




Capítulo 5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
- Leo * * * * * * * * * * *
-
-
-
-
-
-
-
-
-
—Por favor, Norka, no empecemos ahora —le pido al beber un poco más de mi copa de champaña.
—Me dejaste en ridículo frente a los periodistas, Leonardo —señala furiosa nuevamente; sin embargo, tenía la habilidad para no demostrarlo. Aunque, para mí, que ya llevábamos dieciocho años de casados, era demasiado evidente.
—Discutamos esto en casa —le solicito al mirarla fijamente.
—Claro que lo vamos a discutir en casa como es debido —señala ella de manera obvia—. ¿Acaso crees que te daré el gusto de formar un escándalo para que después estén hablando de lo mala esposa que soy? —interroga indignada.
—Norka… —exhalo pesadamente antes de continuar hablando—, por favor…, no sigamos discutiendo ahora —le pido muy sincero—. No me gusta discutir contigo —le preciso al tiempo en que llevo una de mis manos hasta una de sus mejillas; y la acaricio—. Te amo, Norka —le recuerdo como cada día— y quiero que, al menos por esta noche, dejemos nuestras diferencias a un lado y disfrutemos de este momento como la familia que somos —puntualizo—. Es un momento más para nosotros —añado al verla con amor.
—¿Un momento más para nosotros? —cuestiona ella al sonreír—. Querrás decir “tu momento”, Leonardo —aclara fastidiada; y no entendía por qué—. ¿Acaso seré yo la que reciba algún premio? —interroga frontal—. No, claro que no —se responde así misma con cierto ápice de frustración—. Yo ya los dejé de recibir hace tiempo —destaca—, pero no es necesario que me lo recuerdes y te diviertas con eso —enfatiza muy molesta.
—Norka, yo no estoy haciendo eso —contesto firme.
—¿Ah no? —responde ella al seguir sonriendo (fingiendo que manteníamos una amena conversación).
—No, claro que no —reafirmo—. El premio es de la familia —determino muy seguro—. Tú y nuestros hijos son los que me motivan a ser mejor cada día; sin ustedes, nada de esto sería posible —le explico lo más serenamente posible.
—Pues di lo que quieras —responde ella al desviar su mirada de mí—. Pero, al fin y al cabo, el único que recibirá los elogios y toda la atención, al final de la ceremonia de esta noche, serás tú…
—¿En serio? ¿elogios y atención? —interrogo incrédulo al mirarla, pero ella seguía manteniendo su atención en cualquier lado, menos en mí—. Los elogios y la atención son lo que menos importan aquí, Norka —manifiesto un tanto molesto—. Lo único que quisiera es una noche tranquila para nosotros y para los niños —articulo frustrado.
—Leo, cálmate —me pide en tono de advertencia.
—No quiero nada más, Norka —puntualizo al mirarla—, solo quisiera que volvamos a tener una noche tranquila, que la pasemos bien y que luego regresemos a casa, acostemos a Fabrizio y Franco para después dirigirnos a nuestra habitación y poder hacerte el amor toda la noche —preciso más frustrado.
—Leo, cállate —me pide al girarse hacia mí.
—Solo quiero una noche tranquila —le repito—. Sin discusiones… —exhalo suavemente— por favor —completo suplicante.
—Cualquiera que te oyera, diría que tu vida es un completo caos a mi lado —impugna ella al seguir manteniéndose a la defensiva; y luego, sonríe—. Como si la mía fuera un bello paraíso —añade con tono sarcástico, más para sí misma que para mí.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto frontal.
—¿Que qué quiero decir? —contesta ella al mirarme fijamente y sonreír con diversión— Ay, Leo —susurra a la vez que pellizca mi mentón con suavidad—. Tú sí que vives en otro mundo —añade burlona—. Haber, cuéntame más de ese mundo —solicita con diversión; y yo no entendía qué es lo que sucedía—. ¿En serio nuestra vida es un paraíso? —cuestiona al fingir mucha curiosidad.
—Norka… —susurro al mirarla extrañado.
—Ya, pero… en serio —continúa hablando al seguir con la mirada fija en mí— ¿Somos muy felices ahí? —interroga con su mismo tono de burla.
No entendía lo que estaba sucediendo o, tal vez, sí, pero no quería aceptarlo; me resistía.
