




Hombre misterioso/Parte 1
Lillie
Tuve una semana de locos con todas mis clases y varios exámenes. Siempre terminaba agotada, pero hoy eran más. Siempre que me tocaba algún examen quedaba fatigada por estudiar tantas horas seguidas. Los desvelos me cobraban factura de esas noches de estudio. Todo lo que hacía era una lucha constante. Los sacrificios valían la pena y sabía que en un futuro iba a estar orgullosa de lo que había logrado.
Lo más lamentable era que me tocaba trabajar el día de hoy, ya era sábado por la tarde, y aunque quería pasar más tiempo con mi madre, era imposible. Cinco días a la semana trabajaba por las noches, así que no era posible cuidar de ella. El tiempo extra que tenía era poco y lo aprovechaba para pasarlo con ella. Siempre me decía que no me preocupara, que siguiera con lo mío, pero yo no podía quedarme con los brazos cruzados mientras ella se cansaba muy fácil con cualquier esfuerzo que hacía. Desde que empezó con las quimioterapias su cuerpo se fue debilitando y los tantos medicamentos que tomaba la hacían dormirse rápido. Ya no era la misma de antes. Esa enfermedad la acaba poco a poco. Tenía miedo de que cualquier días nos dejara solas. Ella era la que me daba fuerzas para seguir adelante a pesar de que algunas veces me regañaba por dormirme hasta tarde o por desobedecer cuando me decía que no me preocupara por ella. Lo hacía porque mamá me importaba demasiado. La amaba con todo mi ser. Era la mejor madre del mundo. Siempre vio por nosotras y ahora era nuestro turno de hacerlo por ella.
Mi trabajo se encontraba muy retirado de donde yo vivía, pero tenía la gran fortuna de que mi mejor y gran amiga, Mikaela, me recogiera en mi casa todas las tardes antes de anochecer. Ella contaba con un auto algo viejito, pero aun así funcionaba bien. En él se desplazaba por todos lados. Mika era mi amiga más cercana y mi más confidente. La conocí hacía ya un par de años cuando trabajaba en la cafetería donde laboraba mi hermana. Fue ella la que me invitó a trabajar en el club. Sabía que no era nada malo, ya que yo la conocía desde hacía tiempo y había sido de absoluta confianza, nunca sería capaz de arriesgarme. Nos conocíamos muy bien, como si fuésemos hermanas.
Como cada tarde, llegó por mí. Subí a su coche y la saludé con un beso en la mejilla. Me sonrió, subió el volumen del estéreo y dio marcha hacia nuestro destino.
Mikaela era una chica guapísima. Era alta, de melena oscura, ojos rasgados y oscuros, piel bronceada y un cuerpo exuberante. Ella era mayor que yo. Tenía 21 años. Teníamos dos años de diferencia. Al cumplir la mayoría de edad, se fue de su casa, ya que decía que la tenía harta su padre borracho. Mika vivió por muchos años en un hogar disfuncional. Su madre se fue, dejándolos. Mientras su padre se perdía en el alcohol, sus hermanos se volvieron unos delincuentes. Eran dos, ambos mayores que ella. No se sentía bien en ese ambiente y decidió huir lo más lejos de ellos, dejándolos en otro estado del país. No encontró trabajo rápido, pues sus estudios no eran muy avanzados. Tuvo que dejar el instituto en cierto periodo y no alcanzó a terminarlo. Se le complicó conseguir algo bien y decente. Esa fue la razón por la cual cayó en el club nocturno de Julie. También comenzó como mesera, pero al ver las buenas propinas y el pago que le hacían a las bailarinas le pidió a la jefa ser una de ellas para ser también una dama de compañía. En el club podías solo bailar o ser una dama de compañía para esos hombres millonarios que acostumbraban ir. Mi amiga no lo pensó dos veces y se lanzó a ello. En cambio, yo acepté si solo me dejaban bailar. Si Julie respetaba mi trato de ser solo bailarina para el club, iba a seguir allí, pero si no, me iría.
Llegamos. El edificio es grande. Por fuera podrías creer que era un sitio elegante para ir a tomar unos cuantos tragos, pero no era así. Entramos al club, y como siempre a estas horas, el lugar estaba muy solo, porque aún no estaba abierto al público. Nuestro horario de entrada era a las seis de la tarde y la entrada al público era después de las siete, así que solo teníamos poco tiempo para prepararnos.
No tenía por qué preocuparme, ya que mi actuación siempre comenzaba a mitad y la otra al final. “Para cerrar la noche con broche de oro”, solía decir Julie. Ella decía que yo era su bailarina más preciada. Las demás chicas se molestaban cuando la escuchaban decir eso. Muchas de ellas me tenían odio por esa razón. Mi amiga no tomó las palabras de Julie personales, por eso no se ofendió, hasta la apoyó y me echó flores, aunque Mika también era muy buena en lo que hacía. Las clases de baile que tuve durante años me ayudaron ayudar en algo.
Antes de dirigirme a mi camerino, saludé a mis compañeros, más a los meseros y a los bármanes , que fueron mis primeros compañeros y amigos que hice aquí cuando llegué. Eran muy amables y sabían que nunca me olvidaría de ellos, ya que Simón, uno de los meseros, comenzó a insinuar que en cuanto me convirtiera en bailarina del club los olvidaría y ya no les dirigiría la palabra. Por supuesto, eso nunca iba a suceder, yo no era de ese tipo de persona. Él lo decía porque muchas compañeras así lo habían dicho como si fuera la gran cosa bailar para hombres lujuriosos. Para mí no era algo que me enorgullecía, bailar semidesnuda para ellos, aunque muchos respetaban, pero había otros que no les importaba el reglamento y por tener dinero y poder creían que podían meter mano donde les diera la gana. Este era un trabajo donde tenías que cuidarte mucho y no merodear por todos lados cuando el lugar estaba en servicio. Rara vez salía. Lo hacía solo del camerino al escenario y del escenario al camerino. Salir más allá era exponerse y ser carne fresca para leones.