




Capítulo 8
Victoria salió del auto con la mirada fija en el Hospital General de Mistwood. Carlos, el conductor, le abrió la puerta, y ella descendió, sintiendo la brisa fresca del estacionamiento subterráneo.
La atmósfera estaba cargada de tensión y nerviosismo mientras se dirigían hacia el interior del hospital.
El sonido de sus pasos resonaba en el espacio cerrado, y las luces fluorescentes iluminaban el camino.
El eco de la situación urgente la acompañaba mientras avanzaban por el estacionamiento.
Victoria no podía dejar de pensar en las posibles razones por las cuales Oliver la había llevado al hospital, pero las palabras inseminación in vitro resonaban fuertes en su cabeza.
Carlos, al parecer, estaba al tanto de la gravedad de la situación y avanzaba con determinación.
Victoria, por su parte, se preparaba para enfrentar lo que sea que le aguardara en el interior del hospital, sintiendo la presión de las circunstancias que la rodeaban.
La idea de huir cruzó la mente de Victoria, un breve destello de desesperación que sugirió una vía de escape temporal. Sin embargo, la realidad la golpeó casi de inmediato.
La pregunta de a dónde podría ir sin que Oliver la encontrara la dejó sin respuestas concretas.
Aunque la situación era tensa y temía lo que pudiera suceder, la realidad de su condición legal como aún esposa de Oliver la limitaba.
La falta de opciones viables y seguras la hizo desechar rápidamente la idea de la fuga.
La perspectiva de enfrentarse a Oliver, aunque aterradora, parecía inevitable en esta situación.
Con esos pensamientos, Victoria siguió caminando detrás de Carlos.
Al llegar a la sala de espera, su atención se desvió hacia sus padres, cuyas expresiones reflejaban una profunda devastación.
La preocupación se apoderó de ella al ver el sufrimiento en sus rostros.
Oliver estaba junto a sus padres, y la presencia de él añadió un nivel adicional de tensión al ambiente.
Victoria se preguntó con mayor intensidad qué estaba sucediendo y por qué todos estaban tan afectados.
La falta de información la mantenía en vilo, y su deseo de comprender lo que estaba pasando se intensificaba con cada momento que pasaba.
Con cautela, se acercó al grupo, preparándose para enfrentar la realidad de lo que estaba sucediendo.
—¡Victoria, tienes que salvar a tu hermana! —exclamó Camila, con un tono de súplica que evidenciaba la desesperación en su interior.
La súplica desesperada de Camila resonó en la sala de espera mientras se acercaba a Victoria. La urgencia en su voz reflejaba la gravedad de la situación.
Victoria, sorprendida por la súbita petición de su madre, se encontraba en un estado de shock momentáneo.
La ironía de la situación no pasó desapercibida para la propia Camila: Ella despreciaba a Victoria y ahora la estaba instando a ser la salvadora de Zoé.
Pero no le importaba si con ello podía salvar a su hija.
La tensión en la sala de espera alcanzó su punto máximo, y Victoria se vio enfrentada a una realidad inesperada.
Victoria no entendía qué estaba pasando con su hermana, y menos que podía hacer ella.
—Mamá, ¿Qué le pasa a Zoé?
—Debes donarle sangre, por tu culpa está así. Tú eres la culpable de que tu hermana esté debatiéndose entre la vida y la muerte —dijo Esteban con una frialdad que aumentó la tensión en el lugar.
La revelación de Esteban sobre la necesidad de donar sangre a Zoé dejó a Victoria atónita. La confusión y el desconcierto se reflejaron en su rostro mientras procesaba la información.
Victoria se quedó sin palabras, herida por las acusaciones.
Ella era inocente, todo había sido planeado por Zoé para dejarla como la mala del cuento y para su mala suerte lo había logrado de nuevo.
El peso de las acusaciones injustas y la cruel afirmación de Esteban resonaban en la mente de Victoria.
Mientras se enfrentaba a la realidad de la situación, la verdad de su inocencia se alzaba en su interior.
La sensación de ser la víctima de una artimaña maestra de su hermana la dejaba con una mezcla de indignación y tristeza.
En medio de la tensión y la confusión, Victoria buscaba la manera de enfrentar la situación, sin saber aun hasta qué extremos llegaría para demostrar su inocencia frente a las acusaciones injustas.
—Yo no la empujé, lo dije… —Victoria quería pelear ante su injusticia, pero de nuevo se encontró con la misma escena, donde no importaba lo que dijera, jamás le creerían.
La frustración y el desamparo se apoderaban de Victoria al intentar explicar su inocencia. Pero la incredulidad en los ojos de quienes la rodeaban la dejaba con un sabor amargo de impotencia.
