




5
Estaba desnuda. Aunque hermosa. Pero desnuda.
Ximena le habÃa pedido un trago y la habÃa obligado a tomar, para que se relajara. Pero estaba tensa como una cuerda de un violÃn recién afinado.
La joven mujer la tomó del hombro.
— Va a estar todo bien...— dijo intentando consolarla.
— Está bien, suficiente — dijo Marcus entrando.
Ella se paró y enderezó los hombros. Él la observó de arriba a abajo.
— Estás perfecta — le dijo y parecÃa un poco asombrado.
— Solo terminemos de una vez por todas con esto — demandó ella.
Marcus inclinó la cabeza y la guió mientras la escoltaba hacia uno de los cubÃculos privados.
Por dentro ella querÃa morirse.
Finalmente llegaron y él la dejó allÃ.
El hombre rubio la estaba esperando sentado con los brazos abiertos, muy relajado. Él se levantó y acercó. Tocó uno de sus rizos marcados con suavidad.
Miró sus pechos redondos perfectos. Eran del tamaño adecuado, su pequeño culo también, se giró alrededor de ella para mirarla completa y su garganta se secó mientras su pene se paraba.
— Ya me tienes aquÃ, ¿feliz? — dijo ella con sarcasmo.
— Oh no...no todavÃa...— dijo él y ella se estremeció —. Ven — dijo y tomó la pequeña mano. Se sentó en el pequeño sillón y ella quedó parada —. Baila para mi ahora...
Ella no sabÃa realmente que hacer, solo improvisó. Alguna vez vió a alguna que otra de las chicas hacerlo.
Le dió la espalda y comenzó a mover su culo cuando sintió las manos del hombre en su cintura.
Él acercó el trasero pequeño a su entrepierna y la frotó contra su dureza.
— Asà me encanta — murmuró él en su oÃdo.
Pasó una de sus manos por delante y bajó por su vientre hasta encontrar sus bragas, metió sus dedos bajo ella.
— Qué..¿Qué haces? — preguntó ella con la respiración entrecortada.
— Mmm — respondió él mientras frotaba su clitoris y metÃa un dedo en su agujero —. Que lindo, es pequeño como toda tú...— susurró él y comenzó a masturbarla mientras se frotaba en su culo.
El hombre, la estaba tocando y su cuerpo se estaba estremeciendo.
Ella querÃa alejarse pero no podÃa ni querÃa.
— Estás mojada...hermosa...
Él aumentó el ritmo del movimiento de penetración de su dedo y sintió sus temblores cuando llegó al clÃmax.
Él quitó su mano, la llevó a su cintura y siguió refregandose contra la redondez de su trasero hasta venirse en seco, com un estertor.