




Entre el odio y el deseo.
Cuando la mañana llegó, Aby se preparó para ir a su trabajo en el bar y aunque no tenía muchas ganas dado el fuerte dolor de cabeza que tenía, no le quedaba de otra. La pobreza.
Se bañó, se vistió con un Jean en color negro, la blusa blanca con el logo del lugar, amarró su cabello corto en una cola alta, un poco de labial bordó, delineado de gato en los ojos y ya estaba lista. El último toque era su cartera negra, en la que colocó su billetera, su celular un par de cosas más y ya estaba lista para irse.
Como siempre, no desayunaba en la casa. De echo no lo hacía nunca y solo picoteaba alguna que otra factura en su trabajo. Pero ese día no tenía ganas de comer nada. Dante la había humillado y se sentía han vulnerable, tan fea que apenas sí tomaría agua.
Aby no entendía por qué el comentario de ese tipo, de ese desconocido le había afectado tanto y es que si bien ella lo humilló respecto a su miembro, creía haber sido menos cruel de lo que le dijo a ella.
Mientras todo esto pensaba, subía al colectivo y se ubicaba en uno de los asientos libre del fondo, justo al lado de un joven de unos veintitantos, el que ni bien la vio llegar, se puso de pie y le cedió el asiento del lado de la ventana.
Ella no sabía si decir gracias o había sido un gesto de desprecio. Se limitó a darle las gracias nada más.
—Parece que va a llover— irrumpe en sus pensamientos.
El hombre era alto, aproximadamente un metro setenta, ojos oscuros, piel blanca, ojos negros, cabello ondulado. Llevaba puesto un Jean negro, una remera azul y una campera de cuero del mismo color que su pantalón. Era delgado y aunque se veía que no se trataba de esos tipos que pasan horas y horas en el gimnasio, tenía muy buena espalda para acariciar mientras te está empotrando como animal salvaje.
—Parece— se limitó a responder dedicándole un segundo la mirada.
—Martin, un gusto— Extiende su mano y ella, por no quedar mal educada la estrella.
—Mariana— mintió, lo que menos quería en ese momento, era hacer amistad con nadie y menos con un desconocido que, vaya a saber con qué intensiones se acercó para hablarle.
—¿Mariana?— la miró extrañado, y es que no era la primera vez que tomaba el colectivo y al llegar a esa parada ella subía. Ya la había escuchado hablar con una chica una vez y escuchó a la perfección que la llamó Abygail. No obstante, no dijo nada —Un gusto hablar contigo, Mariana.
—Gracias— y siguió mirando hacia la ventana, pero él joven siguió insistiendo.
—y ¿Qué haces? ¿A qué te dedicas?
Martin quería entablar una conversación, pero se estaba dando cuenta de que no tenía ganas de hablar y que de seguir insistiendo a lo mejor se levantaría y correría de lugar y no pretendía que eso pase.
Lo cierto es que a él, desde el primer momento en que la vio, le gustó. Sus pechos grandes lo volvieron loco y deseo meterse los a la boca en ese mismo instante. Había intentado de todo para lograr un contacto visual, incluyendo aprovecharse de la serenatas bruscas del vehículo para echar el peso de su cuerpo sobre el suyo, pero tampoco lo miraba, por lo que se cansó de intentarlo. Pero ese día era el de su suerte.
—Soy camarera y niñera ¿Tu?— no le interesaba hablar con él, pero no quería quedar como una mal educada.
—Yo, vendedor en una concesionaria de motos— escucharle mencionar eso, con lo fascinada que era de esos vehículos la hizo sonreír.
—¿Enserió? Yo las amo— ella sonrió y él se perdió en esa sonrisa.
—Si y veo que te ha gustado saberlo.
—Me gustan mucho las motos, aunque no me da mi economía para comprarme una. Si quiera usada—
Viendo la oportunidad de avanzar en la conversación y lograr intensiones con ella es que le propone algo que, a lo mejor, funciona.
—¿Pero sabes andar?— indaga antes de comentarle cualquier cosa.
