Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 6

—¿De verdad crees que esto va a funcionar? —preguntó, con un toque de incertidumbre en su voz.

Ricardo la miró con sinceridad, sosteniendo su mano con firmeza.

—Sí, lo creo. Porque sé que no importa lo que Eliza haga o diga, tú y yo somos más fuertes que eso. Estamos juntos en esto, Dulce. No voy a fallarte.

Dulce, al escuchar esas palabras, sintió un alivio profundo, aunque sabía que el camino hacia la reconciliación total no sería fácil. Pero si Ricardo estaba dispuesto a luchar por ellos, ella también lo haría.

—Te quiero, Ricardo. —Susurró, sintiendo cómo la barrera que había erigido en su corazón comenzaba a desmoronarse poco a poco.

—Te amo, Dulce. Y siempre te amaré. —Ricardo la abrazó, sintiendo que, por fin, estaban listos para empezar de nuevo.

El futuro seguía siendo incierto, pero al menos, juntos, podían enfrentarlo.

Después de la confrontación con Eliza, Ricardo y Dulce creyeron que la tormenta había pasado, pero el eco de sus palabras seguía resonando en la casa. Aunque Ricardo había prometido luchar por su matrimonio y eliminar cualquier rastro de la relación con Eliza, algo seguía pesando en el aire. Dulce, a pesar de su deseo de creerle completamente, no podía evitar las dudas que rondaban su mente. Sabía que la batalla con Eliza aún no había terminado, y que la verdadera prueba estaba por venir.

Ricardo había estado más atento que nunca, pero Dulce también había comenzado a observar más detenidamente, buscando señales de que él realmente estaba comprometido con ella y no con el fantasma del pasado. Las semanas pasaban con relativa calma, pero ambos sabían que algo aún estaba en el horizonte.

Una tarde, mientras Dulce estaba en casa, un mensaje de texto apareció en el teléfono de Ricardo. Aunque él no lo había mencionado, Dulce no pudo evitar mirar el nombre que aparecía en la pantalla: Eliza.

Una sensación de incomodidad la invadió. ¿Por qué Eliza le estaba enviando mensajes otra vez? Sin decir nada, Dulce decidió no confrontarlo inmediatamente, pero la semilla de la desconfianza ya había sido sembrada. Esa misma noche, Ricardo parecía especialmente distraído. En lugar de estar presente como en los últimos días, su mente parecía estar en otro lugar.

—Ricardo, ¿todo bien? —preguntó Dulce con un tono que intentaba ser casual, pero que, en realidad, escondía la ansiedad que sentía.

Ricardo la miró, pero no respondió de inmediato. En su rostro, Dulce pudo ver una sombra de incomodidad que lo hacía parecer más distante. Finalmente, suspiró y levantó la mirada.

—Lo siento, Dulce. Hay algo que debería haberte dicho antes, pero no quise preocuparte.

El corazón de Dulce comenzó a latir más rápido. ¿Qué estaba pasando ahora? ¿Acaso todo lo que habían pasado juntos era solo una ilusión?

—¿Qué es lo que no me has dicho? —preguntó con cautela, cruzando los brazos sobre el pecho, como si quisiera protegerse de lo que venía.

Ricardo se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Eliza me volvió a contactar, pero te juro que no tiene nada que ver con nosotros. Es solo que… —Se detuvo y la miró con una mezcla de arrepentimiento y ansiedad—. Es solo que ella ha estado buscando una forma de volver a manipular la situación. Quiero que sepas que, aunque ha intentado contactar conmigo, no estoy respondiendo a sus mensajes ni he vuelto a verla.

Dulce se quedó en silencio, procesando las palabras de Ricardo. ¿Cómo podía confiar en él ahora? ¿Por qué Eliza seguía en la ecuación?

—¿Entonces por qué no me lo dijiste antes? —preguntó finalmente, su voz temblando con la mezcla de frustración y miedo. —¿Por qué guardar este tipo de cosas?

Ricardo la miró con el rostro serio, arrepentido por no haber sido completamente transparente desde el principio.

—Lo siento. No quise que te sintieras insegura, y no quería que pensaras que estaba involucrado con ella de nuevo. Pero no lo estoy.

Dulce respiró profundamente, intentando calmarse. A pesar de las palabras de Ricardo, el peso de la incertidumbre seguía pesando sobre ella.

—Ricardo, yo quiero creer en ti. Realmente lo quiero, pero esto me está matando por dentro. Yo también tengo miedo. No quiero pasar por esto otra vez.

Ricardo se acercó a ella, tomando sus manos con firmeza.

—Te prometo que no voy a permitir que Eliza entre en nuestras vidas otra vez. Hago esto por nosotros, porque eres lo único que me importa. No quiero perderte. Si tienes dudas, te las voy a aclarar. Pero tienes que confiar en mí. No va a haber nadie más, solo tú.

Dulce lo miró a los ojos, sintiendo la sinceridad en su mirada, pero el miedo seguía ahí. ¿Era suficiente con promesas?

—Está bien, Ricardo. Te voy a dar una oportunidad, pero también necesito que tú confíes en mí, que no guardes secretos. No puedo seguir viviendo con esta incertidumbre.

Ricardo asintió, entendiendo que solo a través de la completa transparencia podrían reconstruir lo que había quedado dañado.

—Lo prometo. Desde ahora, no habrá más secretos.

La noche transcurrió en silencio, pero ambos sabían que la prueba real estaba por venir. Eliza seguía acechando desde las sombras, dispuesta a hacer todo lo posible para recuperar lo que había perdido. La lucha por su amor no había terminado, y aún quedaba mucho por demostrar.

