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9: El incio

9: El incio

Mi alma entera era un completo caos y un conflicto abismal se apoderaba de mis pensamientos. No era algo que hubiese siquiera considerado en otras condiciones, pero esas no eran condiciones ordinarias, yo literalmente me encontraba suspirando por ese sujeto a pesar de su trato mezquino y su actitud tóxica y como si eso no fuese suficiente me estaba ofreciendo prácticamente justo lo que pedía al cielo cada noche antes de irme a la cama: Estabilidad económica y una casa propia para poder sacar a mi hermano de aquel infierno donde se encontraba encerrado.

La idea sola de estar manteniendo una conversación respecto a una propuesta de implicaciones tan insólitas me resultaba en un chiste de mal gusto, pero peor se tornó la situación cuando me vi obligada a interrumpir la destrucción de ese contrato que había firmado sin conocimiento y que ahora me estaba obligando a situaciones inauditas e insólitas. Destruir ese contrato habría sido el anhelo de mi corazón en otro momento, pero no en ese.

― ¿Cambiará de parecer entonces? ―preguntó el señor Cavill con un tono de voz burlón.

La sangre me hervía a punto de ebullición, por lo cual me vi en la obligación de tener que inhalar y exhalar tres veces para conseguir un viso de calma antes de responderle.

― ¿Puedo pensarlo?

Él sonrió con descaro.

― ¿Pensar que cosa? ―me contestó él con una pregunta artera.

― ¡Por favor! Estamos hablando del contrato… le estoy preguntando si puede darme tiempo para decidir si seguir adelante o darlo todo por terminado

El señor Cavill, que mantenía ese rostro inexpresivo hasta ese entonces, pasó a mostrar una leve sonrisa dibujada en sus labios al escuchar mi planteamiento.

―Se dé lo que estamos hablando, señorita Reyes, pero me gusta hacer enfadar a las personas.

“Por favor Emi, huye de inmediato”, me supliqué a mí misma, pero la duda ya se había implantado en mi mente, por lo cual me contuve para seguir esperando una resolución de alguna manera.

― ¡Qué buen gesto de su parte! ―comenté sin disimular mi ironía, por suerte él se encontraba del otro lado del escritorio, por lo cual zafé una reprimenda física de su parte―… pero hablando en serio, le decía si es posible que me permita tomarme un tiempo para considerar la situación.

― ¿De qué tiempo estaríamos hablando? ―el señor Cavill se inclinó hacia adelante juntado sus manos para entrelazar sus dedos en un gesto típico de empresarios cuando se encuentran en plena negociación. En esa posición su rostro quedaba bañado por un halo de luz que le daba una apariencia etérea y angelical que desbarataba en mí cualquier prejuicio que me pudiese forjar en su contra.

―Una semana ―sentencié con seguridad.

Él se inclinó hacia atrás afincándose contra el respaldo de su silla. Su actitud no era la de cualquier hombre, lo de él era la actitud quien se sabe en la cima del mundo.

―Acércate ―me dijo.

― ¿Qué?

― ¡Que te acerques he dicho!

Su exclamación me sobresaltó, pero al mismo tiempo removió ciertos apremios en mi interior. Su forma de gritar no era grosera o insultante, era algo completamente loco y sin sentido, pero su manera de exigir era como una extensión de su personalidad que no se le podía desdeñar.

Estuve a punto de darme por vencida y renunciar a todo, pero en mi interior algo se movió para obviar los prejuicios y aceptar su imposición, aunque eso me significaba una afrenta. Caminé para rodear el escritorio y quedar a un par de pasos de su silla.

―Acércate más ―me pidió con su voz profunda e hipnótica.

Entonces di dos pasos más y quedé justo al lado de su silla. Mi pulso estaba acelerado hasta más no poder, pero de alguna manera esa sensación de peligro me resultaba embriagante.

Su mano se movió para tomarme de la mano en un gesto inesperado y certero: mis cerrojos cayeron de inmediato con el solo roce de su piel sobre la mía.

―Tengo muchísimos planes para ti… para nosotros ―corrigió con un gesto contrariado―, por lo que la semana que me pides será imposible… si quieres pensar tu decisión puedo darte hasta mañana a esta misma hora para obtener tu respuesta, no más que eso… pero si me permites adivinar yo ya sé cuál será tu decisión.

Yo me apresuré a liberar mi mano de la suya. Ese ínfimo contacto había ocasionado estragos en mis convicciones y seguridades. Tal como me había sucedido en el sueño, al ser tocada por el señor Cavill mi ser había quedado completamente prendado de él.

―Ya sabes lo que entregas y lo que ganas ―me dijo como en una especie de conclusión―, está en tus manos el poder de decidir si lo tomas o lo dejas… pero créeme, no todas han tenido esa oportunidad para decidir.

Sus ojos habían mutado para expresar una profundidad increíble, en ese fugaz momento el rostro del señor Cavill había dejado atrás su gesto de inexpresividad para dejar latente una especie de ánimo que fue momentáneo, pero que quedó grabado en mi retina de manera impecable.

―Está bien ―asentí con la voz trémula y quebrada―, mañana a esta misma hora vendré a darle mi respuesta.

Asentí y me encaminé a la puerta. Entonces me dijo:

―Enviare a buscarte.

―No es necesario ―le dije cuando ya había comenzado a caminar en dirección a la puerta―, yo puedo movilizarme por mi cuenta.

―Yo insisto, señorita Reyes… permita que le demuestre que también tengo un lado caballeroso.

La escuché decir eso cuando abrí la puerta y me giré para mirarle por última vez antes de retirarme de la oficina. Su sonrisa había desaparecido, dejando solo sus labios un poco entreabiertos en una expresión de plena sensualidad. Me obligó a desviar la mirada para salir de una vez por todas.

―Hasta luego ―le dije.

―Hasta luego señorita Reyes… Espero que me encuentre en sus sueños.

La puerta se cerró detrás de mí, dejándome ahora afuera de ese lugar de locura donde no había podido apelar a la lógica y a la razón.

Me quedé un rato de pie, estática y sin mover un músculo, sin poder entender aún como debía procesar todo eso. Aquello parecía algo descabellado e ilógico, por lo que en un par de destellos llegue a dar por buena la idea de que aquello no había ocurrido realmente.

Cuando la rubia salió de una oficina contigua y me atravesó con una mirada sentida y de odio, me quedó en claro que todo había sido real, tanto el odio como las emociones, pero sobre todo la confusión que me sepultaba debajo de toneladas de sensaciones y sentimientos que, aun después de haberlo dejado detrás de esas puertas, el señor Cavill seguía provocando en mí.

Moví frenéticamente la cabeza para alejar todo en el acto y entonces comencé a caminar directo al ascensor.

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