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Capítulo 10: Un hombre raro

Sienna observó la mano que descansaba sobre el hombro de su primo y subió la mirada lentamente, sabiendo muy bien a quién se encontraría.

—Sienna —saludó él sin soltar a su primo y por la manera en que lo estaba agarrando, tenía certeza de que no era un suave apretón, aunque su primo no hiciera ni una sola mueca.

—Señor Volkov —saludó con más molestia de la que había querido demostrar—. ¿Puedes soltarlo?

Kassio miró a Sebastian y pareció considerarlo durante unos segundos antes de por fin retirar su mano.

—¿Terminaste? —preguntó él, mirando su plato.

—¿Qué?

—¿Terminaste de comer? —aclaró Kassio—. Te llevaré a casa.

Sienna rio.

—Esto se está volviendo una especie de costumbre. ¿Me ves y lo primero que piensas es “debo llevar a esta chica a su casa”?

Su primo ocultó una risa detrás de una falsa tos.

—Descuida, Sebastian me trajo y me iré con él.

—Eso no va suceder.

Sienna no podía entender su actitud. Estaba segura de que se estaba perdiendo algo, pero no podía identificar lo que era. Miró a su primo que, aunque lo disimulaba muy bien, los miraba con curiosidad.

—¿No estabas ocupado con algo?

—Mi reunión terminó. —Kassio tomó una de las sillas y se sentó en su mesa.

—No puedes sentarte allí.

—Esto es interesante —dijo su primo antes de beber un poco de agua—. Supongo que no nos han presentado formalmente. Soy Sebastian Morelli, el primo de Sienna.

Nada parecía tomar a Kassio por sorpresa, pero eso pareció hacerlo. Hubo un breve brillo de confusión en su rostro antes de que volviera a la máscara indiferente de siempre.

—Kassio Volkov.

—Lo sé, te vi en la fiesta de Serena y Vincenzo. Escuché que eres el hombre que intentó quitarle el amor de su vida a mi primo. Una mala jugada.

Sienna se dio cuenta de que antes, mientras Sebastian la interrogaba, él solo había estado fingiendo que no reconocía a Kassio. ¿Por qué no le sorprendía? Maldito tramposo.

—Escuché que mi prima fue quien te lo pidió. Así que... ¿ustedes? —preguntó su primo, moviendo un dedo de uno al otro.

—No respondas eso —le ordenó a Kassio—. Nosotros nada —declaró—. Él solo me hizo un favor. Eso es todo.

—Vaya, no sabía que fueras un alma tan caritativa, señor Volkov —comentó Sebastian con una sonrisa burlona.

Sienna sonrió.

—¿Alma? —Esta vez se le escapó una carcajada—. No creo que él tenga una.

Sebastian también rio al escucharla.

—Definitivamente es de familia —comentó Kassio, en un susurro que solo ella pudo escuchar al estar más cerca de él. Probablemente se estaba cuestionando en qué estaba pensando cuando se acercó a ellos.

—No tiene que quedarse, señor Volkov. Nosotros aun tardaremos un rato.

—No me molesta esperar.

Sienna soltó un suspiro y centró su atención en su primo.

—¿Qué me estabas diciendo sobre la universidad? —preguntó Sienna, decidida a ignorar la presencia de Kassio por el resto de la noche. Sebastian no le respondió, y ella supo por su mirada que tenía la intención de seguir interrogando a Kassio—. ¿Sebastian? —insistió, dándole una patada con la punta de sus tacones.

Su primo hizo una mueca, pero al menos comenzó a hablar. Esta vez Sienna no le quitó la mirada de encima ni una sola vez y se aseguró de participar activamente en la conversación. Sin embargo, no dejó de ser consciente de la presencia de Kassio mientras intentaba descifrar qué perfume estaba usando. Su aroma la hizo pensar en una mezcla de whisky con flores de naranjo.

Cuando terminaron de comer, Kassio se encargó de la cuenta ignorando sus quejas deliberadamente. Miró a su primo en busca de ayuda, pero él solo se encogió de hombros.