—No— las amaba, pero si quiera sabía andar en bicicleta, por lo que menos podría saber manejar una moto. Entonces, él aprovechó para enseñarle.
—Bueno, si quieres te puedo enseñar. Tengo dos en mi casa.
Ese fue el momento ideal para sacar de su mochila un papel, una lapicera y anotar su número de teléfono y justo antes de bajarse, se acerca a ella y le entrega el papelito.
—Si deseas, puedes llamarme y sin problemas y sin nada a cambio yo te enseño. A mi también me encantan las motos y no estaría nada mal tener alguna aficionada para conversar sobre ellas— Aby le sonríe y toma el papel con el número —Aquí me bajo. Un gusto haber hablado contigo al fin— ella frunce el ceño al no entender el comentario, pero de inmediato le despejó esa duda.
El se acercó a darle un beso en la mejilla y ceca de su oreja le susurro:
—Llevó semanas intentando llamar tu atención. Eres muy bonita y me gusta mucho tu boca.
Un calor la recorrió por completo y no supo que decir. Él aprovechó para dejar un beso justo cerca de su oreja y respirar aquel perfume dulce que lo volvía loco.
—Rico el perfume. Espero que me llames— y se bajó del vehículo.
Aby quedo roja como un tomate y súper excitada. Martin no era feo y estaba segura de que si no fuera porque es virgen, se apostaría con él sin pensarlo dos veces.
Miro el papel con su número en sus manos y lo guardó en su cartera.
Lo llamaría, definitivamente lo haría.
Tan pronto llegó al bar, una hora antes para acomodar las cosas y ahora que estaba entusiasmada y alegre porque el gesto, las palabras del joven le había demostrado que nada de lo que dijo el imbécil de Dante era cierto. Ella no era una modelo de revista, pero era atractiva y sensual a su manera y no dejaría que ese engreído le hiciera creer lo contrario.
No levantó la cortina, solo sacó la puerta de metal e ingresó para acomodarlo todo y tomarse un café, dado que ese encuentro con Martin la había puesto de buen ánimo.
Pone en la televisión un canal de música y mientras este va pasando, ella va cantando a los gritos cada canción. Cuando de pronto y sin que pueda verlo alguien ingresa y se sienta sobre una de las mesas vacías y al girar sobre sus pies, casi le agarra un infarto.
—¡IDIOTA! ¿¡QUÉ DEMONIOS HACES AQUÍ!?— interroga furiosa extendiendo el palo del escobillon, pero él sí quiera se inmuta.
—Buenos días ¿No me vas a ofrecer la carta?— Pregunta divertido mientras juega con sus pies.
—No te voy a ofrecer un carajos. ¡Retírate! O llamaré a la policía— amenaza furiosa.
El se baja de la mesa y con total desicion y desbordando arrogancia por doquier, se ubica delante y le saca la escoba de sus manos.
—¿Así atiendes a tus clientes, Abigail?
No se sorprendió al escuchar su nombre puesto que si tenía su celular en su poder y sin clave de acceso lo había revisado por completo.
—Estamos cerrados, retírate de inmediato.
—Sé que ESTAS CERRADA—enfatiza y ella pone los ojos en blanco.
—¿Qué quieres?— se decide por preguntar, no tenía intenciones de discutirle absolutamente nada.
—Vengo a devolverte el celular— lo saca de su bolsillo trasero y se lo muestra pero en cuanto ella lo quiere tomar, corre su mano hacia atrás. No se lo haría fácil. —¿No crees que deberías retractarse y pedir disculpas?
—DA-ME MI CE-LU-LAR ¡YA!—. Exige y da un paso hacia delante, pero él insiste en que debe disculparse.
—Te mofaste de mi pene. Ahora, discúlpate o no te daré nada— habla muy enserió, pero ella se cruza de brazos y sonríe gozosa.
—¡Oh! Es por tu miembro torcido el asunto.
Escucharla y mirar aquella sonrisa de triunfo hace que se ponga loco e inmediatamente realiza un ágil movimiento y la pega a su cuerpo.