—Norka —la nombro serio.
—¿Acaso todos nuestros hijos son normales en ese mundo? —interroga de forma repentina y…
—¿Qué quieres decir con eso? —inquiero con cierta molestia y al fruncir un poco mi entrecejo.
—¿Otra vez preguntas lo evidente, Leo? —cuestiona al arquear una ceja y reír ligeramente para después, beber de su copa de champaña—. Vaya… —sonríe— para ser el empresario del año, no eres muy brillante que digamos —precisa divertida al mirarme y luego, sonreír ampliamente.
—No quiero que vuelvas a hacer un comentario de ese tipo —uso mi tono de advertencia.
—¿Te molesta que te digan que no eres tan brillante?
—No me refiero a eso —sentencio frontal—. No quiero que vuelvas a referirte a nuestros hijos de esa manera —dictamino firme al enfatizar en “nuestros hijos”.
—Como quieras —responde ella de forma relajada—, pero no por eso Fabrizio deja de ser raro y nuestro matrimonio un completo… —se calla.
—¿Un completo…
—Discutiremos de esto en la casa —sentencia ella.
—¿”Un completo” qué, Norka? —cuestiono frontal.
—¿En serio quieres hacer un escándalo?
—Los escándalos son lo que menos me importan ahora, Norka —afirmo tajante al mirarla.
—Pues no vas a hacer uno aquí —demanda ella con mucha autoridad al retarme con su mirada cargada de molestia para después, simplemente, empezar a beber de su copa… otra vez.
Al observarla de esa manera, me atrevo a preguntarle lo que, hace mucho tiempo, quería. Tal vez, no era el lugar y momento apropiados, pero… si no lo hacía ahora, temía que pasaran más años para replantearme, siquiera, la posibilidad de hacerlo.
—Norka…. —respiro profundamente y la miro a sus ojos— ¿en serio eres tan infeliz en nuestro matrimonio? —cuestiono frontal— ¿Eres… tan infeliz a mi lado? —agrego; y aquella deja de beber de su copa de champaña para depositar absolutamente toda su atención en mí.
—¿En serio quieres saber eso? —interroga al mirarme seria.
—Sí —contesto de manera firme…
—Pues entonces… —alarga—, si tú lo pides…
—Ya va a empezar la ceremonia —escucho, de forma repentina, la voz de mi hijo mayor; así que me giro a verlo—. Como te dije, no demoraríamos más de veinte minutos, papá —me recuerda; y yo le sonrío.
—Muy bien —le contesto sonriente—. Bueno, tomen sus lugares —le pido a mis hijos.
—Fabrizio, ven —le dice Luciano—. Siéntate al lado de papá —le pide; y mi hijo menor obedece de inmediato.
—Ese no es su lugar —refuta Nora—, sino el tuyo Luciano —le indica al mirarlo con seriedad—, así que ve y toma tu lugar —le ordena.
Ante el reclamo de mi mujer, mi hijo menor empieza a bajar de la silla en la que acababa de sentarse.
—Fabrizio —lo nombramos Luciano y yo al mismo tiempo bajo la atenta mirada de Norka y Franco.
—Quédate ahí, enano —le solicita mi primogénito al sonreírle—; es solo un lugar —añade relajado; y luego, va a tomar el asiento al lado de su madre (quien parece querer asesinar a Luciano).
—Ven, Fabri —le digo a mi hijo—. Siéntate —le pido gentil; y lo ayuda a hacerlo.
—La ceremonia ya va a iniciar —comenta Franco—. Felicitaciones, papá —menciona contento.
—Gracias, bambino —le contesto feliz para después, sonreírle.
La ceremonia empezó a la hora prevista y sin retraso alguno. Luego, todas las personas que iban a ser premiadas, se presentaban según el turno en el que las llamaban. Después de casi una hora de ceremonia, llegó el premio principal, el cual había tenido el honor de recibir. Cuando me llamaron, me acerqué a la tarima de presentación y di mi discurso de agradecimiento a todos mis colaboradores y colaboradoras, así como agradecí, de manera especial, a mis tres hijos y esposa. Mis niños parecían estar orgullosos de su padre; en cuanto a Norka, parecía estar haciendo su máximo esfuerzo para no demostrar la molestia que se originó a partir de nuestra discusión.
