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Capítulo 10

Rápidamente, Hana se fue a arreglar, se puso la ropa corta que tanto odiaba junto con el maquillaje que cubría su realidad. Fue algo rapida ya que el club ya estaba abriendo las puertas para los clientes. En el lugar que estaria seria tranquilo ya que la mayoria de los hombres preferia algo mucho mas intimo que solo un baile, Hana estaria bien por el momento. Era mejor eso a no tener ningun increso. Se miró al espejo sin ánimo y salió a donde toda la muchedumbre se encontraba. El show estaba empezando, las reinas de lugar estaba por salir al escenario y claramente todos estaba expectante ante eso. La rubia saludo a varias compañeras en el camino y se dispuso a ir hasta donde estaría trabajando. Algunas la miraron condescendientes algo le decía que Ari ya había esparcido lo que le había dicho en los camerinos, Hana no quería que le tuvieran lastima, con la que ella sentía era más que suficiente, solo estaba buscando que no la vieran como alguien que tenia un trato especial cuando claramente no era asi. La zona privada donde estaría, estaba compuesta de pequeños cubículos cubiertos de terciopelo de color rojo barato, con un amplio sillón de piel sintética, se usaban para ofrecer bailes privados. El ambiente era intimo aun asi las reglas eran basicas, solo baile, no toques. Suspiró cansina al encontrarse allí, su noche iba a ser larga, estaba más que segura, apenas había entrado y ya quería irse.

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Estefan miró a Glen con un gran surco en su frente, su humor no estaba para bromas. Hoy menos que nunca lo estaba, pero ahí estaba lidiando de nuevo con él.

—¿Me estás jodiendo? —Su asistente negó con frenesí, asustado de lo que su jefe podría hacerle y es que Estefan en verdad daba miedo, no solo era ese aura, en realidad era así y podía ser muy sombrío si se lo proponia.

—Hana Duval es un fantasma, no hay registro alguno de ella, ni acta de nacimiento, ni cartilla, nada, es como si no existiera o quisieran que no lo hiciera. —Glen volvió a decir con mucha preocupación por la molestia que esto podria causarle a su jefe, Alexander se paró en jarra de forma molesta.

Los malditos días pasaban y aún no podía encontrar a la chica de dulce voz de la cual estaba un tanto obsesionado, incluso estaba un tanto preopado, no entendia aun que tenia ella que la hacia tan irresistible, tanto que nadie había podido sacarla de su mente, era un total fastidio que incluso lo ponía a sopesar ¿Cuándo había necesitado tanto a una persona como ahora? Nunca, él era Estefan Santoro, él no dependía de nadie, pero al parecer todo era distinto con Hana, poco a poco su mente solo pensaba en ella y en como todo su cuerpo pedía por su presencia.

Bruno había sido muy listo al decir que sus empleadas eran libres de ir o no a trabajar y que no sabía la razón de su ausencia así como también desconocía su paradero, era obvio que no quería que Estefan volviera a ver a su querida prepago, además de que ni le diría que el la había comprado desde muy pequeña, podría al descubierto su pequeño negocio de trata de blancas, pero más que eso no le gustaba que alguien tan importante como lo era el CEO, se interesara en ella, la razón era clara, Hana era solo y especialmente para el. No podía desaparecer a Santoro como todos los demás, su muerte sería investigada y no podía arriesgarse de ese modo. Lo único que le quedaba era esconder a Hana de Estefan hasta que esté se cansará y la olvidará. Era su mejor plan, y sabía que era de cuidado ya que había notado la persistencia con la que el azabache mandaba a buscarla con su asistente.

—Necesitó distraerme, ¿Dónde dices que queda ese club? —Estefan estan cansado de llegar a su casa y no resivir lo que el realmente queria, debia al menos que probar otras cosas y hacerse a la idea de que tal vez Hana no estaria mas. Glen parpadeo incrédulo, ya que jamas imagino que su jefe le dijera algo como eso ¿Santoro yendo a un lugar como esos? Eso si que no se lo esperaba—. ¿Sabes que? irás conmigo. —Estefan vocifero poniendose de pie. Glen abrió la boca mirando como su jefe caminaba hacia la puerta para salir rumbo al club. Estaba decidido.

Estefan se mantuvo con su mal humor estado en aquel bar, aún teniendo a mujeres y hombres semidesnudos a su alrededor y bailado eróticamente delante de él, todo era tan simple y aburrido, se había repetido de ir. Tomó un fuerte trago de su vodka al menos el alcohol era bueno, aun asi no era suficiente y se paró desesperado después de permanecer unos 20 minutos insufribles ahí. Glen se paró igualmente cuando noto a su jefe exasperado, sabía que lo que pasaba cuando estaba asi, tenía que hacer algo si no quería ser despedido en un arranque de furia.

—Hacen bailes privados —El chico exclamó—. Tal vez necesite más privacidad —dijo sugerente al ver que su jefe se había quedado pensativo ante su propuesta. Lo estaba sopesando, eso era al menos medianamente bueno.

