vez —se lamentó—. Nadie salvo tú me llama así.
Su hermana soltó una carcajada.
—No es tan malo.
—Por supuesto que sí. ¿Te imaginas si yo continuara llamándote Nella?
—No me molesta. Entonces, ¿por qué me llamaste?
—¿Tienes planes para esta noche?
—Ninguno. Mi esposo tiene trabajo que hacer.
—¿Hoy esa noche del mes en la que va al club de strippers a bailar? Deberíamos ir a verlo.
Su hermana soltó una carcajada.
—¿Qué sucede? —escuchó preguntar a Bishop en el fondo.
—Mi hermana quiere saber si vas a ir desnudarte para traer algo de dinero honesto a casa.
—La única persona para la que me desnudo es para mi esposa.
Sienna no escuchó mucho después de eso, aunque el sonido le dijo que Bishop besaba a su hermana.
—Todavía sigo aquí —dijo, sonriendo.
—Lo siento —musitó su hermana, con la respiración acelerada y probablemente con el rostro sonrojado.
—Entonces nos vemos en mi departamento a las siete y trae algo de vino. Me encargaré de conseguir el resto.
Sienna se despidió de su hermana y subió a un taxi para que la llevara hasta el centro comercial. Con comida chatarra suficiente para alimentar a un escuadrón de diez personas se dirigió hasta su departamento. En cuanto llegó uno de los guardias de turno se acercó a ayudarla y la acompañó hasta su departamento.
—Muchas gracias.
—No hay problema, señorita. —El hombre se marchó dejándola a solas.
Sienna observó su departamento para asegurarse de que no había nada fuera de lugar y se fue a preparar algo ligero para comer. Su hermana llegó a la hora acordada y se acomodaron en la sala para ver una comedia que se había estrenado recientemente.
—¿Entonces? —preguntó Antonella mientras se llevaba una cucharada enorme de helado a la boca.
—¿Entonces qué?
—¿Has vuelto a ver a Kassio?
Sienna casi se atoró y empezó a toser.
Y hablando de ir directo al meollo del asunto…
—Lo volviste a ver —dijo Antonella, riendo—. Lo sabía. ¿Hubo más besos involucrados?
—Hubo más que besos —susurró, pero su hermana lo escuchó y se giró hacia ella con los ojos abiertos como platos.
—Creo haberte escuchado decir, y no solo una vez, que no era tu tipo. —Antonella entrecerró los ojos—. ¿Cómo es que te vas a la cama con alguien que no es tu tipo? Debió ser una completa tortura.
—Un sacrificio.
Las dos soltaron una carcajada.
—¿Cuándo sucedió?
Se frotó la nuca y se aclaró la garganta antes de responder.
—Hace un par de semanas —soltó demasiado rápido.
—¡No puedo creerlo! ¿Y no me lo dijiste? Creí que nos lo contábamos todo.
—¡Ah, no! No puedes usar esa carta conmigo. Tú me ocultaste lo tuyo con Bishop. Esa es una traición mucho peor porque tú te lo guardaste durante años.
—Jamás lo olvidarás ¿verdad?
—No.
Su gemela sacudió la cabeza.
—¿Y ahora ustedes están juntos o fue algo de una noche?
—Nos hemos visto más veces desde entonces. En su departamento, por supuesto. Si lo traigo aquí, nuestros perros guardianes no tardaran en descubrirlo y no estoy lista para responder preguntas. Pero no diría que tenemos algo serio, al menos no lo creo.
Antonella se quedó en silencio por mucho tiempo antes de volver a hablar.
—Ten cuidado, no quiero que resultes lastimada.