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10: Una difícil decisión

10: Una difícil decisión

El resto del día me convertí en un zombi ambulante, sin rumbo fijo y sin una idea clara de nada. Tenía todo el tiempo del mundo, pues para esa hora se suponía que ya debía estar instalada en mi nuevo puesto de empleo y ahora, sin embargo, me encontraba sopesando la respuesta que debería dar ante una propuesta descabellada e insólita. Aquella propuesta que, siguiendo mi raciocinio, debería haber desechado de manera instantánea, pero que, sin embargo, seguía dándome vueltas en la cabeza aun después de que mi propia lógica me conminara a olvidarlo y pasar la página.

Caminé por el parque después de haber aparcado el coche de Ana en el estacionamiento, asegurándome de que se encontrara seguro, necesitaba despejar mi mente para poder encontrar mi voz interior, esa voz que tanto me hacía falta en ese momento para encontrar la verdad por la cual sufría. Lo que había visto de aquella reacción del señor Cavill me dejó con el ánimo desencajado. Su ímpetu, su violencia y su determinación no eran cosas con las que se podía jugar, no era algo realmente para tomárselo a la ligera. Su forma de hablarme y mirarme y más aún su manera de tomarme como un objeto definitivamente no estaba bien, no era algo normal ni que pudiera tomarse a la ligera; sin embargo, su forma de hacerlo lograba traspasar la barrera del salvajismo para tentar fibras internas en mi ser que no podían ignorarse.

La dignidad y el auto respeto no es algo a lo que estaba dispuesta a renunciar solo porque sí, pero la decisión seguía siendo tan difícil como al principio.

Caminé sin rumbo por el sendero del parque que se adentraba a un jardín de caminos rodeados por vegetación frondosa y árboles que impedían el paso de los rayos del sol. Era pleno verano, por lo que a esa hora del día el calor permitía que el clima fuese agradable a pesar de todo, incluso parecía que las plantas florales supieran agradecerlo regalando sus maravillosos colores en formas de pétalos que adornaban de manera magistral el paisaje que mis ojos podían descubrir ante sí. Un lunes por la mañana no era un día para encontrarse con una multitud en esos parajes, por lo que podía contar con esa cuota de soledad que tanta falta me hacía.

Llegue hasta el final de ese sendero que desembocó en una redoma con una fuente en el centro rodeada por bancas cubiertas debajo de la sombra de unos inmensos robles. El lugar se encontraba completamente vacío, por lo que me permití acercarme hasta la fuente con relajo y terminar de ordenar mis pensamientos ahí.

Era un poco ilógico incluso la forma como todo había ocurrido: una equivocación mía para seguir las indicaciones que la chica ce la recepción me había dado desembocó en la hecatombe de usurpar un lugar que no me pertenecía. Ese contrato no era el mío y aun así había terminado ocupando el lugar que no esperaba. Por qué había decidido el señor Cavill mantener vigente el contrato a pesar de que yo no era la mujer que él estaba esperando, era algo que me daba mucho en que pensar aún y cuando me quería decidir por la decisión «lógica»

Dos eran las razones por la cual seguía considerando la factibilidad de aceptar todo aquello que me habían propuesto después de esa firma equivocada. Por un lado, estaba la situación apremiante de mi hermano a quien necesitaba poner a salvo cuanto antes y para eso necesitaba la estabilidad económica que el cumplimiento de ese contrato podía regalarme y, por otro lado, aunque me negara en aceptarlo, la idea de convertirme en la «sumisa» del señor Cavill era algo que me llenaba de curiosidad. La verdad es que no estaba del todo enterada de los detalles y menudencias de aquel contrato, pero él había sido explícito al dejar en claro que se me entregarían un montón de beneficios económicos si me «sometía» a su entera voluntad. Sin leer el contrato no tenía manera de entender a ciencia cierta lo que aquello significaba, por lo que preferí enfocarme en aquello que si podía atender, por lo que regresé por el sendero luego de sacar una moneda de mi bolsillo y lanzarla a la fuente para pedir un deseo, más por costumbre que por otra cosa.

―Deseo poder tomar la decisión correcta ―fue lo que pedí mientras comenzaba a caminar sobre la gravilla del sendero.

No es que yo fuese una mujer supersticiosa ni creyente en nada que estuviese más allá de mi propia existencia más que en el amor mismo, pero me pareció un buen detalle hacer lo que se hace en las películas cuando se encuentran frente a una fuente, después de todo, hacer aquello me regaló un poco de entretenimiento pensando en cómo la vida está compuesta de pequeñas decisiones que determinan los caminos que recorremos al final de nuestro sendero de vida.

No estaba de ánimos como para quedarme todo el día caminando sin rumbo. Si no podía hacer nada con respecto a lo que sentía al estar cerca del señor Cavill, por lo menos si podía atender lo referente a la situación de mi hermano.

Volví por el sendero hasta llegar al coche de Ana que había dejado aparcado al llegar. Ahora el lugar no estaba completamente vacío como yo lo había encontrado al llegar, ahora se encontraba un lujoso coche negro con cristales oscuros estacionado al lado del pequeño auto de mi amiga. La situación no tendría por qué ser extraña en otras circunstancias, pero ahora me encontraba con la sensación de que alguien me observaba y eso me puso con la piel de gallina.

Subí de inmediato al coche. Arranqué el motor y comencé a andar de reversa hasta lograr salir de ahí. Cada tanto miraba por el espejo retrovisor para confirmar que aquello no había sido más que una locura de mi propia paranoia. Por suerte la carretera se encontraba completamente despejada cuando tomé la autopista para encaminarme al lugar de donde quería sacar a mi hermano cuanto antes.

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