—Sueltame— le pide con calma haciéndole frente, pero Dante solo observa sus labios carnosos y solo desea besarlos. ¿¡que demonios estaba sucediéndole!? —¡Te digo que me sueltes!
No quería hacerlo. Tenerla así de cerca encendía su piel por completo y hacia volar la imaginación.
De pronto se veía girandola y pegándola contra la mesa. Tomando sus manos y sujetándolas en la espalda, corriendo su prenda interior hacia un costado y sin previo aviso enterrándose en su húmedo y latente sexo.
—Si no me sueltas, juro que voy a golpearte en las pelotas— se nuestra desafiante y se acerca tanto a su boca que él, completamente hipnotizado, le toma la barbilla y acorta el escaso espacio entre los dos.
Tan pronto estampó sus labios ella abrió los ojos asombrada. Sus manos cayeron a un lado de su cuerpo y segundos más tarde se elevaron sin saber si abrazarlo y darle riendas sueltas a ese beso o empujarlo para sacárselo de encima. Opta por esto último.
—¡A mí no me vas a besar! ¿¡Entendiste!?—. Grita desquiciada.
En un ataque de nervios ella comenzó a limpiar su boca, actitud que aunque a él le molestó, prefirió hacerle frente para que reconozca algo. Que le habia gustado.
—Sé que te gustó.
Escucharlo hizo que se detuviera y enarcara una ceja ¿Lo decía enserió?
No respondió nada al respecto, solo insistió en que le devolviera su celular, pero Dante no estaba dispuesto a entregárselo.
—Dame mi celular ¡YA!—. Grita enfadada y a punto de perder la clmpostura. Sin embargo él solo se gira sobre sus pies y camina hacia la puerta para retirarse, pero corre tras suyo y lo empuja.
"Mala desicion, amiga" se dice a sí misma.
Dante cayó al suelo y al hacerlo hizo un movimiento con sus pies, envolviéndo a una de sus piernas y la hice caer sobre su cuerpo y aunque la caída brusca le hizo doler el vientre, la sujetó de las caderas inmediatamente y cruzó sus extremidades inferiores sobre su espalda, por lo que no la dejaria ir tan fácilmente.
—Suéltame, ¡YA!—Exige tratando de estar tranquila y que no se le note la excitación que comienza a sentir por el roce entre sus partes íntimas.
—Acepta mi oferta. Piensa que en tu vida vas a lograr que alguien como yo, se interese en alguien como tú.
¿Qué tanto interés tenía por acostarse con ella y siendo virgen aún? Esta era una pregunta que vagaba por su mente y más teniendo en cuenta de que en principio le pidió dinero para acostarse con ella ¿Qué lo había hecho cambiar de repente?
Evidentemente no iría a soltarla sin tener una respuesta positiva y estaba a menos de media hora a que Morena ingrese a su turno.
Decidida a sacárselo de encima y darle una lección, es que indaga un poco sobre su interés.
—Supongamos que si soy virgen...
—Lo eres—. Responde con seguridad y afirmando su agarre.
—¿Por qué querrías comprar mi supuesta virginidad?
—Por curiosidad, diversión, no sé. Sería interesante sentir como me aprietas mié tras te hago mujer—. Ella carcajea y niega al mismo tiempo.
—Eres cero romántico ¿Lo sabes? Si quieres adentrarte a esa aventura, lo mínimo es demostrar que no eres un idiota, arrogante, narcisista, omnipotente...— iba a continuar pero enseguida sujeta su nuca y cubre su boca.
—¡Cierra la boca de una puta vez! Tu voz chillona es de lo más desagradable que he oído.
Aby frunce el ceño e intenta morderle la mano, pero no lo logra.
El forcejeo se hace cada vez más intenso y violento. Ella comienza a moverse, sacudirse con fuerza pero él ejerce más más ella y no logra zafarse.
La gira con total agilidad ubicándose encima y llevando sus manos encima de su cabeza, acechando su rostro al suyo.
