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8: Sometimiento

8: Sometimiento

― ¡¿Sometimiento?! ―pregunté escandalizada y con la confusión apremiante desbordando de mí ser.

El señor Cavill no se inmutó en demasía por mi gesto de sorpresa, para él aquello era cuando mucho un contratiempo, pero en ningún momento se mostró si simpatizara con mi situación.

―No estoy para repetir las cosas, señorita, no es mi culpa que su torpeza le hiciera firmar un contrato sin dignarse a leerlo primero.

La dualidad habitaba en ese cuerpo de una manera impresionante. El mismo hombre que me había dejado sin aliento solo con una mirada cautivadora también estaba consiguiendo conminar mi desprecio con su prepotencia y altivez desmedida. Con una mirada de pleno desencanto le dejé en claro que sus palabras no habían calado en mi ánimo, sino que, al contrario, habían potenciado mi enfado, pero ese gesto de mi parte parecía haber desencadenado nuevamente los demonios de su interior. Con esa mirada de reproche le reté, pues su humanidad nuevamente se me vino encima, tomándome con fuerza de la quijada para marcar de manera territorial sus condiciones.

―Entiendo su confusión, señorita Reyes ―sentenció él sujetándome con fuerza y respirándome cerca de la cara―, pero debe aprender que aquí, y ahora también en usted, quien manda soy yo, así que debe aprender que ese tipo de gestos están terminantemente prohibidos, a menos que quiera que los castigos continúen.

Por un momento me sentí empujada a ceder a sus imposiciones altaneras, pero aunque sus encantos eran irresistibles de una manera dolorosa, me vi obligada a mantener en claro mis límites para buscar una solución a ese embrollo en donde me había metido.

―Esto es una locura… usted no puede pretender que alguien esté dispuesta a aceptar este tipo de tratos de una manera tan grosera.

― ¿Y por qué no? ―me contestó el señor Cavill sin soltar mi quijada y con un tono de voz contrariado que dejaba en claro que él no era el tipo de sujetos que aceptaran un no como respuesta.

―Porque sencillamente va en contra de la dignidad de la persona… lo que usted pretende es prácticamente una esclavitud.

―No lo es cuando la persona se somete voluntariamente ―el señor Cavill me dio una contestación plena y certera dejándome en claro sus explicaciones―… pero parece que es algo que usted no es capaz de procesar. No tienes idea de cuantas desearían estar en tu lugar, incluso tú pudiste ver a la rubia que se retiró con lágrimas en los ojos porque la rechacé a ella para darte la oportunidad a ti, pero lamentablemente parece que no eres capaz de procesar eso… ¡Qué estupidez! ―bufó él haciéndose a un lado―. Ya me estoy aburriendo de toda esta cháchara.

El señor Cavill soltó mi rostro y me dejó frente al escritorio para encaminarse a su silla. En mi cuerpo quedó la fragancia de su perfume y sobre mi piel quedó de manera sorprendente el vacío dejado por sus dedos. No podía explicarme él cómo podía seguir sintiendo algo por un hombre que demostraba tal nivel de enajenamiento, pero sencillamente era algo que me superaba con creces. Lo que el señor Cavill provocaba en mí parecía ir mucho más allá del raciocinio y el entendimiento.

―No entiendo cómo pueden existir personas que acepten esto de plena voluntad ―dije cuando él se había sentado con displicencia en su silla.

Sus ojos de color cielo me volvieron a abordar para darme la respuesta a ese planteamiento.

―Para muchas el dinero es el principal aliciente… pero la mayoría llega suplicando lo que yo les puedo dar.

― ¿Maltratos, ofensas, humillaciones, desprecios, injurias y esclavitud consensuada? ―pregunté con evidente sarcasmo y un dejo de decepción.

El señor Cavill no se inmutó a pesar de que lo mío era una afrenta directa a un hombre poderoso acostumbrado a no recibir ese tipo de oposiciones, de alguna manera había conseguido apelar a su paciencia, de otra manera no me hubiese dado una respuesta tan calmada como la que me dio.

―En parte si… pero mayoritariamente suplican por estar en la cama por un hombre que las posea sin reproches y sin tapujos. Todas ellas ruegan por un lugar en mi cama donde sus sentidos son explotados de formas inimaginables y que de otra manera solo quedarían en su imaginación. Algunas pueden pensar en los beneficios de la vida glamorosa y los lujos a los que pueden tener acceso a mi lado, pero luego de que me descubren como su amo y señor todo lo demás deja de tener valor para ellas… siempre es lo mismo.

Mi quijada debió haber quedado en el suelo para poder expresar la sorpresa que me invadió en ese momento. Sus palabras se escuchaban como el pavoneo de un macho sin un mínimo de humildad y con una soberbia altivez inconmensurable, sin embargo, por la calma con la que él me dijo aquello y por el fuego que ardía en sus ojos, me quedó la plena impresión de que aquello era verdadero y que él no mentía.

En mi cuerpo se instauró un incontrolable deseo y una curiosidad insaciable. Aunque no era algo racional, mi cuerpo sintió las ansias de probar todo eso que él decía. Mi mente estaba lista para renunciar de inmediato y salir de una vez de esa oficina de locura, pero mi cuerpo se negaba a responder, no dejándome ni siquiera la opción de hablar para responder.

―Este contrato era para la rubia ―me explicó el señor Cavill al percatarse de mi incapacidad para responder―. Ella está completamente feliz con los términos: ella se iba a convertir en mi secretaria personal, asistente y esclava sexual… todo eso bajo un acuerdo de confidencialidad y con una cuantiosa remuneración económica para ella, incluida una casa, un auto y un montón de privilegios más. La dejé ir a ella porque me atrajo tu inocencia ―al decir esto hizo un gesto señalándome con sus labios haciendo notar mi atuendo desenfadado como principal detalle para su elección―, pero si no estás de acuerdo entonces lo mejor es terminar con esto de una buena vez.

Él tomó el contrato con ambas manos para romperlo.

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