Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 2

Alexander soltó una leve risa, y dio la vuelta a la mesa para acercarse a ella. Se inclinó, colocando sus manos en los brazos de la silla, encerrándola entre sus brazos.

-¿Crees que puedes simplemente seguir como si nada hubiera pasado? -susurró, y su mirada se oscureció-. No, Hana, no pienso dejar que me ignores. Esa noche fue solo el principio.

Hana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La intensidad en los ojos de Alexander la aterrorizaba y la confundía a partes iguales. No se trataba solo de deseo; él parecía obsesionado, como si ahora fuera incapaz de verla como alguien ajeno a su vida. Pero ella no iba a ceder. Ya había cedido una vez, y no tenía intención de repetirlo.

-Con el debido respeto, señor Holt -dijo con voz firme-, no tengo intención de que lo sucedido interfiera con mi trabajo. Estoy aquí solo para cumplir mis responsabilidades.

Alexander frunció el ceño, claramente irritado por su respuesta. Se enderezó y volvió a su lugar detrás del escritorio, pero su mirada nunca dejó de evaluarla, como si estuviera estudiando la mejor manera de quebrarla.

-Muy bien, Hana. Si eso es lo que quieres... lo respetaré -dijo, aunque su tono implicaba que no sería tan sencillo.

Hana se sintió aliviada cuando la reunión terminó. Sin embargo, su sensación de alivio fue breve. En los días siguientes, Alexander encontró formas sutiles de ejercer control sobre ella. La llamaba constantemente para que revisara documentos en su oficina, enviaba correos electrónicos pidiéndole informes a altas horas de la noche y la incluía en reuniones que antes no requerían su presencia.

El ambiente en la oficina se volvió sofocante. Alexander la seguía con la mirada, como si estuviera esperando el momento en que ella cediera a su presión. A veces, le lanzaba comentarios ambiguos en tono bajo, frases que solo ella podía oír y que hacían que la sangre le hirviera en las venas.

Una noche, después de una larga jornada de trabajo, Alexander se le acercó en el estacionamiento.

-Déjame llevarte a casa, Hana -dijo, con una voz suave que no admitía un no como respuesta.

Ella intentó declinar, pero él la observó con una mezcla de determinación y desafío. Hana entendió que estaba sola con él y que negarse no era una opción fácil. Así que, resignada, subió al auto y trató de mantener la calma durante el trayecto.

Alexander, en silencio, manejaba con una expresión tranquila, pero de vez en cuando le lanzaba miradas rápidas, como si estuviera midiendo cada uno de sus movimientos. El aire en el coche era tan denso que apenas podía respirar.

Al llegar a su apartamento, él detuvo el auto y se quedó observándola, sin intención de despedirse aún.

-¿Vas a seguir ignorándome? -preguntó en un susurro, sus ojos ardían con una intensidad que la hacía sentir atrapada.

-No estoy ignorándolo. Solo quiero seguir con mi vida y mi trabajo -respondió, tratando de mantener la calma.

-Pero ya no eres la misma, Hana. Y tampoco soy el mismo desde aquella noche -dijo él, sus palabras sonaban peligrosamente cerca de una confesión.

Antes de que ella pudiera responder, Alexander se inclinó hacia ella y, sin advertencia, la besó. Fue un beso intenso, dominado por la desesperación y la frustración. Hana intentó resistirse, pero una parte de ella sentía una atracción tan fuerte como su voluntad de alejarse. Finalmente, se separó y salió del auto, cerrando la puerta detrás de ella sin mirar atrás.

Sin embargo, esa noche, mientras se recostaba en su cama, las emociones se agolpaban en su mente. Sabía que lo correcto sería poner límites, mantener la distancia, incluso buscar otro empleo si era necesario. Pero algo en ella no podía negar la atracción prohibida que sentía por Alexander, una atracción que cada vez la empujaba más a la vorágine de su obsesión.

Para su desgracia, tampoco sabía hasta dónde llegaría él para mantenerla cerca.

