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Capítulo 36. La paga de la maldad es el infierno.

El rostro del hombre palideció, se aferró a la silla como si estuviera anclándose a un salvavidas.

—No puedes entrar de esa manera a mi oficina, debes salir de aquí. Llamaré a seguridad para que te saquen —. Levantó el teléfono para marcarle a seguridad.

—Me parece buena idea Simón, así me evitas a ...