




Capítulo 3
Hana se apartó de él con el corazón acelerado, y se dirigió rápidamente a la salida de la gala. La intensidad de Alexander la asfixiaba y la hacía cuestionarse cómo alguien tan frío y calculador podía albergar una pasión tan desmedida. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por ella? ¿Y qué estaba dispuesta a sacrificar para mantener su independencia?
Esa noche, en su apartamento, se prometió a sí misma que debía encontrar una manera de salir de esa situación, de recuperar su vida y poner distancia entre ella y Alexander. Sabía que si no lo hacía, terminaría atrapada en una relación que la consumiría lentamente.
Pero Alexander no era alguien que dejara escapar lo que deseaba fácilmente, y Hana intuía que, de alguna manera, él encontraría la forma de arrastrarla de vuelta a su vida.
Los días siguientes fueron una prueba de resistencia para Hana. Cada vez que cruzaba la puerta de la oficina, sentía los ojos de Alexander sobre ella, siguiéndola en silencio, acechándola como un cazador a su presa. Él no le dirigía palabra alguna, pero estaba allí, presente en cada uno de sus pensamientos, en cada rincón de la oficina. A pesar de su decisión de mantener distancia, Hana empezaba a sentir que escaparse de él sería mucho más difícil de lo que había imaginado.
Una tarde, cuando terminaba de organizar algunos archivos, Hana recibió un mensaje de Alexander pidiéndole que subiera a su oficina. Se armó de valor, repitiéndose que podía controlarse, que no dejaría que él la intimidara ni la doblegara.
Cuando entró, él estaba en su escritorio, inmerso en papeles y con la expresión concentrada que lo caracterizaba. Sin embargo, en cuanto la vio, sus ojos brillaron con esa intensidad peligrosa.
-Gracias por venir, Hana. Siéntate -le indicó, señalando la silla frente a su escritorio.
Ella se sentó con la espalda recta, buscando proyectar una imagen de seguridad, aunque sentía que su corazón latía a toda prisa.
-Tengo que discutir algunos proyectos que quiero que manejes directamente -dijo él, con voz calmada, entregándole una carpeta.
Mientras ella revisaba los documentos, notó que había algunas secciones marcadas específicamente con notas a mano de Alexander. Eran proyectos importantes, contratos significativos y de alto perfil. Hana intentó concentrarse en los detalles, pero cada vez que levantaba la vista, encontraba la mirada fija de Alexander sobre ella, observándola con una mezcla de admiración y posesión que la hacía sentirse vulnerable.
-Esto parece... mucha responsabilidad para mí sola -murmuró, tratando de mantenerse neutral.
Alexander sonrió ligeramente, un gesto que bordeaba lo intimidante.
-Confío en ti, Hana. Más de lo que confío en cualquiera de esta empresa -respondió él, y su tono de voz le provocó un escalofrío.
Ella asintió, intentando esconder su incomodidad. La reunión se alargó más de lo necesario. Cada vez que ella intentaba ponerse de pie para marcharse, él encontraba algún otro aspecto del proyecto que "debían revisar juntos". Finalmente, cuando no quedaba nada por revisar, se acercó a ella y le colocó una mano en el hombro, impidiendo que se levantara.
-No tienes que seguir fingiendo que no sientes nada por mí, Hana -murmuró él, inclinándose hacia ella. Su voz era suave, pero sus palabras estaban cargadas de una intensidad que la hacía estremecer.
-Alexander, esto es inapropiado. Estoy aquí para trabajar, no para... -Hana se detuvo, notando el deseo ardiente en sus ojos.
-¿Para qué, Hana? -la interrumpió él, acercándose aún más, con una mano apoyada en el respaldo de la silla, rodeándola-. Dime que no sientes nada. Dime que aquella noche no significó nada para ti, y dejaré de insistir.
Hana respiró profundamente, intentando apartarse de la atmósfera sofocante que él creaba. Quería decirle que no sentía nada, que había sido solo una noche de necesidad, pero las palabras se le quedaban atascadas en la garganta. Había algo en él que la atraía, algo que la desestabilizaba y le hacía cuestionarse a sí misma.
