




Capítulo 9
Esta era la primera vez que tenía sexo en un lugar cómo ese y aunque si se ponía a pensar en todos esos ojos observándolos, en todas aquellas personas que aún haciendo lo mismo que ellos no les quitaba la atención de encima.
- Ahhh. –
Erika no para de gemir a lo que él tampoco se detiene en lo que con su lengua le está haciendo.
Con sus manos separa lo más que puede sus labios y lame su intimidad cómo si se tratase de un helado con mucha crema que no deja de derretirse.
Son los orgasmos que no deja de arrancarle con su lengua.
Con su dedo índice mantiene presionado su clítoris y de vez en cuando realiza pequeños círculos haciendo que el cuerpo de ella se convulsione de placer. Que por sus venas corra sangre hirviéndose de ganas, que sude deseo.
- Ahhh, siiii no pares, no pares por favor – le suplica y envuelve su cabeza con sus piernas y sujeta su cabello con sus manos.
- Mmmm, delicia. Mmmm, delicia. – saborea sus jugos.
A ella le molesta su máscara, de echo le está pinchando sus piernas peo aún así no lo detiene. Es tan placentero lo que le hace sentir, cubre mucho más sus expectativas respecto a todo lo que le ha contado Abril en cuanto al lugar que siente que se volverá adicta no sólo a ese lugar, sino a lo que ese hombre puede llegar a ofrecerle si estuvieran en una habitación solos los dos.
- ¡ay! – tiene que soltar su agarre porque su mascara le está lastimando. – ohhh qué rico, mmmm – sigue disfrutando aquella danza que le da con su lengua.
Santiago toma sus piernas y las levanta para luego separarlas.
Es el turno de jugar con su otro punto sensible, el ano.
Erika siempre fue del sexo tradicional, más nunca se interesó por cosas cómo las que había aprendido de su mejor amiga y fue allí donde la curiosidad la envolvió por completo. Nunca, pero jamás, le habían dado un beso negro y realmente lo estaba sintiendo fascinante.
- Ahh ¡dios! – exclama con la voz en grito. Aquella sensación de su lengua introducirse y lamerla internamente era algo que no estaba acostumbrada a experimentar.
Con su dedo pulgar se adentra en su húmeda vagina y mientras no detiene los movimientos circulares de su lengua estimulando su ano.
- Uf, estas muy mojada. – y utiliza sus fluidos para humectar su zona anal y así, poder penetrarla.
Excitado como nunca se imaginó, se incorpora dejando así, de realizarle sexo oral y se dispone a bajar el cierre de su pantalón de vestir. Por alguna razón aparentemente obvia, se guardó una caja de preservativos del cual sacó un condón y sin dejar de mirarla comenzó abrirlo cuando de pronto, ella lo detuvo.
- ¡ESPERA! – y sus palabras fueron ordenes para él.
- ¿sucede algo? – entonces ella se incorporó y le sacó de las manos el profiláctico.
- Déjame que yo quiero hacerlo. –
Beltrán se lo permitió y se le quedó viendo cómo un tonto, con su boca abierta y su polla, su enorme polla erecta “mirando” directamente su rostro.
Erika sacó el condón de su empaque, y con mucho cuidado cubrió con sus labios la parte superior del mismo, ese que parece un gorrito. – y con mucho cuidado par ano romperlo, sujetó primero la base de su miembro y con la mano libre acomodó el preservativo en su glande y luego de mirarlo y sonreírle con sus labios pegados utilizó su lengua para ir bajando el látex y así, poder cubrir su gran pene, ansioso por bailar adentro suyo.
- Ohhh cariño. – le dice y muerde sus labios - ¿dónde estuviste todo este tiempo? –
Su voz seductora calaba tan adentro de su cuerpo que las punzadas en su bajo vientre no dejaban de sacudir su cuerpo.
¡MAGNIFICA SENSACIÓN! Gritó su perra en celo adicta a ese hombre que aunque acababa de conocer tenía una extraña sensación de haber experimentado la misma pasión antes.
En cuanto terminó de colocar su condón le dedico una última sonrisa no sin antes pasar, descaradamente, su lengua por la punta de su miembro.
- Ssssss, me pones como piedra bebé. –
Esa manera de hablar no era propia de él. De echo con su mujer si quiera hablaban sucio en la cama y aunque no podía negar que Barbara tenía un cuerpo de infarto, lo que le generaba esta chica con tatuajes era tan diferente, tan placentero, tan extasiable, que aunque no le gustase las personas que flagelan su piel para este tipo de cosas no podía negar que le quedaba caliente ese ave fénix en cada una de sus muslos.
- Fóllame duro. – le pide ella con una media sonrisa y no es que hablara así, simplemente que si hay algo que le fascina del vocabulario de libros cómo Pídeme lo que quieras es la forma en la que refieren a tener sexo y no hacer el amor.
Santiago carcajea un poco y acomoda su miembro en la entrada de su ano y mordiéndose el labio inferior es que poco a poco intenta abrirse paso en el.
- Ahh, ahhh, mmmm. – entre gemidos de placer y dolor es que lo recibe.
Él no detiene la presión aunque ve que es tan fuerte el modo en el que cierra ella sus ojos que se ve obligado a dejar de insistir y preguntarle si había o no experimentado ese tipo de sexo con otro hombre.
- ¿eres virgen? – pregunta sin vueltas y ella abre sus ojos malinterpretando su pregunta.
- Mmm, no. – pero enseguida se retracta porque comprende a qué se refiere. – ohhh, comprendo. Sí, si lo soy. – dice al fin.
- Entonces mejor lo dejamos para otra ocasión. – se saca el preservativo y mira hacia ambos lado, intentando localizar un cesto de basura pero no encuentra nada, hasta que un hombre que se encontraba bebiendo casi al lado de aquel sillón le acerca una pequeña caja. - ¿perdón? – todo era un tanto extraño.
- Estas cajas son para preservativo usados, luego se llevan al baño y se arrojan en unos tachos que están amurados con puerta color blanca. –
Todo era extraño ahí, hasta lo más sencillo cómo es tirar a la basura un preservativo se volvía un tanto . . . diferente digamos.
Tomó la cajita y continuó en lo que estaba con la mujer, aunque ahora no estaba tan excitado como para pasar por alto el contexto.
Sin más y luego de tirar el condón dentro de la caja y callarla se dispone a subir el cierre de su pantalón pero ella lo detiene.
- ¿qué sucede? ¿por qué lo guardas? – indaga confusa y sin ganas de que todo acabe.
- Es que este lugar no termina por convencerme. – dice admitiendo su incomodidad, pero ella no iba a permitir que se fuera sin antes saber aunque sea, de quien se trataba y tener la posibilidad de volver a encontrarse pero esta vez, sin máscaras.
Mientras ella pensaba en todo esto, el tipo se pone termina de guardar su miembro y comienza a caminar hacia la puerta, pero ella corre tras él llevándose por delante a un montón de personas.
- Permiso, lo siento, lo siento, con permiso. – hasta que, por fin, a mitad del pasillo por el que ingresaron logra alcanzarlo. - ¡espera! –
- Lo lamento mucho, señorita. Pero necesito retirarme de este lugar. – y le vuelve a dar la espalda, pero ella insiste.
- No, por favor, no te vayas. – y toma su mano haciendo que una extraña sensación le recorra el cuerpo de pies a cabeza. – lo siento. Pero la estábamos pasando muy bien ¿qué pasó? ¿es casado? – fue lo único que se le ocurrió. Un infiel arrepentido.