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CAPÍTULO 38. ¡TÚ TE QUEDAS CONMIGO!

Gálata lo miraba sin siquiera pestañear, no quería desviar ni un solo segundo la vista de su esposo, porque necesitaba ver las expresiones de su rostro, por un momento tuvo la impresión de que Matteo palidecía; Él se levantó de la cama, se puso el bóxer y emprendió su caminata a la salida.

—¿Dónde ...