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143. EL FINAL DE UNA PROMESA

AMALIA

— Sí señor…

Empino más mis nalgas facilitando la penetración de su falo hasta el fondo, mis pies descalzos, de puntillas, erguida sobre el suelo frío y mis manos cerrándose en puños sobre la pared.

Mis gemidos se amortiguan contra su ancha palma y afuera me siguen llamando para tomar la in...