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Capítulo 8

Para Érika había sido toda una odisea poder ingresar, porque no venía acompañada, su nombre no estaría registrado y no podía hacerse pasar por Abril. De por si él solo pensar en que se puede enterar ya la pone en un serio problema.

En cuanto llegó al sitio y aparco el auto se bajó del mismo y suplicándole a todos los santos que le permitan entrar es que se encaminó hasta la puerta, pero justo cuando iba a pasar de largo, sin anunciarse al personal detrás de aquella oficina con vidrios polarizados es que logra interceptarla uno de seguridad y luego de intentar de todo para que la deje ingresar a la fiesta, tuvo que volver a salir por dónde vino. Para su suerte había una pareja que se encontraba discutiendo en la entrada y lo hicieron de manera un tanto violenta que los de seguridad tuvieron que dejar sus puestos para acercarse a intentar calmar la situación. Si bien la entrada se libero, era imposible pasar ya que desconocía si había o no un segundo anillo de seguridad, por lo que decidió ir por detrás del edificio y tratar de ingresar por alguna entrada secundaria.

Como si el destino la quisiera allí dentro, el cátering había llegado y aprovecho para colarse entre los mismos tomando del auto sin que nadie la viera una chaqueta de la empresa gastronómica y una de las tarjetas magnéticas.

-          Aguarde. – le dijo el personal de la mansión en la puerta.

-          Si. – contesta nerviosa.

-          Tiene que dejarme ficharla. – y extiende un aparato para verificar la autenticidad de su credencial y aunque moría de nervios porque de descubrirla podrían mandarla a detener por irrumpir en propiedad privada el hombre asiente y le da permiso para pasar.

En cuanto logró entrar, debía pasar por un largo pasillo y aprovechando que no había nadie se metió dentro de un cuarto que al parecer guardaban dentro cosas de limpieza es que se quitó la chaqueta y acomodo el vestido, más luego soltó el rodete que tuvo que hacerse y se puso el antifaz. Al cabo de unos minutos y se encontraba dentro del gran salón donde se desarrollaba el evento.

Mientras tomaba un trago en la barra se voltea para donde estaban todos bailando e intimando sin pudor cuando logra ver a un hombre que le llama fuertemente la atención.

Por alguna razón sintió que aquel andar lo había visto a antes y cuando se sentó a su lado y le hablo a la camarera, su voz le resultó un tanto familiar. Pero tampoco se preocupó tanto por eso porque podría ser cualquiera la verdad.

Al cabo de unos tragos ambos se encontraban bailando en la pista y era tal la conexión que sentían el uno con el otro que fue sólo cuestión de minutos para que en ese momento estén devorándose mutuamente.

-          No sé. . . no sé  . . . – por más que quiera decir algo es tal el imán que hay entre los dos que no es capaz de finalizar la oración. Pero, lo que intenta decirle él es que desconoce no sólo la razón que lo tiene pegado a su boca, si ella es una completa desconocida, sino porque no es capaz de resistirse al deseo de acariciar su cuerpo delante de decenas de ojos mirándolos.

-          No sabes, no sanes, no sabes qué. – habla entre besos, cada vez que logra despegarse de su boca.

-          Quiero tocarte, me urge hacerlo. – confiesa mientras clava sus uñas en su espalda.

-          Entonces no te prives de hacerlo. – le dice y sin que Santiago se lo viera venir, ella pega un salto abriéndose de piernas y envolviéndolas en su baja espalda.

La actitud descarada de esa mujer hizo que su miembro, que ya estaba erecto, se pusiera más y más duro y el darse cuenta de que no llevaba nada debajo de su vestido provocó el deseo de bajarse el cierre y penetrarla allí, mientras danzan al compás de la música, mientras se devoran con pasión, mientras arden y se consumen en las ganas, allí, delante de todos.

-          No llevas nada. – le dice refiriéndose a su entre piernas en tanto para poderle habla le tiene que jalar los pelos de la noca para alejarla de su rostro. - ¿por qué? – indaga muy cerca de su boca.

-          No lo sé. – responde coqueteándole y sonriendo. – quizás porque te esperaba y para que no perdamos tiempo. – susurra esto último en su oído.

Entonces vuelve atacar sus labios.

En tanto se besan, Erika comienza a mover su pelvis, mojando con su humedad la parte de su pantalón donde se encuentra su miembro, su polla dura como la roca que pelea por escapar de esas telas y penetrarla una y otra vez.

Las manos de Beltrán bajan por sus piernas buscando el final de su vestido para colarse por allí y poder acariciar sus glúteos.

-          Ahhh – gime sobre su boca en cuanto sus manos frías hacen contacto con su piel desnuda.

-          Eres tan suave. – susurra y aprieta su carne y clava sus uñas.

