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Capítulo 2

-          ¡Al demonio! – dijo y tomó con fuerza su cabeza para devorar sus labios.

Sujetó con fuerza su cabeza y pego su boca en la de ella. No se esperó un solo segundo para abrirla y darle paso a su lengua, la misma que se encontró con otra arrebatada que solo buscaba ganar una batalla. Una batalla plagada de lujuria y pasión.

Entre jadeos y gemidos se fueron soltando y las manos de ella, con torpeza, se colaron por debajo de su camisa pudiendo sentir entre sus dedos su torso muy marcado. No obstante, él tenía sus manos, abiertas, aferradas a sus glúteos y acompañando sus movimientos circulares con los que restregaba sobre su miembro a punto de explotar.

-          Ahhh, ahhh. – se separa de sus labios y junta su frente con la de él. – quiero que me folles. – le pide con sus ojos cerrados en tanto le respira en el rostro. – quiero que te hundas en mi cuerpo, que me llenes por completa. – le suplica en tanto mueve su cabeza, embriagada de deseo.

Santiago la sujeta de sus cabellos y hace que su rostro se separe del de él para mirarla fijamente y pensar por un segundo si sucumbir a las inmensas ganas que acababa de motivarlo o bien detenerla porque después de todo, estaba ebria y lo que menos quería era aprovecharse de la situación. Pero que quería . . .  quería hacerlo.

-          Hágame suya. – le vuelve a pedir jadeante.

-          No puedo. – dice negando. – estás ebria. – intenta hacerla razonar, pero aun así ella sabe muy bien qué es lo que quiere y ser suya es lo que desea.

Sin más extendió sus brazos y lo abrazo pegando su cabeza a su cuello y comenzando a lamerlo es que intentó seducirlo, convencerlo. Es que Santiago no podía saber cuanto necesitaba ella tenerlo bajo su cuerpo, cuánto deseaba olvidarse de su patética vida al lado de un hombre que solo está jugando con ella y que sólo se queda a su lado por lastima, por compasión porque más de una vez, le suplicó que no la dejara.

-          Por favor. – le pide susurrándole al oído. – hágame olvidarme del mundo. – pero él niega – sí, estoy pasada de copas, pero sé bien lo que quiero y a usted dándome tan duro que me haga olvidar mi propia existencia. – entonces duda.

¿qué probabilidades había de que en verdad ella estuviese algo consciente para saber lo que estaba pidiendo. Beltrán era todo un caballero y si bien se dejó llevar por el instinto animal, hacía dos segundos, no quería encontrarse con su imagen en los diarios a la mañana siguiente acusándolo de abusador.

No podía permitir que se expusiera su privacidad y menos, aunque eso le perjudicara su reputación porque después de todo, eso era lo que más le importaba. Dar aquella imagen de hombre decente, pintar las apariencias era todo por lo que él hacía las cosas. Por eso fue fiel por años, por eso jamás se dejó llevar por el instinto sino hasta esa noche en la que esa muchacha, esa desconocida por primera vez en la vida de él, arrebataba todos sus principios y se llevaba por delante su castillo de papel.

Sin más y con toda la fuerza de voluntad, se puso de pie y se alejó sin detenerse, sin mirar atrás sin percatarse de que aquella desconocida lo seguía llevándose por delante a todo aquel que se le cruzara en frente.

El hotel donde se estaba hospedando quedaba a tan solo una cuadra, por lo que en cuanto salió se dirigió caminando e iba tan sumido en su celular, que le había avisado que un mensaje, de su hijo que, nuevamente insistía por viajar a Buenos Aires que quería ser parte del nuevo negocio con Luna Models porque entendía que era el único heredero de Natural Charm Models, por lo que no podía negarse.

Para Santiago ese asunto siempre era una discusión, por lo que acababa por darle dinero, porque esa era su única forma de tapar y desviar sus caprichos sin saber lo mal que le estaba haciendo.

En cuanto llegó al hotel, le pareció extraño que no hubiera nadie en recepción, pero quizás había ocurrido algo con alguno de los huéspedes que los obligo a dejar su puesto de trabajo.

Se encogió de hombros y continuó sin percatarse de que Erika lo siguió.

La habitación que había alquilado se encontraba en el primer piso, por lo que no utilizó el ascensor, y subió directamente por las escaleras, pero en cuanto ingresó por la puerta, el peso de un cuerpo lo apuró al ingresar y al voltearse sus ojos no podían creer lo que veían.

-          ¿pero qué? – no pudo continuar la frase que se le abalanzó a besarlo.

Puso las manos en sus brazos e intentó separarla y al empujarla sin querer la luz se enciende logrando verla con claridad.

Castaña de cabello por debajo de los hombros, de ojos claros y unos labios completamente hinchados de tanto que se los ha mordido en las veces que los ha besado. Sus pezones resaltaban sobre la fina tela de color y su pecho no dejaba de subir y bajar gracias a la dificultad que le resultaba poder respirar.

