




7: El trabajo
7: El trabajo
La puerta se cerró y mi corazón sintió el golpe en lo profundo de mi ser. Un susto inaudito me embargó en ese mismo momento en el cual recalé en la idea de que me había quedado a solas con el hombre más rico y guapo que podía aspirar a conocer. Era una situación disparatada e inesperada que se había propiciado en extrañas condiciones, pero que al fin de cuentas me había dejado con la mirada de color cielo de ese hombre atravesándome el alma.
Un silencio pesado y denso me aplastó contra mis propios miedos en ese instante de infinitas repercusiones en mi ánimo. Sus labios sellados y sin mostrar ninguna emoción me mantuvieron prendada de ellos en todo ese tiempo.
Yo quería hablar, decir algo, preguntar para poder drenar tantas dudas, pero nada respondía en mí ser, ni mis piernas ni mis labios, todo mi cuerpo se encontraba petrificado bajo los efectos de su mirada penetrante. Casi podía decirse que se trataba de una experiencia sobrenatural, pero yo sabía bien que todo era por el efecto sobrecogedor de su poderosa humanidad que me hacía sucumbir ante él sin siquiera poder oponerme mínimamente.
Mis manos habían comenzado a sudar y mi corazón palpitaba desbocado cuando sus pies comenzaron a moverse presurosos hasta quedar justo frente a mí: la escena de mi sueño podía pasar a cumplirse en un parpadeo.
A esa distancia no tuve cómo reaccionar. Su presencia era abismalmente sobrecogedora y ocasionaba un estallido de sensaciones y miedos en mi desbocado corazón. Su fragancia me llegó de golpe, haciendo que las sensaciones y sentidos quedaran completamente ofuscadas.
― ¿Cuál es tu nombre? ―le escuche decir con esa voz suya que era profunda y varonil, pero que al mismo tiempo tenía ese aire de inmaterialidad que le hacía mostrarse como alguien inalcanzable, lejano.
―Emi… Emily Reyes es mi nombre señor Cavill.
― ¿Señor Cavill? ¿Acaso te dije en algún momento que podías llamarme por mi nombre?
La confusión me sobrevino de inmediato dejándome sin ningún tipo de reacción. Aquellas preguntas habían salido de su boca sin un mínimo dejo de sarcasmo o humor, lo que dejaba en claro que su intención era realmente la de cuestionar mis intenciones.
―Lo siento ―no supe que más podía decir para zafar el embrollo donde me sentía hundida hasta la coronilla.
―Las disculpas no valen para mí ―espeto él con total frialdad―, en mis términos, toda falta debe ser castigada, así es como yo lo veo.
―No entiendo ―negué con un movimiento de mi cabeza mientras remojaba mis labios con mi lengua buscando controlar mi nerviosismo.
―Ya entenderás ―fue lo único que dijo él antes de abordarme tal como lo había hecho en mi sueño.
Mi humanidad quedó de pronto sometida por la enorme fuerza que se desencadenaba de su poderosa musculatura. Sus brazos enormes rodearon mis piernas a la altura, los muslos levantándome de golpe para cargarme sobre su hombro. Mi sorpresa fue abismal al descubrirme sometida por el sujeto que me robaba el aliento y la respiración.
Por puro pudor grité y me removí cuanto pude, pero nada podía hacer contra un hombre determinado como él, además de que en lo profundo de mi ser me gobernaba un incontenible deseo de sucumbir ante los designios de ese poderoso CEO.
Mis golpes sobre su espalda ancha y musculosa solo menguaron cuando sus manos me tomaron firmemente, ahora por las nalgas, para bajarme y dejarme recostada sobre el escritorio.
Para ese punto todo a mi alrededor había dejado de tener sentido y valor, yo solo tenía atención para tratar de entender lo que estaba ocurriendo: cuando el señor Cavill pidió que el contrato quedara vigente para que yo trabajara para él, por mi mente pasó la idea de ser su secretaria o su asistente personal, incluso en última instancia se me ocurrió la posibilidad de trabajar en algún tipo de servicio especial, pero aquello que estaba ocurriendo no tenía sentido en ninguno de los escenarios que llegue a imaginar.
El señor Cavill logró disponer de mí, una mujer de apenas cincuenta kilos y un metro sesenta y cinco, con total facilidad y sin prestar un mínimo de atención a mis gritos de pánico desenfrenado.
― ¡Degenerado! ¡¿Qué piensa hacerme?! ―grité cuando con una mano me empujó boca abajo contra el escritorio mientras con la otra me dio una nalgada fortísima.
Mis ojos se explayaron hasta lo imposible cuando sentí la enorme palma de su mano estrellándose contra mi nalga derecha. Una lágrima incluso intentó asomarse en mi lagrimal, pero la furia que me comenzó a estallar en el alma al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo me impulsó a no quedarme en la pasividad, por lo que a la primera oportunidad de zafarme de su sometimiento me giré para quedar frente a él. En el rostro de ángel que le había visto recién, ahora se habían dibujado rasgos que más bien parecían ser los de un demonio lujurioso.
―Te dije que debía castigarte ―bufó entonces como conteniendo una enorme carga de presión.
― ¡Usted es un desquiciado! ―le reclamé sin detenerme a nada. Mi pudor no me permitía dejar impune algo como eso. El sujeto del traje marrón me había dejado en claro que al «jefe» no se le llevaba la contraria, pero aquello era algo insólito, a lo cual no estaba dispuesta a sucumbir solo porque si―… esto es acosa sexual.
Solté aquello último y esperé de él una reacción diferente, en cambio, solo le vi esbozando una sonrisa divertida como de alguien que se da cuenta de la ingenuidad del otro. Yo aún permanecía de pie frente a su escritorio mientras él estaba justo delante de mí con esa mirada de consideración.
―Dime una cosa: ¿Tú leíste el contrato que firmaste?
La pregunta del señor Cavill me dejó con el entendimiento trastocado. Solo en ese momento recalé en ese pequeño detalle.
― ¿Y eso que tiene que ver? ―a pesar de que acababa de reconocer mi metida de pata, me esforcé para no bajar la guardia y no quedar expuesta en lo que era una consecuencia directa de una equivocación flagrante y glamorosa.
El señor Cavill no dijo nada, sino que se acercó al otro extremo de su escritorio donde reposaba un montón de papeles idénticos a los que yo recién había firmado. Levantando el contrato frente a mí, me preguntó:
― ¿Qué tipo de contrato crees que es este?
―Uno laboral que por lo visto usted no está dispuesto a respetar ―le canté con actitud altiva y grosera, pero él se encargó de hacerme sucumbir ante mi propia torpeza.
―Señorita Reyes, este que usted ha firmado es un contrato de sometimiento pleno y exclusivo.