Después, solo siguió la celebración; sin embargo, luego de recibir el premio, los pocos periodistas a los que habían dejado entrar para entrevistar a los ganadores, acorralaron a mi familia tanto como a mí. Ante ello, respondí a un par de sus preguntas, al igual que mis hijos y mi esposa, para que ellos pudieran terminar con su trabajo asignado.
—Bueno, muchas gracias —les digo a todos al sonreír—, pero… —alargo— si nos disculpan, mi familia y yo queremos empezar a saludar a nuestros amigos —concreto de forma gentil.
—Agradecemos mucho sus preguntas —añade Norka de forma amena—, pero lo último que queremos son amigos celosos de la prensa —bromea y luego, se ríe ligeramente mientras que los periodistas hacen lo mismo.
—Muchas gracias por el tiempo brindado, señor Bianchi —toma la palabra otra reportera—. A usted y a toda su familia —agrega; y yo asiento de forma gentil.
—Gracias a ustedes y… que tengan buena noche —les digo para, inmediatamente, posar junto a mi familia para que las personas de prensa nos tomen la acostumbrada foto familiar.
Luego de ello, los despedimos completamente y nos disponemos a caminar hacia la mesa de mi mejor amigo y socio (Max).
—Hola, tío Max —lo saluda Franco y, si bien Max no era su tío, él (al igual que sus hermanos), lo llamaba así por cariño.
—Franco —le responde mi amigo mientras lo estrecha en un fuerte abrazo— ¡Caramba! Cada vez que te veo, siento que has crecido —le señala él; y mi hijo se ríe.
—Nos vimos hace dos días, tío Max —le recuerda mi hijo de forma divertida; y mi amigo se ríe.
—Pues yo te veo más grande —es lo único que le responde para después saludar a mi hijo mayor.
—Tío Max —saluda Luciano al darle la mano para estrecharla y al dar suaves golpes en la espalda de mi amigo.
—Luciano —lo nombra Max—, dime… ¿todavía luchando para que te den un departamento? —cuestiona de forma divertida.
—Sí, pero ya me resigné hasta pasar al segundo año de la universidad —responde mi hijo; y Max le sonríe.
—¿Y tú, campeón? —ahora se dirige a Fabrizio— ¿Puedo abrazarte? —le pregunta al colocarse de cuclillas; y mi hijo le responde con un asentimiento de cabeza.
Ante el consentimiento de Fabri, Max no solo lo abraza, sino que lo levanta del suelo y lo carga en sus brazos. Yo no digo nada, ya que mi hijo le tenía cierta confianza a Max.
—Hola, Norka —saluda mi amigo a mi esposa.
—Hola… —le responde ella de mala manera, pero a mi amigo no le afecta, ya que solo se limita a sonreír—. ¿Dónde están tu esposa y tu hija? —le cuestiona mi mujer.
—Bueno… —alarga— mi hija sigue en su viaje de intercambio y Clarisse está en Milán terminando de organizar todo para su próxima colección —le comenta con orgullo.
—Vaya… —es lo único que articula mi esposa— Bueno, iré a tomar aire fresco —nos anuncia; y se va.
—¿Y cuándo regresará la tía Clarisse? —cuestiona Franco.
—En tres días —nos informa Max con una gran sonrisa en el rostro.
—¿Y Larisa? —interroga Luciano al disimular su interés.
—Ella estará de regreso en tres meses todavía —precisa mi amigo—, pero ni bien regrese, te avisaré —le dice; y mi hijo mayor le sonríe.
—Luciano —tomo la palabra—, ¿crees que puedas quedarte un momento con tus hermanos? —le pregunto—. Quisiera conversar con Max unos minutos…
—Claro, papá…
—Gracias, hijo —expreso muy gentil; y luego, Max baja a Fabrizio de sus brazos para poder empezar a caminar conmigo hacia el jardín del lugar.
—¿Problemas con Norka? —cuestiona al estar alejados de mis hijos.
—Creo que ya no son solo problemas —preciso; y aquel me mira un tanto apenado.
Luego, continúo el camino, junto a mi amigo, hacia el jardín de la mansión que, por esta noche, era la recepción del evento empresarial del año.