-          Esto es acoso. – dice él tratando de controlar sus impulsos de tomarla, arrojarla en la cama, levantarle la falda, abrirle las piernas y entrar en ella.

-          Solo quiero ser suya. Tómeme, tómeme y hágame suya, señor – cómo le excitaba que lo tratase con tanta formalidad, pero debía resistir, no podía caer rendido a su tentación.

Cerró sus ojos y negó para luego ponerse firme y exigirle que se retire de su casa, pero Erika tenía bien en claro lo quería y terminar en su cama era su única meta.

De momento a otro él volvió a tomarla del brazo y la arrastró hacia la puerta, pero del lado de afuera para luego cerrársela en la cara y dejar que “el problema” quedara para alguien más.

En cuanto aquel rectángulo de madera quedó en medio de los dos, a Santiago por alguna razón le agarró culpa, mucha culpa por dejar aquella mujer que siquiera sabía su nombre, completamente ebria y a merced de que le suceda algo de lo cual podría arrepentirse después.

-          ¡maldita sea! – maldijo antes de abrir la puerta y encontrarla sentada en el suelo con sus zapatos en la mano.

-          Sabía que te ibas arrepentir. – dice en cuanto lo tuvo enfrente.

-          Ven, levántate. – le dice serio y extiende su mano.

-          ¿vamos a follar? – le pregunta con una sonrisa en el rostro.

-          No. sólo . . . – pero sus palabras quedan a la mitad, porque ella se abalanza sobre su cuerpo y lo va empujando para quedar dentro de la casa nuevamente, pero él se vuelve a separar.

Con una mano en su cintura y la otra en su cabeza, jalando los mechones de su cuello, es que la mira sin contestarle a su pregunta.  “¿Me va a alejar otra vez?” pregunta rosando sus labios y para su sorpresa solo la alza entre sus brazos y hunde su boca en la suya mientras camina directamente a su cuarto.

En cuanto ingresó en el, la recostó en la cama, pero sin despegar su boca y acomodándose encima suyo es que comenzó a recorrerla con su lengua.

-          Ahhh – gimió en cuanto sintió la humedad en su cuello y se estremeció en el segundo en el que una de sus manos se coló por debajo del top y tomó su seno para luego apretarlo entre sus dedos. - ¡ay! – su brusquedad le generó una aguda punzada en su entre pierna que no pudo contener. - ¡dios, fólleme! – grita desesperada mientras cruza sus piernas por la espalda de él y jala sus cabellos. – ohh siiiiii –

Erika parecía una fiera. La frustración, la rabia, el odio que estaba sintiendo por su novio la estaba intentando canalizar teniendo sexo duro y salvaje con aquel desconocido, es que ella solo pretendía sentirse la desgraciada a quien no le importa un demonio engañarla una y otra vez. Quería saber qué se siente ser un maldito cretino sin corazón que se acuesta con otro hombre y luego vuelve a su casa como si nada y besa su boca, muerde sus labios, gime su nombre a sabiendas que horas atrás ya traspiró, jadeó, alcanzó el éxtasis en los brazos de otro hombre.

Para Santiago ya no había escapatoria, ya había caído rendido a su seducción y no había marcha atrás.

Deslizó por encima de su cabeza su top y en cuanto vio sus pechos desnudos se mordió tan fuerte los labios que pudo saborear su sangre una vez más. Se inclinó para rosar sus pezones con la boca y sentir en ella cómo cada vez se volvía más y más erecto. Sus ojos se clavaron en ella, sus movimientos, su boca entre abierta, su pecho que subía y bajaba.

Erika estaba excitadísima, no veía la hora de tener su duro miembro entrando y saliendo de su zona íntima, pero adoraba todo ese juego previo que dejaba su cuerpo al rojo vivo.

-          ¡ahhh! – gritó en cuanto mordió de nuevo su pezón y le quedó doliendo.

Él no era capaz de decir nada, sus manos la acariciaban por completo y su boca mordía y estiraba sus pezones.

-          Eres rica. – confiesa jugando con sus pechos. – muy rica. – la degustaba, la saboreaba.

-          Y tu eres salvaje y eso me fascina. – y termina su oración con una carcajada. – baja un poquito. – le pide empujando su cabeza hacia su punto más sensible, pero él se resiste porque lo que deseaba era que sea ella, su voz, que le dijera lo que sabía que quería que le hiciera.

-          Dime, qué es lo que quieres. – y ella se muerde el labio, un gesto muy erótico que le deja los pelos de punta.

-          Hunde tu lengua en mi vagina y hazme terminar en tu boca. –

Sin más, cumple sus fantasías.

Santiago se sienta en la cama y sonríe antes de abrir sus piernas, acción que hace que su vestido se le suba dejándole una hermosa vista de su tanga azul marina.

-          Eres perfecta. – susurra mientras admira su cuerpo. – voy a disfrutarte tanto que no recordaras ni tu nombre mañana. . .

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