—Quiero que sea rubia. —Estefan lo miró y señalo con el dedo, Glen asintió mirando a su alrededor, preocupado, todas las mujeres del lugar tenían el cabello negro y castaño, joder. Tenia que buscar rápidamente o no creía salir viví esa noche.

Estefan camino hacia la privacidad de los cubículos y entro a uno de ellos dejando a su asistente para que le consiguiera lo que quería.

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Hana bailaba de espalda frente al sujeto gordo y calvo que manoseaba su trasero. Lo golpeó en la mano por enésima vez, no pagaba lo suficiente para tocarlo. Soltó un suspiro cuando Irene irrumpió en el lugar, aún no acababa el tiempo, pero se lo agradeció o tal vez no cuando le comento que tenía otro cliente esperando.

—¿Qué?

—Lo siento, fue muy específico, "mujer rubia", eres la única aquí— Se encogió de hombros señalando su cabello negro.

—¿Qué hago con él? —Señale al obeso borracho.

—Déjalo, ya me encargo yo —dijo sin más y salí encontrándose con Monica.

—Hola...

—Hana, te esperan en el tercer cubículo. —Estaba a punto de dirigirse a este cuando noto la mirada cabizbaja de su amiga, era extraño, no estaba así cuando salió de casa.

—¿Pasa algo? —Ella negó enseguida, no podía decirle lo que acaba de pasar, sería un desastre si se enteraba en ese momento.

—Nada mi cielo, ve a trabajar que tenemos una cena pendiente. —Monica acaricio con ternura su mejilla y Hana sonrió sin preguntar más.

En silencio entró al lugar, solo podía ver al sujeto de traje negro sentado en el sofá, Bruno lo había mandado ahí por una razón y era porque en esa parte del club la vista era escasa, todo estaba en penumbra y solo una tenue luz roja se presentaba en un pequeño foco que se situaba en el techo. Empezó a bailar con la música de fondo, se tocaba su cuerpo mientras se acercaba al sujeto misterioso, todo en silencio. Hana se hincó sobre la alfombra tocando suavemente la pierna de Estefan, este ni siquiera se inquietó, parecía una estatua.

—¿No te gusta así? —musito con voz suave, entonces Estefan se inclinó rápidamente sobre su lugar y tomó la mano de Hana.

La levanto del suelo llevándola hasta donde la luz pueda permitirle verla mejor, Estefan miro los ojos asustados de Hana y como si hubiera encontrado un tesoro perdido, sonrió. Entonces Hana lo reconoció, era el señor Santoro, no entendió por qué la miraba de esa forma, pero se alejó enseguida, no podía tocarla.

—Te estuve buscando por días —Hana sé sintió asustada y no por Estefan sino porque Bruno podía verlos desde la cámara que tenía instalada en el cubículo.

Si se enteraba de que Santoro de nuevo estaba ahí por ella no quería imaginar que haría.

—No diga nada —susurro, la música la ayudó de algo—. Hay cámaras y nos están viendo.

Estefan no entendía que tenía que ver eso, pero obedeció. Hana prosiguió con su baile.

—Aléjese de la luz. —Estefan tomó de nuevo su lugar en el sillón y no porque Hana se lo ordenará, sino porque podía sentir su pene despertar por el sonido de su dulce voz ¿Qué jodidos le pasaba?

La rubia se acercó un poco más y se hincó de nuevo sobre sus pies.

—No puede estar aquí. —Estefan no entendía nada—. Me meterá en problemas.

Santoro se peinó el cabello con desesperación, su maldito pene estaba tan duro y el tan caliente, gracias a la simple voz de la rubia y si seguía hablando lo pondría aún peor, la tomó con fuerza de los brazos y se acercó a ella aún sentado en el sofá.

—¿Qué jodidos me quieres decir? —dijo sobre sus labios, respirando el aliento del otro.

—No puedo hablar. —Eso era algo que Estefan no quería que pasara—. Solo acabaré este baile y me iré.

—¿Esto tiene que ver con el hecho de que tu proxeneta te haya castigado por pasar toda la noche conmigo? —Hana desvió la mirada, entonces Estefan vio ese tenue color morado en su mejilla y como si su sangre hubiera hecho ebullición se paró furioso tratando de ir a reclamarle al cobarde que la había tocado.

Por suerte la rubia lo detuvo.

—Por favor no, él es peligroso, no quiero que le pase nada. —Hana la miró y no entendió por qué él se preocupaba por su bienestar y más porque el mismo se había alterado al ver ese moretón en su rostro. El sonido de la alarma de tiempo terminado empezó a sonar, eso era todo.

—Quiero volver a verte —dijo rápidamente y Hana simplemente negó.

—Lo siento señor Santoro. —Joder, eso hizo que la punta de su pene palpitara de sobre manera, esto tenía que ser una jodida broma, Hana no podría tener tanto control sobre el cómo para que su simple voz lo excitara a ese grado, pero por primera vez no le hizo caso a su pene y miró con desconsuelo como ella salía del cubículo dejándolo completamente solo.

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