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Capítulo 42

En el mismo momento en que Adrián se marchaba, llegó Piedad. La monja contempló al elegante hombre con lágrimas en los ojos.

—¡Buenos días! —saludó y pasó.

—¡Buenos días, Adrián! ¡Que Dios te bendiga!

—Gracias.

Piedad miró a la mujer parada en la puerta. Supuso que ella tenía que ver con las lágrim...