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Capítulo 9: ¿Una cita?

Kassio aguardó en silencio mientras la camarera finalizaba de colocar los platos sobre la mesa. Debería haber estado en casa, descansando, después de pasar una semana en Londres resolviendo algunos asuntos. Su avión había aterrizado unas horas antes y apenas había tenido el tiempo suficiente para una ducha. Sin embargo, se encontraba reunido con uno de sus clientes más importantes porque, durante su ausencia, el hombre había decidido que no quería firmar el contrato de renovación.

—El señor Barone me informó que ha cambiado de opinión —dijo una vez la camarera los dejó a solas—. Estoy interesado en saber el motivo, ya que la última vez que nos reunimos, llegamos a un acuerdo.

—No he cambiado de opinión, todavía estoy interesado en continuar trabajando con ustedes.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

—La oferta no cumple mis expectativas.

—Creí que ya habíamos pasado por eso —dijo, aburrido.

—Recibí una llamada interesante hace unos días y me pusieron al tanto de los términos del contrato de Faio Buildings. —Raoul tomó un trago de su bebida—. Imagine mi sorpresa al enterarme que existen diferencias considerables.

Eso lo sorprendió, aunque no dejó que su expresión cambiara. Cada una de las negociaciones se llevaban en estricta confidencialidad, así que los términos de su contrato con Faio nunca debería haber llegado a oídos de Raoul. Una cosa eran rumores, pero el hombre se veía bastante seguro de lo que estaba hablando.

—Mira, Volkov, no estoy en este negocio hace poco y tampoco soy una persona voluble, si estamos aquí es porque estoy dispuesto a escuchar una mejor oferta, una que sea adecuada esta vez.

—¿Quién? —demandó.

Raoul se enderezó en su silla.

—¿Quién te dio esa información?

—No puedo decírtelo.

Evaluó al hombre con detenimiento, tratando de determinar si él se lo estaba ocultando a propósito o si la información que creía tener habían llegado a él de manera anónima. Aunque no necesitaba un nombre, Kassio tenía un solo nombre en mente. Es solo que se negaba a creerlo. Maxim también se vería afectado si perdían aquel contrato, pero esta era la primera vez que algo parecido le sucedía desde que estaba a cargo y solo había un nuevo factor en la ecuación: Su hermano.

—Tu empresa ha sido nuestro cliente por más de tres décadas y además de ser una de las más importantes en el mercado, existe un vínculo de respeto. Jamás te habría ofrecido algo menos de lo que es lo correcto. No es mi manera de hacer negocios —aseguró con firmeza—. Lamento decirte que recibiste información errónea. No puedo mostrarte el contrato con Faio Buldings, pero te puedo asegurar que los términos son tan justos como los que te ofrecí.

—Volkov…

—¿Debería rescindir el contrato? Porque no puedo ofrecerte nada mejor, pero te deseo suerte en encontrar a alguien con una oferta como la de mi compañía. —Se estaba arriesgando demasiado, pero sabía lo que hacía. En los negocios no podías vacilar o los demás se aprovecharían.

—Los dos sabemos cuán importante soy para tu compañía.

—Así es y representaría una gran pérdida. Pero no debes preocuparte por nosotros, estaremos bien.

—Eres un duro negociador. —Raoul sonrió—. Te comunicaré mi decisión mañana. Por ahora cenemos antes de que la comida se enfríe.

Kassio asintió y ambos comenzaron a comer mientras charlaban sobre diversos temas, evitando mencionar el contrato nuevamente. Estaba escuchando a Raoul hablar sobre los desafíos que enfrentó su empresa durante la última crisis económica del país, cuando de repente desvió la mirada hacia la derecha y algo, o para ser precisos, alguien, captó su atención.

Sienna.

La voz de Roul se convirtió en un ruido lejano en un rincón de su mente.

Alguien parecía empeñados en hacerlos coincidir. No llevaba ni un día en la ciudad y allí estaba ella otra vez. Sienna no estaba sola. Frente a ella estaba sentado un joven, al que solo pudo ver de perfil dese de su posición. Se preguntó si sería una cita y sintió como, inconscientemente, su cuerpo se tensaba.

En ese momento, Sienna giró la cabeza y sus miradas se encontraron. La sorpresa brilló en sus ojos, seguida de un destello de ira. Esta vez no hubo sonrisas ni saludos antes de que ella desviara la mirada y prestara atención a lo que sea que su acompañante le estuviera diciendo. Luego, le dio a él la sonrisa que a Kassio le había negado.

Sienna se ordenó no mirar a Kassio.

—Debe ser una jodida broma —susurró.

De todos los lugares posibles en la ciudad tenía que encontrárselo allí Se arrepintió de haber dejado que su primo la convenciera de ir a ese restaurante. Era demasiado elegante para una noche casual, pero siempre tenían una mesa disponible cada vez que alguien de la familia iba porque el restaurante pertenecía al esposo de una de sus primas.

—¿Dijiste algo? —preguntó Sebastian, su primo.

—Nada —dijo con una sonrisa radiante.

—¿Segura? —Su primo arqueó una ceja.

—Sí.

Sebastian no se veía muy convencido, pero no insistió.

—Estuviste increíble en los entrenamientos de hoy.

—Bueno, no me puedo llevar todo el crédito. Giuseppe es un dolor en el culo, pero sabe lo que hace.

Sebastian soltó una carcajada.

—Seguro que sí y debemos darle crédito extra por lidiar tu insoportable trasero.

—El me ama —replicó presumida.

—Déjame dudarlo.

—Idiota. ¿Y cómo va la universidad?

—Ya sabes tan horrible como siempre pensamos, los profesores son...

Sienna dejó de prestar atención a su primo y, antes de que pudiera detenerse, se encontró desviando la mirada hacia Kassio. Él ya no miraba a su mesa, así que pudo observarlo con libertad. Se veía tan bien como la última vez y eso la molestó más. Era un imbécil, gruñón, aspirante a dictador, pero al parecer su cerebro solo podía pensar en lo atractivo que era, aun después de no haber sabido nada de él desde que la besó.

—¿Sienna?

La voz de su primo se coló entre sus pensamientos y ella lo miró, intentando no parecer culpable.

—¿Qué estás mirando?

—Nada, absolutamente nada.

Sebastian, por supuesto, no se lo tragó y giro la cabeza sin molestarse en disimular un poco. Ni siquiera podía molestarse, ella le había hecho quedar en ridículo cada vez que tuvo la oportunidad.

—¡Sebastian! —llamó entre dientes y su primo volvió a mirarla con una sonrisa en el rostro—. Supongo que al rubio que intenta matarme con la mirada.

—No te lo tomes personal. Ese es su rostro la mayoría del tiempo.

—Así que sí es él. No sabía que estabas saliendo con alguien. ¿Lo saben tus hermanos?

—No estoy saliendo con él, así que no hay nada que contarles.

—No obstante, estás aquí suspirando por él mientras me ignoras.

—No estoy suspirando por él —dijo, conteniendo su voz al recordar donde estaban—. ¿Por qué habría de suspirar por un idiota?

Su primo perdió su sonrisa de inmediato.

—¿Te hizo algo?

—Justo ahora luces como tu padre —bromeó, esperando que él lo olvidará. Sorpresa, no lo hizo.

—¿Entonces?

—No, no me hizo nada.

—Más te vale no estar mintiéndome porque ya conoces las consecuencias.

Soltó un suspiro y asintió. Si su primo descubría que alguien la había lastimado, le iría con el cuento a sus hermanos que a su vez le irían con el cuento a su papá. Estaba rodeada de chismosos por donde mirara.

—No deberías amenazarla.

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