Al día siguiente, mientras Ricardo estaba en su oficina, Eliza no tardó en aparecer. Había llegado el momento en que Ricardo sabía que tendría que enfrentarla una vez más, y no podía dejar que ella siguiera siendo una amenaza para su matrimonio. Decidió que la confrontación tenía que ser definitiva.

Eliza lo miró con una sonrisa que reflejaba arrogancia, como si estuviera segura de que ella podía ganar de nuevo.

—¿Aún no te has cansado de huir de lo que realmente quieres, Ricardo? —dijo, acercándose con una mirada penetrante.

Ricardo se levantó de su silla y se acercó a ella, con una calma tensa que ella no esperaba.

—Eliza, esto se acabó. No voy a permitir que sigas intentando dividirnos. Mi vida está con Dulce, y nada ni nadie va a cambiar eso.

Eliza lo miró con desdén, sabiendo que no podría manipularlo como antes. Aun así, su sonrisa se mantuvo, una mezcla de frustración y desafío.

—Veremos cuánto dura ese compromiso, Ricardo. Todos tenemos nuestros límites, y no me sorprendería que, en algún momento, te arrepientas de lo que estás dejando atrás.

Ricardo no respondió. Su mirada era firme y decidida. Sabía que, aunque Eliza podría seguir acechando, su futuro estaba con Dulce, y eso era lo único que le importaba ahora.

—No te preocupes por mí, Eliza. Mi decisión está tomada. Y esta vez, nada va a cambiarla.

Eliza lo miró por un momento más, como si quisiera buscar alguna rendija por donde pudiera entrar. Pero cuando vio la determinación en sus ojos, supo que no había más que hacer. Se giró, sin una palabra más, y salió de la oficina, dejando a Ricardo con la sensación de que la batalla estaba finalmente ganada.

Esa noche, cuando Ricardo llegó a casa, encontró a Dulce esperándole, con una expresión ansiosa pero esperanzada.

—¿Cómo fue? —preguntó ella, mirando a su esposo con expectación.

Ricardo la miró a los ojos y sonrió con sinceridad.

—Fue lo último. Le dejé claro a Eliza que se acabó. No quiero nada de ella. Solo a ti.

Dulce sintió una oleada de alivio, pero también sabía que su lucha interna no había terminado. Había dado el primer paso hacia la confianza, pero el verdadero desafío estaba en mantenerla, día a día.

—Gracias, Ricardo. —Susurró, acercándose a él. —Gracias por luchar por nosotros.

Ricardo la abrazó con fuerza, sintiendo que, aunque el camino aún era incierto, al menos ahora estaban de nuevo en el mismo equipo. Juntos, enfrentarían lo que viniera. Y esta vez, no habría más secretos.

.

.

.

—Tengo que suponer que las cosas con Mia no van bien ¿no? —Tara musito mientras se seguía meneando y pensando su cuerpo al contrario.

—Pues es verdad, no estamos bien, pero es solo cuestión de tiempo para que todo vuelva hacer lo de antes. —Tara río subiendo sus brazos al cuello del castaño.

—Pues no creo que ella esté cooperando mucho. —dijo burlesca mientras trataba de unir sus labios. Bruno la alejó rotundamente mirándola de la mala manera.

—Aunque mi relación no sea la mejor, hay algo que jamas haría, y eso es engañar a Mia. —Tara se río más fuerte.

—¿La amas a ella o a su dinero? —Alzó una ceja—. No se si tienes mala memoria o te haces el tonto de las veces que hemos estado juntos, ¿ahí se te fue el amor por ella?

—No se te ocurra abrir la boca. Además ya cambié, yo no le haría eso de nuevo. —La tomó con fuerza de la mano, mirándola enojado. Tara se estaba pasando de la raya.

—Vale cariño. —Se zafó de su agarre—. ¿Al menos ya pensaste en lo que te propuse? —Bruno se giró sobre su eje mirando a la dirección donde se encontraba Mia y Logan.

—¿Es joda verdad? No puedo creer que lo digas en serio. —Bruno estaba escéptico.

—La verdad es que no, ayer mientras me contabas tu triste historia se me ocurrió. —Tara sonrió—. Aún no se lo he dicho a Logan, pero... —Miró sobre su hombro, observando como su novio seguía platicando con Mia muy a gusto—. Algo me dice que la idea le va a encatar.

—No lo sé...

—Dale, di que si al intercambio de pareja. —Trató de persuadirlo y al ver la duda en Bruno entorno los ojos—. No quieres dejar a Mia pero claramente quieres estar entre mis piernas. —Alzó una ceja ante lo obvio.

Bruno desvió la mirada, tenía razón.

—Pero eso significaría que Logan estaría con Mia. —La idea de que alguien más tocara a su novia no le agrado en lo absoluto.

—Ellos no tendrás nada del otro mundo, tu mismo lo dijiste, Mia es tan simple. Tu mereces gozar después de tanto sufrir. —Lo miro coqueta.

—Deberíamos hablar de esto los cuatro. —Tara lo tomo de la mano y juntos se dirigieron de nuevo a la mesa donde se encontraban ambos aludidos—. Chicos, tenemos que hablar con ustedes. —Siguió sonriendo, algo le decía que su plan saldría un éxito y ambas partes estarían muy beneficiados.

—¿De qué se trata? —Logan se puso de pie mirando a su novia de manera expectante.

—Deberíamos de ir a un lugar más tranquilo y ahí les diré los detalles. —Logan conocía a su novia, sabía que algo traía entre manos y la curiosidad era un gran enemigo de su persona, así que si pensarlo mucho asintió mirando a Mia quien también asintió sin saber en qué se estaba metiendo.

Previous ChapterNext Chapter