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El hombre descarado habÃa pedido un baile privado de ELLA.
— Pe...pero yo no hago eso — le exclamó a Marcus, el dueño del club, indignada.
El hombre de unos 42 años, y pocos escrúpulos la miraba apoyado contra el rellano de la puerta del cuarto de limpieza, donde se guardaba todo lo que necesitaban para limpiar.
Aparte de Kayla habÃa otra chica más de limpieza que cubrÃa otro turno, pero no era nada atractiva. No como ella.
— Nunca entendà tu negativa a bailar en el caño...harÃas mucho más dinero...Y con respecto a esto, es un simple baile Kayla, no te comportes como una virgen deshonrada del siglo XVIII — dijo él hombre, despreocupado.
— PERO YO NO QUIERO HACERLO — contuvo su grito de rabia y Marcus se acercó de manera peligrosa y acarició su mejilla. Ella quitó el rostro con asco.
— Te dije que era cuestión de tiempo...eres demasiado bella para estar barriendo...si quieres conservar este trabajo, lo harás sin discutir más — sentenció.
Luego se alejó un poco.
— El ruso es quizá nuestro mejor cliente y si quiere un baile tuyo lo tendrá...salvo que quieras quedarte sin trabajo, por supuesto...
Ella no podÃa quedarse sin trabajo, el tratamiento de su madre dependÃa de eso.
En ese momento estaba internada en una clÃnica, estaban sometiéndose a un tratamiento experimental para un tipo de cáncer raro que tenÃa, se llamaba linfoma de Burkitt. Pero antes de eso, habÃa recibido otros tratamientos. Las cuentas se abultaron y perdieron su pequeña casa.
Ese trabajo pagaba bien, para ser de limpieza. MALDITO HOMBRE CALENTURIENTO. Pensó presa de la rabia e indignación. La ponÃa entre la espada y la pared sin dejarle opción.
— Es un simple baile Kayla...ve y prepárate con las chicas. Luego yo personalmente te iré a buscar...— le dijo y se retiró dejándola sola con su odio allÃ.
Si claro, para él era 'solo un bailecito' porque no era él quien deberÃa refregarse semidesnudo contra ese tipo.
ArdÃa de rabia e intentó calmarse.
Dejó sus cosas de trabajo resignada.
Y fue al lugar donde las bailarinas se preparaban. Estaba Ximena, siempre le habÃa caÃdo bien esa joven en especial. Era una madre soltera, que siempre habÃa sido muy gentil con ella.
La miró con un poco de pena.
— Bueno. Aquà estoy...— dijo ella y suspiró.
Se sentó en la silla. Y la otra mujer murmuró.
— No es la silla eléctrica...
— Tal vez no para ti...— dijo Kayla.
— No te creas que amo este trabajo...yo lo hago por mi hijo. Tú por tu madre, no pierdas el foco — dijo la mujer mientras peinaba su cabello haciendo unas ondas con la pinza eléctrica —. Pensé en darte el traje plateado, en que siempre dices que te gusta...
— Mierda...me gusta en tà Ximena — protestó ella.
El traje plateado consistÃa en dos pezoneras con unas cadenitas colgando, en plateado. Haciendo juego con unas bragas también plateadas que eran un hilo dental más que otra cosa.
— Te separé una rasurada nueva. El cabello ya está...cámbiate que luego te maquillo — dijo extendiendole la rasurada en cuestión.
— Supongo que no tengo opción ¿no?