




Capítulo 16: Complicidad
Kassio despertó algo aturdido, aunque no tardó mucho recordar lo sucedido en la noche y parte de la madrugada. Giró la cabeza hacia el otro lado y frunció el ceño al encontrar que estaba vacío. Si ese hubiera sido su propio apartamento, habría pensado que Sienna se había escapado mientras él dormía.
El reloj sobre el velador marcaba las ocho de la mañana. Demasiado tarde para alguien como él que estaba acostumbrado a madrugar. Tenía suerte de que fuera Domingo o estaría llegando tarde al trabajo, algo que nunca le había sucedido en el pasado. Odiaba la impuntualidad.
Se levantó de la cama, se colocó su bóxer y entró al baño para lavarse el rostro. Sin molestarse en ponerse el resto de su ropa, salió de la habitación en busca de Sienna. La encontró en la cocina, de pie frente a la isla, con su camisa puesta. La prenda la cubría casi hasta las rodillas, dándole un aspecto tierno y sexy a la vez.
—Allí estás —dijo y ella dio un respingo.
Sienna lo miró sobre el hombro y le dio una sonrisa deslumbrante. La misma que antes le había resultado irritante, pero que ahora le parecía encantadora.
—¡Hola, dormilón! Creí que nunca te levantarías. —dijo Sienna, su voz tembló ligeramente hacia el final cuando él colocó las manos en su cintura y se inclinó para darle un beso en el cuello.
Debería haber tenido suficiente de ella y haberse marchado en cuanto se despertó, pero su cuerpo ya comenzaba a responder a su cercanía.
—Buenos días —susurró cerca de su oído—. No creí que tuvieras fuerzas para levantarte después de lo que hicimos. —Kassio la había despertado dos veces durante la madrugada para volver a poseerla. En ambas ocasiones, aunque había tratado de ir lento, Sienna pronto lo había hecho perder el control.
—Bueno, toda esa actividad me dejó hambrienta. Así que vine y me preparé un sándwich.
Soltó una carcajada. Nunca tenía idea de lo que ella iba a decir.
—Pensé que saldrías corriendo en cuanto despertaras.
Kassio detectó cierto dolor en sus palabras, aunque ella parecía actuar con normalidad. No sabía que decir para arreglarlo. No iba a desaparecer como la última vez, pero tampoco podía prometerle una relación a futuro. ¿Eso dónde los dejaba parados? Quizás podían disfrutar del presente mientras durase.
—No podía irme, no sin mi camisa —bromeó, esperando aligerar el ambiente.
—Oh… Por supuesto. ¿Quieres que te la de? —Sienna llevó sus manos al primer botón.
—No, por ahora. Te da mejor a ti que a mí y si te la quitas al único lugar que ambos iremos será de regreso a la cama.
Sienna se dio la vuelta en sus brazos y lo abrazó por el cuello.
—Gracias por reconsiderarlo porque no tengo nada debajo.
Kassio soltó un gemido torturado y se inclinó para besarla. Esa mujer sabía cómo encenderlo con unas cuantas palabras. Debería haberlo asustado el hecho de que ella tuviera tal poder sobre él, pero en ese momento estaba demasiado concentrado en disfrutar de la suavidad de sus labios para pensar en cualquier otra cosa.
—Creí que no querías volver a la cama —comentó ella con la respiración agitada y una sonrisa juguetona.
—Al demonio la cama —rugió Kassio. Levantó a Sienna en brazos y la apoyó en una de las paredes. Después de todo, sí iba a tomarla justo allí porque no creía que pudiera resistir mucho más. Se bajó el bóxer lo suficiente para dejar su miembro libre y embistió a Sienna de un solo golpe.