-          ¡ay! – grita en cuanto el dolor en sus glúteos la distrae del momento apasionado en el que estaban.

-          Lo siento, pero te deseo, te deseo tanto que no puedo contenerme. – confiesa.

-          Hazme tuya. – lo sorprende y muerde con fuerza su labio inferior.

Él se separa de su boca y se le queda viendo mientras recobra un poco de energía y ve cómo su peinado ahora está alborotado y cómo aún así se ve tan deseada que sólo quiere estar dentro suyo.

Santiago mira a su alrededor y puede observar que no es el único “en las suyas” con solo mirar hacia a un lado y hacia el otro por cinco segundos ya contabilizo quince parejas teniendo sexo allí mismo.

-          ¿aquí? – pregunta tratando de estabilizar su respiración.

-          ¿dónde más? – y vuelve a besarlo desaforadamente tanto así que no le permite siquiera pensar lo contrario.

Ella abre sus ojos mientras lo besa para mirar a su alrededor y ver dónde podían desatar esa pasión y a pocos metros logra ver un sillón con una extraña forma entonces muerde nuevamente sus labios para llamar su atención.

-          si me sigues mordiendo así, me dejaras sin labios. – le dice jadeando.

-          Quiero que me lleves allí. – le dice y señala con la mirada obviando su comentario.

En cuanto él dirige su mirada ase sillón su miembro se movió sobre su sexo desnudo y ella lo notó. Por un lado la seguía sintiendo cierta incomodidad por el lugar donde se encontraban, pero era más grande las ganas que lo quemaban vivo que le hizo caso y camino donde le indicó.

-          Siéntate y déjame llevarte al infierno. – susurra en su boca y él hace caso.

En cuanto Santiago se sentó, ella se acomodó encima de su regazo y llevó sus manos a su rostro para besarlo, lamerle los labios y morderlos de vez en cuando.

Por su parte él, tenía ambas manos en sus glúteos e impulsaba sus movimientos hacia delante, haciendo que sus partes intimas y sensibles se froten con muchas ganas. Al darse cuenta de esto, Erika comenzó a mover su pelvis en círculos y se despegó de su boca para llevar ambas manos a sus pechos y aun estando cubiertos por la fina seda comenzó apretujarlo y echar su cabeza hacía atrás.

La forma del sillón era ondulada por lo que él se encontraba apoyado en la parte más alta, en tanto ella en la mas baja. Se dejó caer y acomodó sus piernas a cada lado de su cabeza, las abrió y le dejó una perfecta imagen de su entre pierna, que aun seguía cubierto por la tela.

Ella esperaba que su mano se cuele por debajo de la tela, pero a él le avergonzaba hacerlo. No obstante, al darse cuenta de ello, directamente tomó una de sus manos y se la llevó por debajo de su vestido y clavando el verde de sus ojos en el marrón de los de él, que de lo dilatados que estaban sólo una delgada línea alrededor de su pupila podría distinguirse de ese color.

-          Tócame. – le pide y al principio el solo cierra sus ojos para sentir aquella perfecta suavidad de su monte de venus completamente depilado y por, sobre todo, extremadamente suave. – hazlo, por favor. – le pide bajando más su pelvis logrando abrirse un poco más.

Sin más, y al ver que él no movía ninguna de sus manos, tomó don dos dedos uno de él y sin detenerse hizo que se deslizara por su hendija y se adentrara en ella, palpando no sólo en sus propios dedos, sino que mojando los de él, con la humedad del deseo.

-          ¡Ohhh dios! – exclamo él en cuando sintió presión y empapado su dedo dentro de ella. - ¡qué mojada estás! – continúa en tanto comienza a hacer círculos allí dentro y Erika comienza a gemir y apretarse los pechos con tanta fuerza que entre gemidos se le escapa algún que otro grito de placer.

-          ¡AHHHH, AYYY! – y aunque pellizcarse le provocaba cierto dolor, no quería detenerse.

El cerró sus ojos mientras se lamía los labios al entrar y salir de su cuerpo con sus dedos y no se contuvo más al cabo de unos segundos. Santiago no era de esos que pierden mucho en previas, a él le gusta ir directamente al acto por lo que ésta no sería la excepción.

Sacó su dedo de su interior y la ayudó a salirse de encima suyo para ser él ahora, quien se posicione encima suyo.

-          ¿qué me harás? – le pregunta coqueta.

-          Ya verás. – no le anticipa nada.

En cuanto la recuesta en el sillón, se inclina para levantar su vestido y volver a encontrarse con su intimidad y también con parte de la cara interna de los muslos mojados, por lo que sus dedos y los suyos le hicieron.

-          Me muero por lamerte. – dice y antes de que ella pueda prepararse para o que va hacerle y lo sabe, su lengua toca su punto más sensible.

-          ¡AHHHH! – gimió por lo alto.

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