-No puedo seguir haciendo esto, Alexander. Esto es tóxico, y lo sabes. -Se levantó rápidamente, sin mirarlo, e intentó dirigirse a la puerta.
Antes de que pudiera abrirla, él se colocó frente a ella, bloqueándole el paso. La frustración y el deseo reflejados en su rostro eran innegables.
-¿Tóxico? -repitió, con una sonrisa amarga-. Lo único tóxico aquí es que te niegues a aceptar lo que hay entre nosotros. Y te lo demostraré.
Él tomó su rostro con firmeza y la besó, un beso cargado de pasión y desafío, intentando quebrar sus barreras. Hana luchó para resistirse, pero su cuerpo la traicionó. Era como si aquella tensión contenida durante semanas explotara, como si cada segundo cerca de Alexander hubiese estado alimentando una chispa que ahora se transformaba en un incendio incontrolable.
Finalmente, se apartó de él, con el rostro enrojecido y la respiración entrecortada.
-No puedo hacer esto, Alexander. No puedo... no quiero ser controlada por ti -dijo ella, tratando de recuperar la compostura. No podía seguir cayendo en ese juego peligroso. Él era su jefe, y cada paso que daba hacia él sentía que se acercaba más al borde de un precipicio.
-No es control, Hana. Es... necesidad. Eres la única persona en mi vida que no puedo dejar de desear. -Su tono era suave, pero cada palabra retumbaba con intensidad-. Sé que también me deseas.
Ella negó con la cabeza, confundida y agobiada.
-No puedo, Alexander. Esto tiene que parar aquí, antes de que perdamos todo el control.
-¿Control? -repitió él, con una mirada de burla en su rostro-. No tienes idea de lo que haces en mí. No voy a dejar que te alejes.
Hana retrocedió unos pasos y, sin más opción, se giró y salió de su oficina. Sabía que él la seguiría buscando, pero no podía permitir que su vida y sus emociones giraran en torno a él. Esa noche, pensó en renunciar, en buscar un nuevo empleo y empezar de cero. Sin embargo, la idea de dejarlo así, de simplemente desaparecer de su vida, se sentía incompleta, como si una parte de ella no estuviera lista para rendirse.
Al día siguiente, recibió un mensaje de Alexander en su teléfono personal. Era directo y claro, y aunque ella sabía que era una mala idea, algo en su interior la empujaba a responder.
Alexander: "Nos vemos esta noche. Te mandaré la dirección. Hablaremos sin interrupciones."
Con el corazón en la garganta, Hana decidió responder.
Hana: "Esta será la última vez, Alexander. Después de esto, ambos debemos seguir adelante."
Lo que ella no sabía era que para él, esta sería la noche definitiva, la noche en la que decidiría que nunca la dejaría escapar.
Cuando Hana llegó al lugar indicado por Alexander, un elegante restaurante privado en el centro de la ciudad, sintió el peso de su propia decisión. Había accedido a verlo una vez más, con la esperanza de poner fin a aquella relación tortuosa y lograr el cierre que necesitaba para seguir adelante. Se repetía a sí misma que esta era la última vez, que esta reunión cerraría la puerta definitivamente.
Al llegar, un anfitrión la condujo a una mesa privada en una terraza iluminada tenuemente, donde Alexander la esperaba. Vestido con su impecable traje negro, la miraba con una mezcla de intensidad y deseo. Sin decir palabra, se levantó y le ofreció la mano para ayudarla a sentarse.
-Gracias por venir, Hana -dijo con voz tranquila pero cargada de una emoción contenida.
Hana asintió, sin saber bien cómo iniciar la conversación. Durante unos minutos, se quedaron en silencio mientras el camarero les servía una botella de vino. Ella apenas probó el suyo, con el estómago revuelto por los nervios.
-Alexander, sabes que esto tiene que terminar -dijo finalmente, rompiendo el silencio-. Esta... conexión que sientes, esta obsesión... no puede continuar. Me está afectando y a ti también.