—Yo llevaré a tu prima —informó Kassio en cuanto salieron del restaurante.

—¿Sienna? —Su primo la miró como buscando su confirmación.

Asintió. Quedarse a solas con Kassio no le parecía una buena idea, pero necesitaba decirle algunas cosas que prefería que su primo no escuchara.

—Sebastian, de esto ni una palabra a nadie —dijo, abrazándolo—. En especial a mis hermanos. ¿He sido clara?

—No entiendo como alguien tan pequeña puede ser tan mandona.

—Estoy hablando en serio. Si abres la boca, me aseguraré de que tu mamá se entere quién rayó su coche favorito hace unos años.

—Tú y Antonella también estaban allí.

—Nosotras no íbamos al volante. ¿Con quién crees que estará más furiosa?

—A veces odio que sepas demasiado sobre mi pasado. Está bien, no le diré nada a nadie. —Sebastian se hizo para atrás y luego de un apretón de manos a Kassio se subió a su auto.

Kassio abrió la puerta del copiloto para Sienna y después tomó la llave de su auto de manos del valet antes de darle una propina.

Sienna le dio su dirección cuando se sentó en el asiento del piloto y él lo ingresó en el GPS.

—¿Puedo contarte algo? —preguntó Sienna, en cuanto empezaron a alejarse del restaurante. Su voz había bajado una décima como si estuviera a punto de revelar un secreto. No esperó su respuesta antes de continuar—. ¿Recuerdas el día de tu… casi boda? Me sentí tentada a atropellarte cuando te vi en medio de la pista y cada vez que recordé ese momento en la última semana, me arrepentí de no haberlo hecho.

Kassio se quedó en silencio, sin saber qué decir. Era obvio que esa era su manera de expresar que estaba furiosa con él. Aunque no necesitaba hacerlo, lo había dejado claro durante la cena.

—Es una lástima que no tenga una máquina del tiempo. —Ella se acomodó en su asiento mirando hacia la ventanilla y no dijo nada más durante el resto del viaje.

El silencio debería haberse sentido reconfortante; después de todo, siempre le había gustado. Sin embargo, se encontró deseando que ella dijera algo. Se había acostumbrado a escucharla hablar sin parar y quería escuchar su voz.

Sacudió la cabeza. Algo realmente estaba mal con él.

—Es allá —dijo Sienna señalando el edificio unos metros adelante.

Kassio se orilló a un lado y se bajó del auto, pero antes de que pudiera abrirle la puerta, ella ya se había bajado.

—Gracias por traerme, aunque no era necesario.

Kassio la observó marcharse, pero de pronto ella se detuvo y, luego de un momento sin moverse, se dio la vuelta para regresar. Se plantó frente a él y lo miró con determinación. Aunque su propósito seguro era verse intimidante, Kassio solo podía pensar en lo preciosa que estaba.

—Eres el hombre más raro que conozco, y eso es decir mucho. Me besaste como nadie antes lo había hecho y luego no tuve señales de ti durante días. Sé que no te comprometiste a nada y tampoco lo esperaba. Pero hoy te apareciste y, en lugar de ignorarme, lo que se te da bien hasta que ya no, tuviste que acércate —dijo ella, sin respirar—. ¿Cómo diablos debo interpretarlo?

Kassio habría querido tener una respuesta, pero estaba igual de confundido. Nada de lo que hacía cuando estaba cerca de Sienna tenía mucho sentido para él.

—Estuve fuera, en un viaje de negocios —dijo, en lugar de responder a su pregunta. Nunca se había escuchado más tonto.

Sienna frunció el ceño como si no entendiera y luego sus ojos brillaron con renovada furia.

—¡Existen los celulares! Estoy seguro que los conoces. Son unos aparatos que puedes usar desde cualquier parte del mundo. —Ella presionó un dedo en su pecho—. ¡Así que, si habrías querido contactarme, lo habrías hecho!

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