Sin embargo, la repetición de la misma escena le recordaba que sus palabras parecían caer en oídos sordos.
La dinámica familiar, cargada de tensiones y resentimientos, parecía obstruir cualquier posibilidad de comprensión y justicia.
Ante la falta de creencia en su versión de los hechos, Victoria se encontraba en un callejón sin salida, lidiando no solo con la amenaza de Oliver, sino también con la carga de ser señalada como la culpable de una tragedia que no había causado.
En ese momento, la necesidad de encontrar una solución se volvía más urgente, pero la perspectiva de cómo lograrlo se desvanecía en medio de la complejidad de la situación.
—No necesitamos que busques la manera de excusar tus responsabilidades, todos te vimos Victoria. Ahora lo importante es que salves a Zoé
Su intento por defenderse y explicar la verdad fue interrumpido bruscamente cuando Oliver la tomó del brazo con firmeza, guiándola hacia el interior del hospital.
La llevaría con el doctor Owen para que le sacara toda la sangre necesaria para Zoé.
La presión en su brazo la hizo estremecerse, y la sensación de estar a merced de Oliver aumentó su vulnerabilidad.
—Oliver, debes creerme, yo no le hice nada a Zoé —insistió Victoria, buscando desesperadamente encontrar una rendija de comprensión en los ojos fríos y decididos de su esposo.
El intento de Victoria por explicar su inocencia resonó en el pasillo del hospital.
Sin embargo, las palabras de Oliver la confrontaron con la realidad de su situación.
—¿Crees que con eso vas a evitar que le dones tu sangre? —preguntó Oliver, deteniéndose en medio del pasillo y mirando a Victoria con ojos fríos llenos de urgencia.
La respuesta de Oliver la detuvo en seco. Su afirmación sobre la donación de sangre reveló las verdaderas intenciones detrás de todo esto.
La urgencia en su mirada la hizo darse cuenta de que, para él, el tiempo era crucial y las acciones debían tomarse sin demora.
La tensión en el pasillo era palpable, y Victoria, sintiendo que ya no tenía nada que perder, dejó que su miedo se manifestara abiertamente.
—¿Qué tiene mi sangre? ¿O es acaso que solo quieres castigarme?
—Eres la única que comparte la compatibilidad con la sangre de Zoé —explicó Oliver.
La revelación de Oliver dejó a Victoria perpleja.
La respuesta de Oliver arrojó luz sobre la razón detrás de su insistencia en que Victoria donara sangre.
La gravedad de la situación se hizo evidente cuando explicó que ella era la única con la compatibilidad necesaria para salvar a Zoé.
Después de saber por qué ella era tan necesaria, no volvió a detenerse. Oliver supo que ahora a Victoria le quedaba claras las cosas y la guio hasta la habitación de Zoé.
—Doctor, he traído a la donante para Zoé —dijo Oliver soltando el brazo de Victoria.
El doctor Owen, alzando la mirada de sus registros médicos, asintió con seriedad al reconocer la presencia de Victoria.
La habitación estaba impregnada de un aire tenso mientras todos se preparaban para el procedimiento médico que podría determinar el destino de Zoé.
El semblante de Victoria se tornó sombrío al posar su mirada en su hermana inconsciente, tendida en la cama de hospital.
La fragilidad de Zoé en ese estado contrastaba con la complejidad de la situación. Un nudo se formó en el estómago de Victoria mientras absorbía la realidad de la situación.
La habitación estaba cargada de emociones encontradas: la preocupación por Zoé, la tensión ante el procedimiento médico y la sensación abrumadora de responsabilidad.
A pesar de las complicaciones y resentimientos del pasado, la visión de Zoé, tan frágil y vulnerable en la cama de hospital, despertó un torrente de emociones en el corazón de Victoria.
Aunque Zoé la había hecho pasar por momentos difíciles, el lazo de sangre que las unía pesaba más fuerte en ese momento crucial.
La preocupación y la compasión llenaron a Victoria al darse cuenta de la fragilidad de su hermana.
A pesar de todo lo ocurrido, Zoé seguía siendo parte de su familia, y el instinto de protegerla y preservar su vida surgió con fuerza.
Con una mirada decidida, Victoria se dirigió al asiento junto a la cama de Zoé, lista para comenzar el procedimiento médico que podría salvar la vida de su hermana.
El doctor Owen, reconociendo la señal de preparación, se acercó para comenzar.
El sonido del teléfono de Oliver resonó en la habitación, creando una breve pausa en la tensión del momento.
La habitación de hospital se llenó con la anticipación de lo que estaba por venir.