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Capítulo 32. Una coincidencia.

El hombre al escucharlos aceptar, dibujó una leve sonrisa.

—Entonces vamos —cuando iba saliendo Stavros los detuvo.

—Es mejor que yo conduzca, tú no has dormido nada y puede ser peligroso.

Cuando caminaron para subirse al auto, Sol corrió y se sentó en el asiento delantero.

—Yo no quiero ir sentada ...