—Si no me sueltas, juro que te arrepentirás— lo amenaza, pero Dante ríe. —Maldito psicópata, engreído, ¡pene torcido!—Esto último lo hizo enfadar, pero no dijo nada, simplemente la recorrió descaradamente y se lamió los labios.
Comenzó a mover su pelvis, a restregar su zona íntima contra su monte de venus y aunque no quería reconocerlo, esa actitud posesa y esos movimientos estaban volviéndola completamente loca.
—Déjame—. Pide en lo que clava sus uñas en sus manos.
—Tu cuerpo no dice eso.
Y claramente no lo hacía.
Sus meneos la excitaba de tal modo que sin ser consciente, todo ella empezó a seguir aquel vaivén.
—Es normal que te excites, que te mojes e incluso que niegues la tensión sexual que has generado entre los dos y por eso te estoy dando la oportunidad y la compensación monetaria por tu virginidad— y lleva su boca a su cuello donde deja besos húmedos.
Aby cierra sus ojos ante aquel caliente contacto y deja escapar un suave jadeo en cuanto sintió su lengua mojar su piel.
—Basta—. Pide en un hilo de voz, pero él sonríe pegado a su cuerpo.
—15.000 dólares— le recuerda y ante su nula respuesta es que va más allá —No eres ninguna santa y debo admitir que la manera en la que me la has mamado me ha sorprendido. No digo que seas la mejor, pero sé que puedo enseñarte.
—¿Enseñarme?— murmura por lo bajo y él , chupando su cuello, barbilla, mejillas, llega donde sus labios para contestarle.
—Enseñarte a complacerme como corresponde. Como una verdadera mujer— saca su lengua y lame sus labios carnosos que se abren levemente mostrándose entregada — Eres buena con la boca, pero puedo enseñarste a ser mejor porque a mí me gusta que la mujer sea bien puta en mi cama y yo sé que puedo lograr eso en ti.
Esa palabra hace que de inmediato abra sus ojos y se encuentre con lo suyos y que en ese milésima de segundos piense en ejecutar su plan.
—Enséñame.
—¿Qué?— se sorprende —Creí que serías más difícil— se acerca a su oreja para susurrarle –Resultó ser un asunto bastante fácil.
¿Le dijo fácil? Definitivamente se lo dijo y no se quedaría así.
Le toma la barbilla y lo ubica frente a ella para atacar sus labios.
Él baja la guardia y deja que sus manos acaricien su cuerpo, que toquen sus glúteos, que lo aprieten con fuerza.
Gime en cada beso y puede sentir como su dureza empieza a sentirse contra su intimidad.
—Quítate todo— susurra pegado aún aún sus labios y él se separa de su cuerpo y pone de pie.
De inmediato hace lo mismo y se abalanza sobre su cuerpo abrazándolo y besándolo con gran anhelo y desesperación.
Caminan hacia la parte de atrás, donde tiene un patio y guardan los cajones con botellas vacías de bebidas alcohólicas y al llegar, lo ayuda a desvestirse rápidamente.
—Quiero chuparte completo— habla mientras lo desnuda.
—Si nena, te voy a dar el mejor polvo de tu vida. Te voy hacer gritar como perra mi nombre.
Dante no era para nada romántico y si bien ella no buscaba alguien así, tampoco quería un hombre que la trate como un pedazo de carne con el que se satisface. ¡NO! Definitivamente no.
Estando en el patio pudo sentir que pequeñas gotas mojaron el suelo y se tomó un segundo en mirar hacia el cielo que, si bien esa mañana estaba nublado, desconocía el pronóstico pero quizá, con mucha suerte, le regala una mañana con lluvia.
—Ahora tu... desnudate para hacerlo rápido— le ordena y le arroja su ropa a los pies.
Con una sonrisa de suficiencia comenzó a desabotonarse lentamente su blusa dejando al aire libre sus celos cubiertos por la tela de encaje de su brazziers en color rosa pastel.
—Dios, voy a chuparte y morderte los pezones— anticipa completamente excitado mientras se masturba.