Los días pasaron, pero la tensión en el ambiente de la oficina solo crecía. Hana hacía todo lo posible para evitar los encuentros a solas con Alexander, aunque él parecía siempre encontrar la manera de arrinconarla en algún rincón, en alguna reunión "necesaria" o en algún almuerzo "imprevisto" que organizaba sin consultar. Su obsesión era cada vez más evidente y peligrosa, y Hana sentía que estaba perdiendo el control sobre su propia vida.

Una tarde, mientras se concentraba en revisar unos informes, recibió un correo electrónico. Al ver el remitente, su estómago se tensó; era de Alexander. Con un suspiro, abrió el mensaje, solo para descubrir una invitación. Una invitación para asistir a una cena de gala en representación de la empresa.

Hana pensó en negarse. Sabía que esa cena implicaría horas en compañía de Alexander, pero dudaba que tuviera una opción real para rechazarlo. Decidió aceptar la invitación, esperanzada de que la velada fuera lo más breve y profesional posible.

Esa noche, al llegar a la lujosa gala, Hana intentó mantenerse al margen, socializando lo justo y necesario con los otros invitados. Sin embargo, Alexander no tardó en localizarla en la multitud. Se acercó a ella, vestido impecablemente en un esmoquin negro que le hacía lucir más intimidante de lo habitual. Le ofreció su brazo y, a pesar de la tensión que sentía, Hana lo tomó. Sabía que, al menos por esa noche, debía cumplir con su papel.

Durante la cena, Alexander mantenía una mano en su espalda, un toque que, aunque superficial, se sentía como una cadena. La velada transcurrió con normalidad hasta que, después de varias horas, él le susurró al oído:

-Acompáñame afuera, Hana. Necesito hablar contigo.

Intentó negarse, pero él ya había tomado su mano, guiándola hacia la salida. Una vez en el balcón, Alexander la soltó y se apoyó en la barandilla, observándola con esa intensidad que la hacía sentir atrapada.

-No puedo dejar de pensar en ti, Hana -confesó finalmente, su tono calmado pero firme.

Hana sintió que su corazón se aceleraba, pero trató de mantenerse firme.

-Alexander, lo que sucedió aquella noche fue... un error. Yo lo hice por necesidad. Eso no significa que yo... -vaciló, intentando no mostrarse débil.

Él no le dio tiempo a terminar. Se acercó y tomó su rostro entre sus manos, obligándola a mirarlo a los ojos.

-¿De verdad crees que puedes alejarte de mí después de todo lo que pasó? -susurró, sus ojos reflejando una mezcla de deseo y una posesión peligrosa.

-Alexander... esto no es sano. Usted tiene que dejarme en paz. Yo... -Hana intentó zafarse, pero él la sujetó con más fuerza, sin dejarla escapar.

-No quiero que me llames "señor Holt" ni que me mantengas a la distancia -dijo con voz baja y contenida-. Lo que pasó entre nosotros no fue solo una transacción para mí. No estoy dispuesto a perderte.

Sus palabras hicieron que Hana sintiera una mezcla de temor y confusión. Sabía que Alexander estaba siendo sincero, pero también que su obsesión lo volvía un hombre que no aceptaría un no por respuesta.

-Esto no puede continuar así, Alexander -dijo ella, con más convicción de la que realmente sentía-. Ambos necesitamos espacio.

Alexander soltó su rostro con una mueca de frustración. Se pasó una mano por el cabello, y por un momento pareció estar conteniendo una tormenta interna.

-No tienes idea de cómo me haces sentir, Hana. Nadie ha logrado desafiarme como tú. -La intensidad en su voz le dio escalofríos. En vez de distanciarse, Alexander parecía más decidido que nunca.

Ella trató de marcharse, pero él se interpuso en su camino.

-No tan rápido. -La miró de arriba abajo, y su mirada, aunque suave en apariencia, llevaba un mensaje oculto-. Acepta que también sientes algo por mí. Lo vi aquella noche, Hana. No puedes seguir negándolo.

-No es tan simple, Alexander -respondió ella, con voz temblorosa-. Lo que tú sientes no me da derecho a vivir bajo tu control.

Alexander suspiró y la dejó pasar finalmente, aunque no sin antes susurrarle:

-Crees que puedes ignorarlo, Hana, pero me aseguré de que necesitaras mi ayuda una vez. Y puedo hacerlo de nuevo.

Previous ChapterNext Chapter