Los dos soltaron un gemido ronco. Kassio no podía creer que ella siguiera sintiéndose tan bien. Sin darle tiempo a Sienna de recuperarse de la sensación inicial, comenzó a moverse dentro y fuera de ella con determinación. Ella lo abrazó y le dio un suave mordisco en el hombro, lo que solo lo alentó a aumentar la intensidad de sus movimientos. Cada embestida enviándolos más cerca del éxtasis.
Kassio llegó al orgasmo al mismo tiempo que ella y sus piernas apenas lo mantuvieron de pie. En cuanto su visión se aclaró, se las arregló para ir hasta una de las sillas y se sentó. Sienna soltó un quejido cuando salió de su interior.
—¿Estás bien? —preguntó manteniéndola abrazada sobre su regazo.
—Mejor que nunca… aunque quizás un poco adolorida.
—Lo siento.
—¿Te estás disculpando por haberme dado el mejor sexo de mi vida? —preguntó ella, mirándolo con descaro y una sonrisa bailando en sus labios.
Kassio sacudió la cabeza mientras sonreía.
—Eres incorregible. —Se puso de pie y la acomodó en sus brazos—. Vamos, necesitas un baño para sentirte mejor.
—Bájame, puedo caminar.
—Yo que tú, no estaría muy segura. Además, no es como si pesaras mucho, en realidad, no pesas casi nada —bromeó Kassio, disfrutando de la complicidad entre ellos.
—¿Quién iba a decir que un poco de sexo era suficiente para ponerte de buen humor? Supongo que en eso te pareces al resto del mundo. Me gusta tu sonrisa.
—No esperes que vaya por todos lados sonriendo justo como tú.
—Es una lástima. Aunque al menos ahora sé cómo hacerte reír. Ya sabes, un poco de... —Sienna dejó la frase en el aire, levantando y bajando las cejas repetidamente.
—Definitivamente, una descarada. —La colocó en el suelo del baño—. Quítate la camisa y entra a la ducha.
—¿Es esa una proposición indecorosa?
Kassio se dio la vuelta y salió del baño sacudiendo la cabeza mientras escuchaba la risa de Sienna a sus espaldas. Esa mujer estaba loca y disfrutaba demasiado jugar con él.
Sienna dejó que el agua caliente se deslizara por su cuerpo mientras sus músculos se relajaban. Cerró los ojos y dejó que la calma inundara sus sentidos, mientras su mente repasaba los eventos de las últimas horas. Se sentía demasiado bien, lo cual resultaba desconcertante para alguien que había pasado la noche con un hombre tan confuso como Kassio. Quizás era porque se había negado a cuestionarse qué significaba la noche compartida para él.
Salió de la ducha envuelta en una toalla y sonrió al ver que Kassio seguía allí. Todavía no podía evitar la sombra de la incertidumbre, esa sensación de que en cualquier momento él se marcharía para no volver a verlo.
—¿Qué haces los domingos? No, no respondas a eso. Tengo la sensación de que trabajas hasta quedarte dormido —intervino Sienna con una sonrisa burlona antes de que Kassio pudiera contestar—. ¿Quieres ver una película?
Él se quedó en silencio con una expresión en blanco. Odiaba cuando su rostro tomaba esa expresión porque era difícil saber que pasaba por su mente.
—O podrías ir a tu casa y seguir tu aburrida rutina.
—Está bien.
—¡Genial! —exclamó, sin poder ocultar su emoción—. Prepararé algo para desayunar. Debería haberte ofrecido algo. ¿Qué clase de anfitriona soy?
—No recibí desayuno, pero si algo mejor —dijo Kassio, con el semblante serio, mientras se acercaba a ella—. Así que no puedo quejarme. —Él levantó una mano y acarició sus labios con el pulgar—. Por cierto, ¿tienes algo que pueda usar?
A Sienna le tomó un momento salir de su ensoñación y entender su pregunta.
—Sí, mis hermanos han dejado algunas cosas aquí. Los conseguiré para ti y las dejaré sobre la cama.
—Gracias —él le dio un beso corto y desapareció en el baño.