Mientras finge desnudarte, va dando pasos hacia atrás y llevándose su ropa, cuando le pide algo que hace que él baje la guardia por unos minutos.
—No me veas, dame la espalda.
—¿Te avergüenza desnudarte ante mí?— ella muerde sus labios y asiente, por lo que lo hace.
Tan pronto se giró sobre sus pies, tomó su ropa y desapareció cerrando con fuerza la puerta y colocando la traba del lado de adentro.
Él, que no se dio cuenta, se sobresaltó con escuchar el sonido de la puerta al cerrarse y al girarse bruscamente se encontró a solas, desnudo y con la amplia sonrisa en el rostro de la joven mientras, a través de la ventana de la puerta, le mostraba su ropa y el celular.
—¡ABRE LA PUERTA! ¡MALDITA SEA! ¡LOCA, ENFERMA! ¡JURO QUE TE MATO!
Ella reía exageradamente mientras le tiraba besos y usaba la cámara de su móvil para firmarlo sin ropas.
—Te prometo que me la vas a pagar, Abigail.
Ella le guiña el ojo y se retira a recibir a su amiga, quien al verla con camisa desabrochar, despeinada y el labial corrido se asusta y se apresura a alcanzarla y preguntarle que le había pasado, pero enseguida se sorprende con los gritos de Dante.
—¿Esos gritos?— camina por donde había aparecido la jovennhagia minutos cuando entró al local y se encuentra con el joven a los gritos e insultando a Aby. —¡NENA! ¿¡TE HAS VUELTO LOCA!?
—No quería darme el celular— se justifica.
Morena no quería tener problemas, por lo que de inmediato lo dejó salir y éste corrió para acorralar a su amiga contra la pared.
—Me vas a pagar.— le advierte entre dientes pegándo su erección a su cuerpo. –¡Deja de reírte!— su sonrisa malévola lo volvía loco. — Te prometo que me conbrare esta.
—Seguro, nene— y dejó un casto besos en labios. —Hazte el favor de cubrir tu pene torcido.
Él pega su boca en su oído y la amenaza.
—Así y todo, prometo que voy abrirte de piernas, voy a mojarte hasta los huesos y vas a suplicar por que te penetre y cuando lo haga, quedaras rendida a mis pies.
—Te tienes fe ¡Eh!— se burla.
—Sé lo que valgo y estoy cien por ciento seguro que una vez que me pruebes, no podrás dejarme y tendré tendré poder sobre ti y cada una de tus partes.
—No seré títere de nadie— espeta desafiante, pero él sonríe de costado para susurrar algo que no sabe si la enojó aún más o la ecxito más de o que ya estaba.
—Yo haré de ti una verdadera hembra en mi cama... una buena puta y harás lo que yo te diga, cuando yo te lo diga y con quién yo te lo diga.
—¡DEJA DE LLAMARME PUTA!—Intenta pegarle pero él resulta ser más ágil y sujeta su mano para llevarla a su miembro y sin quererlo, ella lo toma.
—Así de dura te lo voy a meter cuando dejes de jugar conmigo. Te prometo cogerte tan duro que tus propios gemídos te dejaran sorda.
Luego de decir eso le suelta la mano y se viste con su ropa que esta en el suelo y justo antes de irse, toma la mano de Morena y la besa, mostrando lo caballeroso que puede fingir ser.
—Un placer conocerla, aunque me hubiera gustado hacerlo en otras circunstancias.
More no dice nada, solo queda en shock ante todo lo que presenciado y roja de la vergüenza al haberlo visto desnudo.
Su actitud, decente, para con su amiga le provocó ciertos celos por lo que no pudo evitar tirar un comentario ofensivo.
—No te ilusiones, bebé. A mi amiga le gusta los hombres con penes derechos— sonriendo se acerca intentando intimidarla, pero no lo logra acerlo.
—No importa cuanto intentes ofenderme, porque así y todo— Señalando su entrepierna —Te mueres por mí.
—Uf... re muerta.
No dice más y se marcha.